Oriente y la comida que cura

Tribuna

Flirteo con la cultura y la medicina oriental desde hace unos años. Me asombra su conocimiento de los alimentos y sobre todo de las propiedades que van más allá de la pura alimentación. Será porque siendo de pueblo, la cultura de curarse a través de la comida me llega como algo habitual. No hace falta un gran ejercicio de memoria para saber que no existían soluciones milagrosas para un catarro o un resfriado; bastaba una infusión de tomillo con miel y zumo de limón, o unos vapores de cebolla cruda que despejaban las vías respiratorias y calmaban la garganta. Hay muchos ejemplos de elaboraciones y alimentos que usaban nuestras abuelas para tratar diversos males, y es normal que otras culturas hayan seguido el mismo camino.

 

Una de las diferencias entre oriente y occidente es que allí perdura ese legado y convive a con la farmacología moderna. Es el caso de la medicina china, fundamentada y avalada por mas de cinco mil años de ejercicio. Para seguir leyendo, animo a cambiar un poco nuestra forma de contemplar los productos y dejarse llevar por un relato que parte de una filosofía muy distinta a la nuestra.

 

Voy a evitar profundizar en conceptos que puedan sonar un poco extraños, para centrarme en el tema de la comida y sus propiedades. Antes, debo explicar que esta cultura predica el equilibrio entre cuerpo, mente y espíritu, como ya hizo la Grecia clásica. Algo lógico por otra parte; lo ideal para mantener una vida sana es mantener el equilibrio entre los diversos ámbitos que rigen la existencia. Nuestro cuerpo y cada elemento que lo compone también deben mantenerse equilibrados. Lo podemos entender aplicando parámetros occidentales: si tenemos un exceso de azúcar en sangre debemos reducir o evitar una serie de alimentos; lo mismo pasa cuando hay un exceso de acido úrico.  Muchas disfunciones se abordan en occidente con tratamientos farmacológicos, reforzados con pautas de alimentación.

 

Lo que plantea la medicina china es que a través de la comida podemos equilibrar las disfunciones que hayan podido generarse. No se trata únicamente de evitar los productos que van a empeorar la afección; los fundamentos orientales plantean el estudio del desequilibrio y proponen contrarrestarlo con productos dotados con las propiedades adecuadas. Los alimentos tienen funcionalidad, tonifican y estimulan una parte o una función del cuerpo, y son usados para equilibrar un órgano determinado cuando existe una deficiencia.

 

Sin querer abrumar con nombres en pinyin, comentaré conceptos que seguro nos sonarán y podemos relacionar aplicando un poco de sentido común. La cultura china habla de Qi, que es la energía que tenemos todos. Cuando hay una deficiencia, aplican productos que mejoran la cantidad y calidad de la energía que contiene el cuerpo. El arenque, el arroz, la avena, la caballa, las cerezas, la carne de ternera o el jengibre son parte de un amplio listado de alimentos que tonifican el Qi.  Si tenemos poca energía o nos sentimos cansados, deberíamos incorporar alguno de ellos a nuestras comidas, hasta recuperar esa vitalidad menguada.

 

Veamos otro ejemplo. Imaginen que tienen un exceso de humedad, un término que hace referencia al exceso de líquidos retenidos en el cuerpo, y que pueden derivar entre otras cosas en flema o mucosidad. Según la medicina oriental, el exceso de humedad puede ser causado por la falta de ejercicio o una combinación inadecuada de alimentos. Aconseja, obviamente, reducir su ingesta para que no se agrave esta tendencia. Entre ellos están el azúcar, las grasas saturadas, el pan y sus derivados o los productos lácticos. Para poder regular este exceso de humedad y eliminar la flema, se sugieren productos como ajo, almendras, berros, cebolla, champiñones, piel de limón, manzana, naranja, té o tomillo.

 

Aquí no acaba la cosa. No solo hay productos tonificantes que ayudan a equilibrar las deficiencias que podemos padecer. Para la cultura oriental también es importante la temperatura a la que se consumen o, mejor dicho, a la que se cocinan. No es tanto una cuestión de grados; tiene que ver con su efecto en el cuerpo según aporte calor o frío, que afecta el metabolismo después de la digestión. Las personas con poco calor corporal o con patologías de frío, necesitan consumir alimentos que generen más calor y viceversa. Es una forma distinta de entender la comida y la cocina, siempre bajo esa mirada que va más allá del acto de alimentarse.

 

Habrá cosas que nos parecen obvias y que si nos paramos a escuchar a nuestro cuerpo seguramente hacemos por inercia. Cuando tenemos frio nos apetece algo caliente, quizás un caldito, un guisote o un potaje, y cuando tenemos calor preferimos elaboraciones crudas, marinadas o con aliños refrescantes. También lo tiene en cuenta la medicina china. Un camino para curar a través de lo que comemos y la forma en que lo comemos y, al mismo tiempo, la base de una forma de vida consciente. Un tema interesantísimo del que hay mucho escrito para poder curiosear más.

 

Parafraseando a Aristóteles, podríamos decir que somos lo que comemos y como lo hacemos cada día, de forma que la excelencia no es solo el resultado de un acto sino de un hábito que nos mantiene sanos.

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