
El sol de abril reverberaba sobre los tejados del Hotel Don Pepe de Marbella y sobre las cabezas de los que hacíamos guardia ante aquel Comedor de las Maravillas, mientras un nutrido grupo de calímeros se acercaba por el paseo marítimo. Ante ellos marchaba un bizarro marbellí, lucía pelo rapado y mejillas rasuradas, usaba gafillas que distraían de su aguda mirada y vestía blanca chaquetilla al estilo de los antiguos cocineros.
-¿Cómo fue la campaña de invierno?
-Afortunadamente se acabó.
-¿Dispuesto a reabrir tus cocinas?
Volviéndose como quien no quiere la cosa hacia las enclaustradas puertas y ventanales, Dani Dada pronunció sin más las palabras mágicas: ¡Ábrete Calima! y Calima, respondiendo obediente a la voz de su amo, se abrió de par en par una vez más.

Se alzó la oscuridad y la malagueña luz primaveral invadió de nuevo aquella Sala de los Tesoros donde jeque y cuadrilla habían ido atesorando el preciado botín que su imaginación culinaria había plasmado en los nuevos menús. Iluminados por esa claridad meridiana, los honrados y afortunados cuarenta primeros ladrones del sabor mediterráneo fuimos servidos a placer, en bandejas de plata y a pedir de boca de cuanta opulencia y suculencia había allí alhacenada.
Semipreciosas olivas, ajos y coliflor encurtidas en jade, ópalos y malaquita; rubíes, esmeraldas y topacios como tomates en campo de vegetales; brillantes quisquillas sobre frío nácar de ajoblanco; transparente cristal de camarón y de murano para el champán; anillados alternos de mica blanca y rosa engarzados en collar de cigala motrileña; balas de plata y patata; ovaladas y redondas perlas de coquina embarazada y olorosa cebollita; roca de oscuro y acaramelado ámbar de ciruela aprisionando un corazón de foie; diamantina pescadilla reflejada en su lemonada infusión; perfumes andalusíes sobre ibérico conejo por Acá y cus-cus y Ras el Hanout por Alá; apiñado iceberg de hielo nítido de Sierra Nevada y huerto de negra y oreada tierra de cacao donde madura la dulce zanahoria.
Nunca vi mayor esplendor ni semejantes riquezas en el Alándalus, nunca fui agasajado con tal exquisitez como en este reino de Dani Califa de Calima.