Su excelencia, que destaca tanto en certámenes nacionales como internacionales, es fruto de una materia prima autóctona con características organolépticas únicas, sumado al esfuerzo de la industria por ofrecer la máxima calidad.
Para ello, apuesta cada vez más por técnicas como la cosecha temprana, recogiendo la oliva durante el envero. Las cosechas son más limitadas y de menor rendimiento, pero con ello logran extraer aromas y sabores de valor incalculable.
Gran muestra del sensacional bagaje del AOVE malagueño es un palmarés plagado de medallas de oro, como los de Aceites Periana en Londres y Berlín, el AOVE Único de Mondrón en Atenas o los de Terraverne de Teba y Finca la Torre en Nueva York, este último considerado en tantas ocasiones como el mejor aceite de España, y por muchos incluso el mejor del mundo.
Precisamente estas dos últimas almazaras han sido distinguidas en los últimos Premios a los Mejores AOVE que, bajo la marca ‘Sabor a Málaga’, organiza anualmente la Diputación provincial. Ganador en la modalidad de frutado verde intenso, Finca La Torre Selección destacó por su gran complejidad entre notas herbáceas, vegetales y frutas verdes, y el 555 de Terraverne, en la de frutado verde medio, por sus notas silvestres y herbáceas.
Los acompañó en el podio La Laguna de Fuente de Piedra de la almazara El Labrador, que conquistó en la modalidad de frutado maduro con la frescura de sus notas verdes cítricas y frutas tropicales y el AOVE Legado de Hacienda de Colchado, que obtuvo una mención especial en la categoría de frutado intenso, por las cualidades de su aceituna verde, hoja de oliva y hortaliza, predominando la alcachofa, la tomatera y el pimiento rojo, con notas cítricas y almendra verde.
Y, junto a ellos, premiados de otros años como Monjas de Antequera de Molino Aceitera La Molina, Bravoliva de Ardales, Molisur, Finca La Reja, Sierra de Yeguas o Castillo de la Estrella, que conforman la lista de los AOVES de Málaga a lo largo de todo el planeta.
Introducido en la península por los fenicios, el olivo tiene en el acebuche silvestre su precedente, una variedad que aún se conserva en la provincia de Málaga, y que utilizan algunos productores para elaborar el aceite de acebuchina, un jugo salvaje y ancestral difícil de producir, con propiedades extraordinarias para la salud y el paladar. La oleica es, por tanto, una tradición en Málaga que data de miles de años, y que ha derivado en una muy profesional y próspera industria que aprovecha al máximo todas sus fortalezas.
Y, sin duda, una sus principales virtudes es la variedad de aceitunas que pueblan la heterogénea orografía de la provincia de Málaga, cuyos diferentes climas delimitan cada comarca.
Entre todas ellas destaca la hojiblanca, que predomina en la Vega de Antequera y es una de las más importantes en toda Andalucía. Su AOVE temprano es color verde intenso y tono dorado sobresaliente, con aroma frutado de hierba fresca, y ligero en amargor en garganta.
En la zona más oriental, la Axarquía, predominan la verdial de Vélez de sabor afrutado y dulce, así como el nevadillo blanco, mientras que en la Serranía de Ronda destaca especialmente la lechín de Sevilla, con un color blanquecino en la pulpa y sabores vegetales.
Otra de las más abundantes es la manzanilla aloreña, procedente del Valle del Guadalhorce y la Sierra de las Nieves, que posee una denominación protegida como aceituna de mesa, aunque también resulta apropiada para elaborar un AOVE de particular dulzura y tenue amargor.
Además de las citadas, la provincia de Málaga acoge otras variedades menos conocidas como la campiñesa, koroneiki, picuda, vidueña, pico limón o la gordalilla, entre otras, que son menos conocidas y con las que se elaboran también monovarietales o coupages de enorme calidad.
