El Risco, sublimación de la tradición marina en Lanzarote

Frente a La Graciosa. Un local fiel al look marinero desde los años 30 del pasado siglo, de blancas paredes, resplandeciente añil en puertas y ventanas y ojos de buey donde nada es lo que parece, o sí…

Xavier Agulló

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Compitiendo con su playa, El Risco se ha convertido en una de los motivos principales para moverse, si estás en Lanzarote, a Famara. Porque el restaurante cuenta con el triple atractivo de su exultante oferta gastronómica, su cromática decoración y su encantada ubicación en la Reserva Marina de La Graciosa.

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La costa de Lanzarote desde la terraza de El Risco. Foto El Risco.

Cocina de alma canaria, generosamente surtida de producto de proximidad, especialmente marino, y que actualiza el legado recibido con sensibilidad. En sus paredes blancas, una colorista colección de pintura, presidida por un singular mural de César Manrique, fechado en 1986, que evoca viejas estampas pesqueras, en homenaje a las gentes de Famara que subían penosamente el risco para vender sus pescados. Y desde sus ventanales y su terraza vemos maravillados, el feraz norte de Lanzarote, La Graciosa y los islotes del archipiélago Chinijo recortados en el gran azul.

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Morena frita. Foto: Xavier Agulló.

Despeñadas bajo el acantilado de Famara (Teguise, Lanzarote), un grupo de casas se arriman a la orilla de un mar salvaje, entre calles de tierra. El mar azul Prusia batiendo la lava ante la novelería de los ensoñadores riscos…  y ahí El Risco, frente a La Graciosa. Un establecimiento fiel al look marinero desde los años 30 del pasado siglo, de blancas paredes, resplandeciente añil en puertas y ventanas y ojos de buey donde nada es lo que parece, o sí… Pedro Nolla -hostelero a la vieja usanza: sólo bromea con lo que no está en la mesa-, junto a sus socios, el chef Juan Jesús Perdomo, ya flanqueado por su muy prometedor hijo Jonay, y el jefe de sala Marco Antonio Rodríguez, consigue el producto más excepcional -local y de fuera- para, sin artificios, darle un tratamiento sencillo, recreando recetas tradicionales con honestidad y matices.

 

Estilizando los pescados locales

Estamos en la sala principal, una de las dos estancias del restaurante, presidida por el mural original de César Manrique. Y brotan en la mesa las morenas fritas (harina con toque de gofio), sabrosas, de taumatúrgico crujiente, imposibles ya de olvidar, acompañadas por la extraordinaria batata de jable (de secano, ecológica y de arrebatado sabor), y se precipita el desenfreno. Espera… La papa rellena de tollo (cazón en salazón) sobre mojo con pimientos asados. Pedro propone entonces una de las pocas botellas del blanco elaborado por Bermejo(variedad diego), que propulsa el disfrute por su explosiva cremosidad.

Siga el océano salpicando la mesa… Lustrosas sardinas ahumadas componiendo el tartare con manzana verde. Desde la tradición remota: corvinato ligeramente jareado (salado y secado al sol) a la donostiarra, sutileza y punch en boca, fina y seductora textura, acompañado de papas sancochadas (cocidas) y gofio amasado. El cherne que cae a continuación es un carnoso, brillante y jugoso lomo que se desliza sensualmente en lustrosas lascas, descansando sobre un untuoso hummus de lentejas de Lanzarote y, de nuevo, la subyugante dulzura de la batata ecológica.

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Cherne sobre hummus de lentejas. Foto: Xavier Agulló.

Apetecen burbujas, las de Bermejo Malvasía, que resplandecen con elegancia para brindar a la caída del sol, un poderoso contraluz desgarrado por la quebrada. Y la tarta de queso de leche de cabra se amorosa con el helado de higo chumbo; y las natillas de batata se rinden al helado de galleta y gofio; y el mar bate y bate tras las cristaleras.

 

Y el espumoso que no cesa…