La gastronomía y la cocina son para la mayoría de los homoedens fuentes de donde beben y comen sus sentidos para producirles placer. Son, casi siempre, en principio, escarceos amatorios, noviazgos de boca de juventud, aventuras que luego, la mayoría de las veces, quedan en amores crápulas o affaires de cocinillas, salsas de fin de semana y vacaciones o tórridos romances con menos vocación de permanencia que un suflé. Una búsqueda del ocasional gustazo propio.
Pero para unos pocos perturbados, la cuestión no consiste sólo en darse él el lote, sino que quieren hacer de éste jobi/vicio algo más perdurable. No se dan por satisfechos pues les sabe a poco el entremés y deciden echarle huevos, ir más allá del simple gusto por la culinaria, eligiéndola como la droga propia de entre las muchas que hay. Para ellos conformarse es someterse y actuar es lo inteligente, aunque este avanzar y profundizar en la relación suponga un comprometido riesgo. Hacen de esta hermosísima dedicación su amor verdadero, están seguros de haberlo encontrado y la eligen como compañera/o, en la pobreza del pan y cebolla y en la riqueza del caviar y champán, hasta que la muerte les separe.
En todo caso, será un camino más que probable al desengaño y la desilusión, pues, como casi todos los grandes ideales, éste también se consume a sorbitos y se aja al paso del rutinario tiempo. Te agota y se agota. Pierde la frescura de sus iniciales cualidades, por muy acorazonada que sea la cámara donde lo refrigeres, y se corrompe en sueños rotos. Al final queda la cruda y desnuda realidad del objeto de su amor. La que es, la que siempre ha sido. ¿Mejor amar y desconocer? No.
Para amar es esencial conocer desde el principio, saber y ser consciente de cómo se cuecen aquí las habas y aceptarlo sin más, que la psique del gusto gusta de variar. Que se puede y debe cambiar de menú a menudo, renovarse con cambios que traerán sobresaltos en las sensaciones, ilusiones y emociones de la pareja. Cocinar con el alma para rebuscar y revivir recetas magistrales con las que hacer vitalicio este amor por la gastronomía. Esta repetida pérdida de virginidad es lo que llamo Cocina Recreación.