52 Albariños

Cambados. 1953. Dos familias de viticultores, los Zárate y los Botuna, se disputan la supremacía en un vino sin ningún prestigio, el Albariño. Para evitar males mayores, deciden mostrarlos ambos en el pueblo y aceptar el dictamen de los lugareños tras una cata popular. Comienza la leyenda.

2010. Cambados. Los 17.000 habitantes de la población se multiplican, el primer fin de semana de agosto, en 300.000. Es la gran fiesta de la ría de Arousa, la Festa do Viño Albariño, declarada de interés turístico nacional y referente canicular del dislate y la celebración pagana alrededor del ya llamado “príncipe de los vinos”, el Albariño.

57 años nos contemplan. Y de un reto entre familias hemos llegado a hoteles sold out y conciertos gratuitos de Hombres G. Y Cambados completamente tomado por una hueste mezcla de “colliteiros” y marchosos, gourmets y canallas. La alameda, flanqueda en toda su longitud por los stands de las diferentes bodegas de Albariño, bulle y bulle de densidad hasta las tantas de la madrugada, en una macrofiesta donde cada vez más mandan los jóvenes, atraídos por la programación en vivo… Con una singularidad: donde se sospecharían botellones horteras y cubatas guarros, menudean las botellas del aromático vino de las Rías Baixas. Una imagen sorprendente que, dejando aparte los excesos (delatora esa camiseta con la leyenda “no necesito divertirme para beber”), debería ser inspiración para otras Denominaciones de Origen españolas de cara a lograr una percepción del vino positiva entre la juventud colonizada por los tragos fuertes.

Pero en el centro de toda esta movida está la incógnita de cuál será el mejor Albariño del año 2010. Vamos bien, no obstante, porque la cosecha correspondiente, la de 2009, ha sido considerada por el Consejo Regulador como “muy buena”. ¿Y cómo funciona la cosa? Pues, básicamente, como hace 57 años, aunque de forma mucho más profesional. Fue Manuel Fraga quien, hace unos 20 años, decidió darle un empujón definitivo al tema, y a partir de entonces la decisión final se entrega a un panel de catadores profesionales y a prestigiosos bodegueros y periodistas especializados. El formato tiene algo de salvaje. Para entendernos, las semifinales exigen la cata, a las 10 de la mañana, de 52 Albariños, afortunadamente divididos en dos grupos de 26. Así y todo, la prueba es todo un tour de force con el café todavía en la boca. La gran final, el domingo, se decide entre los 12 finalistas.

Pero antes de todo esto Cambados y sus alrededores comparten protagonismo con el vino, tanto en lo geográfico como en lo gastronómico. Este año, para sorpresa de romanos y cartagineses, con un personaje polémico: Toñi Vicente. Esta conocida cocinera fue, hace poco más de un año, portada en todos los medios debido a su detención por haber adquirido vieiras frescas a unos pescadores furtivos de la Ría de El Ferrol, zona considerada contaminada por las autoridades competentes. A pesar de que esta práctica era habitual entre los chefs (luego los bivalvos se limpian y se preparan convenientemente), y a pesar de que Vicente está considerada la “madre” de la nueva cocina gallega (tuvo una estrella Michelin), algunos medios no tuvieron piedad y, a despecho del apoyo que recibió de todos los grandes cocineros españoles, fue crucificada sin adjetivos. Su restaurante tuvo que cerrar y Toñi se perdió en el anonimato… Pero ha resurgido. En A Revolta, muy cerca de Sanxenxo. El establecimiento, en el que la cocinera ha puesto todas las ilusiones de un nuevo futuro (todavía está a la espera de juicio), quiere ser una vindicación de la cocina gallega de siempre, aunque resulta inevitable el toque contemporáneo personal con el que Toñi cambió para siempre la sencillez de aquella coquinaria. Salmón marinado con gelée de tomate y helado de queso de O Cebreiro, merluza de Celeiro en emulsión de limón e infusión de pimiento verde, entrecotte de ternera en su propio jugo y ensalada de raíces…

No es la vuelta de Toñi la única sorpresa culinaria de la Fiesta del Albariño 2010. Porque Yayo Daporta, cocinero del restaurante más pintón de Cambados, se ha querido proyectar definitivamente al estrellato con su menú más osado, toda una soflama vanguardista donde los berberechos con crema de cachelos, allada y alga codium, las ostras en ceviche, el bogavanate con salpicón de su cabeza y emulsión de su coral y caviar o la dorada de anzuelo asada con tallarines de wakame estofados con tocino ibérico, pregonan la modernidad y la proyección cosmopolita que quieren ser emblema de las Rías Baixas. Contemporaneidad que, sin embargo, convive con la fascinación inevitable por el marisco puro y duro y con el anacronismo de la parte oficial de la Festa do Viño Albariño. Toda una metáfora de nuestro país, que sigue navegando entre lo más tradicional y lo más vanguardista sin acabar de creerse que la línea del tiempo corre en una sola dirección.

Porque mientras los albariños se lanzan a la conquista del mundo gracias a las nuevas tecnologías que lo han convertido de un vino de estricto año en gloria “de guarda”, las rancias capas del Capítulo Serenísimo del Albariño siguen manteniendo el regusto kitsch con una celebración a la antigua usanza. Procesiones y gaitas. Recepción en el Pazo de Fefiñanes. Promesa públicas de consumo de Albariño bajo el antitético epígrafe de “serenísimo”…

Como es habitual en la fiesta, gran despliegue del PP. Nuñez Feijóo, Ana Pastor, Mariano Rajoy (sin cinturón de seguridad pero embozado) y, naturalmente, “Don Manuel”, ya muy fatigado físicamente y llevado en volandas por dos asistentes. Todos ellos, tras el concierto “gaiteiro”, presidieron la comida al aire libre donde, después de la tarta de Santiago, se anunciaron los vencedores del Concurso, afortunados bodegueros que, en palabras de un dirigente del Consejo Regulador, “van a vender toda su producción gracias al premio”. Tercero: O Casal. Segundo: Pionero, de Viña Almirante. Primero: Señorío de Rubiós, de Coto Redondo.

Ya bajando por la calle hacia el mar, con el recuerdo de nécoras y bogavantes, de pulpos y vieiras, de las flores y las frutas del Albariño, llegan desde la lejanía los ecos de una gaita distante… Y uno se jura que el año que viene, volverá a Cambados.