La historia ya lo contempla
“…Love is all around «we» / Love can’t get our minds off / We love you, we love you…”
Rolling Stones
Una de las últimas veces que compartí vida y risas con Juli fue en un vertiginoso viaje desde Rubí hasta El Bulli, a 200 por hora (sic) –“las multas las pago yo”-, adelantando por el arcén y con los Stones atronando en los altoparlantes de la van… Luego, ya en Montjoi, El Bulli cerrado y vacío, nos sentamos en los sofás de la mesa de arriba, al fondo, y dejamos que los recuerdos de tantos años nos invadieran de alegrías y melancolías, de grandes hitos y anécdotas irreproducibles… Ese día acabamos jugando al ping pong en la mesa del comedor de su casa, en una más de aquellas “performances” surrealistas que hicieron de él uno de los tipos con el humor más ingenioso y complejo que haya visto jamás. Luego, las siguientes veces que nos vimos, con Juli mucho más calmado gracias a la medicación, nos dedicábamos a buscar rincones “con cobertura” (así era como denominaba a los lugares en los que se podía fumar, poniéndose el paquete de Marlboro en la oreja a modo de móvil) y deleitarnos en el humo y conversaciones sinuosas…
Y hoy lo despedimos. Pero, como me dijo ayer Pitu Roca con su rara sabiduría y sensibilidad, “después de llorarlo, ahora empezamos a recordarlo sonriendo”. Verdad, Pitu. Porque mira que nos reímos… Desde los remotos tiempos, cuando lo conocí mercadeando con discos que se traía del extranjero y que luego vendía a las radios más osadas –como Radio Juventud– hasta hace pocos meses. En medio, días y noches para llenar todo el pantone de colores. La noche que descubrió como cliente a Robert Crumb (el mítico dibujante de cómics), entonces ya con 70 años, y se lanzó al suelo en una adoración espontánea para sorpresa de los comensales; esos chapulines que se trajo de México y me regaló; el show que se montó en la rueda de prensa de la Dokumenta de Kassel, cuando todos fuimos artistas; las madrugadas de inconfesables densidades en aquel Bulli que se abrió en la discoteca Pasarel.la de Roses durante un verano; los cursos en Montjoi; la sesión stoniana que nos regaló el día de cierre de El Bulli… Una vida entera que, cuando tenía ocasión, le pedía que me repitiera y repitiera…
Ayer ya se dijo en los diferentes medios todo lo que Juli hizo y aportó a la cocina contemporánea mundial. No voy a abundar en ello; aunque sí debo decir que fue siempre visionario (desde que de adolescente ya imaginaba y elaboraba sistemas de gestión y escandallo para su padre) e innovador; y que muchas de las cosas que han cambiado la sala y la restauración en estas dos últimas décadas se deben a él.
Juli, jeans y camisa de cuadros militante, cambió el restaurante en la misma medida que Ferran cambió la cocina. Juli es, en realidad, el gran protagonista de la historia de la revolución gastronómica más grande jamás contada.
Y si hoy estamos aquí, te lo digo, es porque un día tuvo un sueño maravilloso y fue capaz de meternos a todos en él.
Seguiremos soñando a todo volumen como nos enseñaste, Juli. Y te seguiremos soñando a ti, viejo amigo.
Como dice Pitu, sonreiremos. E incluso nos partiremos de risa.
Hasta siempre, Juli, hermano.
“Wild horses couldn’t drag me away; Wild, wild horses we’ll ride them some day”
Rolling Stones
Juli Soler Premi Gueridón de Oro – San Sebastián Gastronomika 2011 from Visual13 on Vimeo.