Tinta y chapapote

Un Comino

Se acaban de cumplir 18 años del hundimiento del Prestige, posiblemente el desastre ecológico más importante en las costas españolas. El Atlántico y el Cantábrico, sobre todo en Galicia, se convirtieron en aquel entonces en una espesa manta mortuoria tendida sobre las vidas marinas y sobre la de muchos de nosotros.

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Los más veteranos que siguen este espacio lo retendrán tan vívidamente como yo en sus memorias. De aquella tragedia recordamos básicamente dos cosas: las olas de la Costa de la Muerte vomitando chapapote –como decían los gallegos y acabamos diciendo todos los que siempre habíamos llamado galipote a aquel alquitrán viscoso– y la espontánea y masiva reacción social, primero solidaria y después reivindicativa: «nunca mais».

Vivimos ahora tiempos socialmente turbulentos, como aquellos, solo que el enemigo de hoy es invisible y es más difícil encontrar al responsable y asignar la culpa. Las certidumbres que ahora no tenemos facilitaron entonces la progresión histórica. Los humanos siempre echaremos de menos los tiempos de las luces porque suelen ser cortos.

Cada década –cada dos como mucho– nuestras acomodadas, predecibles y rutinarias vidas se ven sobresaltadas por un desastre que nos reconecta con nuestra pequeñez como especie y borra con la velocidad de un láser ese pensamiento colectivo que nos hace creer que somos la especie elegida del planeta. La calma del sapiens llega cuando consigue respirar sin prisa y mira a la naturaleza, al mar especialmente, sobre todo aquellos que llevamos el salitre en nuestra hélice de ADN desde niños.

Un mar poderoso

Desde ese mundo marino llegan habitualmente malas noticias, pero también muchas buenas. Un océano poderoso como el Atlántico –y su hermano menor el Cantábrico– pudieron con aquella pandemia negra que brotaba del viejo petrolero griego y una generación después el problema ha quedado archivado y casi sin efectos secundarios, convertido en una efeméride que desempolvamos solo en aniversarios redondos como éste. Ojalá.

El mar es más poderoso de lo que creemos los prepotentes sapiens de tierra. En él reside no solo la sorpresa sino también la capacidad de sorprendernos. Veinte años después de las luces rojas, de los primeros controles de uno de los stocks pesqueros más demandados, el atún rojo del Mediterráneo, ha dejado de ser una especie en peligro de extinción. Lo que hacía falta –solo o sobre todo– es parar el maltrato. En cuanto dejamos de hacerlo el gran nadador regresó como solía. Igual ocurrió en el Cantábrico con la anchoa, bocarte o boquerón, como se quiera llamar, que hoy forma un rebosante stock pesquero con garantías de sostenibilidad.

El mar es fuerte, con capacidad de regenerarse en espacios de tiempo al alcance de la longevidad humana. En los océanos aún estamos a tiempo de que todos nuestros desmanes pasados tengan solución, algo que ya no se puede afirmar con la misma rotundidad de los que hemos cometido en tierra. Tenemos trabajo.

 

El pulpo gallego, en peligro

El último en llegar a la enfermería es el pulpo gallego. En Galicia se ha encendido otra alarma ambiental, económica y también identitaria. El pulpo ha desaparecido como por arte de magia de las nasas de los pulpeiros y, por ende, de las potas de las pulpeiras y el que inunda las fiestas populares empieza a no hablar en gallego. En las lonjas de la Costa de la Muerte la venta de pulpo ha caído un 73% en un año. Las 32 toneladas capturadas hasta octubre son muchas menos de lo que solo la lonja de Fisterra comercializó entre julio y noviembre del año anterior.

Las nasas, la principal herramienta de trabajo de la flota artesanal de la comarca, amenazan con convertirse en algo residual. ¿Desapareció como por arte de magia? Hay cofradías que piden una veda mucho más larga que el actual mes de parada; otras no saben qué pensar. ¿Es un problema coyuntural, sistémico, un castigo divino? ¿Qué está pasando?

La terrible imagen de las nasas vacías ha despertado la preocupación hasta de la Xunta. Debates sobre pulpo en el Parlamento regional. ¿Qué sería un gallego sin pulpo autóctono que echarse a la boca? ¿Qué dirá la historia si estas generaciones de gallegos acaban con un tótem como el pulpo, ese animal que la culinaria de la tapa ha convertido en uno de los grandes ‘best seller’?

Cuando nos interesamos por sus posibilidades culinarias descubrimos que –por el tamaño de su cerebro y sus habilidades cognitivas– hablamos de una de las criaturas más inteligentes del reino animal. ¿Se está protegiendo? Hacen falta tiempo e inversión científica para conocer la realidad con precisión. Pero incluso en estos tiempos oscuros no hay que olvidar la máxima con la que empezaba este artículo: el mar devuelve con creces todo el respeto y cariño que se le ofrece.

Si hacemos las cosas bien seguro que a no tardar mucho las nasas volverán a pesar como solían. Mejor tinta que chapapote.