José Antonio Aguirre, el hombre que danza con las abejas

José Antonio Aguirre Castorena soñaba de niño con ser atleta de alto rendimiento, pero el destino lo guió a la danza folclórica, que practicó durante veinticinco años. Nunca imaginó que esa disciplina, lo convertiría en un gran apicultor. Fabiola de la Fuente nos cuenta la historia el hombre que danza con las abejas.

Las abejas danzan. El ballet que ejecutan con espléndida precisión es también un lenguaje que comunica a la colonia donde se encuentra una fuente de alimento. De esa danza simultánea, depende la vida de la colmena. De la danza de José Antonio y su sincronía con las abejas, depende su vida, pues trabajar con un enjambre alterado es de alto riesgo.

 

Su encuentro con las abejas fue fortuito. José Antonio era asesor de empresas tanto en administración como en prácticas de inocuidad y su padre, Antonio Aguirre García, era director de una escuela en Ensenada, Baja California, ciudad a la que llegó de joven para asentarse y formar familia, lejos de su natal San Julián, en el Estado de Jalisco. En 2015, uno de los profesores de la escuela donde trabajaba, los invitó a un apiario en el Valle de Guadalupe. “Mi papá quedó fascinado con el mundo apícola y comenzó a dedicarle buena parte de su tiempo. Yo me involucré para estar con él, pero de inmediato me atrapó”.

José Antonio Aguirre.
«En cada rescate me tomo unos minutos para hacer una meditación».

Al principio se enfocaron solo en la apicultura, pero al poco tiempo su papá lo convenció de hacer rescates y reubicación de colmenas, pues en la pequeña ciudad portuaria no había mucha gente especializada. “Mi padre se dio cuenta de que los bomberos se encargaban de retirar los panales asentados en lugares de riesgo, pero no tenían equipo adecuado ni conocimientos; entonces, cuando eran casos complicados las eliminaban y ese fue el motivo por el que comenzamos a apoyarlos”.

 

Les tocó de todo: colmenas en contenedores de basura, postes de luz o en anuncios del OXXO. Enjambres en palmeras, letrinas de rancherías y hasta en viviendas de lechuzas.

 

Abejas en la viña

 

“Algunas bodegas les construyen casitas sobre los viñedos a las lechuzas, pues son depredadores muy eficaces contra topos y liebres, pero hay abejas bribonas que las corren de ahí, apoderándose de sus residencias. Antes nos pedían que nos las lleváramos lejos, pues hay una creencia de que las abejas dañan las uvas, pero no es verdad, ya que por la forma de su mandíbula no pueden morderlas, lo que hacen, es limpiar los restos que dejan otros que sí las picotean, como pájaros y avispas, evitando que se desarrollen bacterias. Por esto y por la polinización, que hace posible la producción de semillas y frutos hasta a cinco kilómetros a la redonda, cada vez más bodegas quieren apiarios”.

Enjambre reinstalado en una vieja barrica.
Enjambre rescatado de una vieja barrica. 

En la vitivinicultura, se ha demostrado que las abejas son fundamentales, pues además de lo que José menciona, los polinizadores pueden mejorar el cuaje y prevenir el millerandage (formación de bayas sin semillas), además de que mejoran las condiciones de los cultivos de cobertura que brotan entre los viñedos, esenciales para la fijación de carbono y nitrógeno en el suelo y de paso, para la belleza y equilibrio de entorno.

 

“El rescate de una colmena o de un enjambre, es una labor que requiere mucha paciencia y capacidad de observación -comenta José con voz serena, analgésica-, primero hay que ubicar y resguardar a la reina y esto solo es posible agudizando los sentidos. Las obreras que se encuentran cerca de ella, tienen un comportamiento distinto, se mueven diferente y ella emite un sonido muy particular, que alcanza a percibirse de entre todos los zumbidos, solo si se sabe escuchar”. Algo me dice que José Antonio no solo se refiere a prestar oído a las abejas, sino a la vida en general.

 

Una vez que la reina es localizada, se pone dentro de un clip, más parecido a una pinza para el cabello, que a un sujetador de papeles. Entre los ‘dientes’ del dispositivo, entran y salen libremente las demás abejas, sin darse cuenta de que ella está cautiva. El aparato se coloca con la matriarca dentro de una cámara de cría cerca del panal -si se trata de una colmena- o del enjambre -si es que aún no están formalmente instaladas-, para que las abejas la sigan percibiendo y no emprendan el vuelo en una búsqueda frenética.

 

El cuidado de los aposentos

 

El cajón debe estar muy limpio y esterilizado solamente con fuego, nada de químicos u otras sustancias; cualquier olor extraño podría incomodar a la realeza y arruinar la misión. Las abejas tienen un olfato ocho veces más potente que el de un perro. Una vez acomodada la monarca en sus nuevos aposentos, llama a la colonia para que tomen posesión del espacio, en el cual se colocan bastidores de cera estampada con el clásico patrón de panal, para facilitarles la mudanza.

Ayudan a las abejas a reinstalarse.
Ayudan a las abejas a reinstalarse y evitan que las sacrifiquen.

Pero eso no es suficiente para quedarse. “Hay varias condiciones para que una colonia se sienta cómoda: debe existir alimento basto en un rango de tres a cinco kilómetros y no puede haber otra colmena a menos de esa distancia. Es importante que haya un punto energético con ciertas condiciones electromagnéticas; por decirlo de alguna manera, el lugar debe tener buena vibra. Ciertos ruidos y movimientos las molestan. Yo, por ejemplo, no contesto el teléfono mientras trabajo con ellas, y cuando es una especie más sensible o agresiva, ni siquiera acerco el celular”.

 

Las abejas melliferas se reubican en apiarios que cuentan con cítricos y flores, las más dóciles pueden estar cerca de asentamientos humanos y lograr una sana convivencia. “Hay ranchos que adoptan colmenas para que polinicen, otros porque les gustan. Nosotros ponemos cámaras de cría, bastidores, cera estampada. Es una actividad muy costosa. Las abejas se enferman, hay meses sin alimento y no siempre producen miel. Parte de nuestro trabajo es procurarles todo y no sobreexplotarlas, dejarlas ir a su ritmo, por ello el trato con los lugares es que ellos se benefician de la polinización, pero nosotros cosechamos la miel y la comercializamos para poder mantener el apiario”.

 

Flora y fauna nativas

 

 “No todo se trata de la miel, pocos saben que el 95% de las abejas son nativas y viven en solitario. Polinizan las plantas locales que a las otras no les gustan, por eso también hay que cuidar a estas especies sembrando plantas autóctonas, no solo variedades europeas o de ornato; hasta en eso nos involucramos. Es imperativo lograr un equilibrio y no saturar de apiarios, porque hay otros polinizadores -colibríes, abejorros, mariposas o hasta la avispa de higuera, que es el único polinizador del higo-, que también coexisten con las abejas. Quienes van solo por la miel, no se interesan en nada que no deje dinero, saturan de colmenas e invaden el espacio de otros polinizadores, acabando con el equilibrio”.

 

Hay otros casos aún más dramáticos: “Imagínate, la Comisión Estatal de Servicios Públicos de Ensenada me está pidiendo ayuda para retirar colmenas de veintiún registros de agua. Pero no cuentan con recursos y yo he financiado algunos rescates anteriores, pero tantos no me son posibles y tengo que ingeniármelas para involucrar a los colonos o a otras instancias para obtener financiamiento y que así las instituciones no opten por aniquilarlas”.

El cajón debe estar muy limpio. El olfato de las abejas es ocho veces superior al del perro.
El cajón debe estar muy limpio. El olfato de las abejas es ocho veces superior al del perro.

Con la intención de hacer un proyecto sustentable y sostenible a largo plazo, José Antonio desarrolló en plena pandemia Colmenas del Valle, apicultura consciente e incluyente, cuya imagen y productos lanzó un 20 de mayo, día de la abeja, y mes de cumpleaños de su padre, quien tuvo que retirarse de la apicultura debido a su avanzada artritis. “Empezamos con la miel, pero ahora tenemos una línea de salud y belleza que incluye bálsamos para rostro y labios, propóleo o hidrosoluble y jabones, pronto lanzaremos velas también”.

 

“Mi concepto de apicultura consciente e incluyente, inicia desde el manejo de las abejas, que se hace con más cuidado y mayor calma, evitando dañar a cualquier ejemplar.  Nuestra intención es que todas vivan.  En la apicultura tradicional, con tal de avanzar abren y cierran cajones rápido y matan a las que estén en el camino, estresando a todo el enjambre. Es como si les cortaran un dedo”.

 

“En mi caso, la calma y la consciencia plena son tan importantes, que antes de cada rescate me tomo unos minutos para hacer una meditación, enfocándome solo en ellas. Respiro. Dejo todo lo que traigo a un lado: mis preocupaciones, mis emociones, incluso mi alegría. Debo estar lo más neutral posible –zen-, para equilibrar mi vibración a la del enjambre.  Son miles, pero aún así son una sola y yo me vuelvo uno con ellas. Son parte de mi ser, de la relación y el respeto que tengo conmigo y con absolutamente todo cuanto me rodea, esa es la verdadera inclusión”.

 

Más apoyo

 

Colmenas del Valle se ha fortalecido con el tiempo y la labor de José Antonio goza cada vez de mayor reconocimiento: “En temporada alta, de marzo hasta finales del verano, a veces hasta septiembre u octubre cuando hace calor, como ahora, no me doy abasto y hay rescates que canalizo a otros compañeros, pues afortunadamente cada vez hay más personas con conocimientos y mayor consciencia”.

 

En diciembre iniciará un ciclo de pláticas para niños en el Colegio Inglés y también en una escuela de karate. Un par de vinícolas, Finca La Carrodilla y Casa Dragón, le están solicitando servicio de cuidado mensual de sus apiarios y la creación de productos personalizados. Ya hasta un fraccionamiento de lujo le pidió instalar colmenas para polinizar los jardines de las casas. Y claro, de alguna forma José se hará el tiempo para participar en ponencias y acudir a cuanto congreso acontezca. “Cada día surge un nuevo estudio sobre las abejas, un nuevo descubrimiento o técnica y es indispensable estar preparado y actualizado. Sabemos tan poco aún. Pero mi mayor reto es hacer los rescates sin traje de protección, ya casi lo logro”.

José Antonio Aguirre, el hombre que danza con las abejas.
José Antonio Aguirre, el hombre que danza con las abejas.

Su sueño es poner un santuario abierto al público. “Me gustaría que hubiera spa, area de terapias, sala de degustación como en las bodegas de vino, pero de mieles y un área para las abejas, donde sean libres. Es importante empezar a entender, cómo ellas ayudan al equilibrio del planeta, de una forma que no dimensionamos”.

 

José Antonio aprendió a danzar en armonía, primero con los humanos y luego con la colmena, volviéndose uno con ella. Sus movimientos son delicados, lentos, redondos, sin aristas. Verlo trabajar entre el humo y el suave zumbido de las abejas, es hipnótico, zen.

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