La fascinación del ‘rambleo’ gastronómico. Bonus track: la cena ‘imposible’ de Unicef en el Arts
Ayer era sábado, cierto, pero llevo “rambleando” desde el jueves, el día en que todo cambió para La Rambla. El día que inauguramos Tast a La Rambla, esa feliz locura que nos ha devuelto, con aromas y sabores de las mil cocinas de Barcelona, la grandeur del boulevard más apasionado y cosmopolita de la ciudad. Ayer era sábado, sí; pero este relato empieza el viernes, con el I Concurs de Tapes Tast a La Rambla en el que serví como jurado… Y dice…


El recorrido en calesas desde Santa Mònica hasta Plaza Catalunya con todos los miembros del jurado trotando bajo el sol violento ya lo contó ayer el colega Garcia-Arbós. Pero, por razones de programación, Salvador tuvo que abandonar el recorrido por los 15 locales de La Rambla participantes en el concurso a mitad de “fiesta” y… ahí estoy yo, uno de los “supervivientes” de la gesta (te lo digo: cinco horas de bar en bar, de 11 a 16 horas, el sol como un gel enfebrecido pegado al cuerpo…). No voy a profundizar mucho en la cuestión concretamente gastronómica de los primeros seis locales (lee el texto de Salvador aquí abajo) pero sí en el resto y en el feeling global de los establecimientos y sus propuestas. Primera cosa (y no, no es un tópico): nivelazo sorprendente. Con todas las experiencias culinarias que ofrece Barcelona, parecía que La Rambla –exceptuando los must que todos conocemos- se había quedado muy atrás, más hechizada por el easy food turístico que por seguir la estela de los bares y restaurantes al frente de la clasificación. Parecía. La realidad es otra –las pilas se empiezan a cargar- ahora mismo, y la prueba palmaria de ello fueron esas cinco horas escrutando a 15 de sus locales. Tiempo de cambio en la restauración de La Rambla, amigos, y más cambios globales que se irán sucediendo en los próximos meses. Los ejemplos: el punto de corte con Salvador, ese timbal de tartare de tomate con todos los aditamentos del plato y el toque lascivo de la mozzarella del Cent Onze (frescura y buen rollito); el vaso de bacalao a la vizcaína de El Choquito (ahora, Boqueria), suavidad y suavidad; la Crema de La Rambla de Escribà (preparada real time por Pol), envolvente, flechazo dulce; la patata de Olot (rellena de carne y rebozada) de Casa Leopoldo; el capuccino de foie y manzana verde de Fonda España; la cocotte de berenjena agridulce con tomate y boquerón de Cañete, espectacular y luminosa; el rabo de buey de Kubik, melosidad; el arroz de lágrima ibérica del DO, impecable y glorioso; el pintxo de bacalao, txangurro y toque de pil pil de Amaya, elegantísimo; y ese arenque tocado de rábanos y pepinillos del extravagante Bosc de les Fades… Algunas mejores que las otras, cierto, pero todas con una actitud positiva, cocciones respetuosas, equilibrio, templanza… Otra gastronomía está creciendo en La Rambla.
Y el final. Ganador del concurso: Cañete y su berenjena de ensoñaciones mediterráneas. Y… Necesario, a última hora, establecer dos menciones especiales: el pintxo del Amaya y el tartare de tomate de Cent Onze. Había que hacer justicia. Y la hicimos…
“Porque hoy es sábado…” en La Rambla


Me gusta –lo vengo comprobando desde el jueves- llegar pronto a La Rambla, a Tast a La Rambla. Me gusta ver despertar los restaurantes, los bares, las pastelerías, las barras que llenan de madera y promesas culinarias La Rambla de Santa Mònica estos días. Tomar ese primer café en Illy –“espera cinco minutos que la máquina se está calentando”- y saludar al equipo. “Hey, Marc, te veo bien”. Todo se despereza y los primeros “ramblistas” ya curiosean en los mostradores y los primeros tickets se venden en las taquillas… Cada día me prometo cautela pero acabo vencido por el deseo… Sí, Claudio, ponme la hamburguesa… Y entonces ya todo fluye y el horizonte desaparece en un maelstrom gastronómico impagable… Fíjate: aquí, uno al lado del otro, los mejores establecimientos de Barcelona. Sin prisas y tan fácil… Hum… Siempre he sido un tipo fácil (aunque con una historia difícil). El bocata de ibérico con salsa de huevo de L’Eggs y Paco Pérez. El salmorejo con anchoa ahumada y queso Rey Silo de Llamber, la maravilla de Fran. Ese “festibun” de sobrasada que es un viaje de 20.000 leguas culinarias de By13. Las croquetas de Iván, de Mont Bar. Surgen los encuentros, las microcelebraciones apoyados en Damm o en Codorníu. Intercambio de placeres. ¿No has probado el mollete de Tickets? ¡Oh! Tienes que ir ya mismo al DO a darte un toque de su arroz, aunque hay cola… Perdona, paso un momento por el canelón trufado de Gaig. Con calma, con calma… Me prometo cositas leves: los buñuelos de espinacas del Suquet de l’Almirall; la ostra con ponzu de Espai Kru, las sardinas en escabeche de Bodega Sepúlveda… Las caídas son continuas a pesar de mis autopromesas: las punyetes de Casa Guinart, la ensaladilla rusa (brutal) de Casa Paloma, las bravas del Bohèmic, el McFoie de Carles Abellán, el atún de Balfegó…
Ala una llega el alcalde, Xavier Trias, a ramblear y, de pasada, a entregar los premios del Concurs de Tapes mencionado más arriba.
El día va pasando, el sol se apiada por fin de los rambleros y empieza a caer la tarde.
Camino a la moto, cansado pero brillando de sensaciones, voy preparando mentalmente el menú Tast a La Rambla que me haré el domingo.
Porque hoy es domingo y la fiesta sigue en La Rambla hasta la noche.
Bonus track: la cena ‘imposible’ de Unicef en el Arts.

Paco Pérez lo hizo. Parecía imposible, sí… Pero lo consiguió. Y reunió, en una cena “imposible”, a lo mejor de España con el fin de ayudar a Unicef. Nota: algunos de esos chefs en “doblete” con Tast a La Rambla. En el hotel Arts, claro. Y a pesar de que no se acabó de rematar la previsión (faltaron unas 20 personas), el inverosímil festival gastronómico, con música en directo de fondo, fue uno de los “actos del año”. 21 chefs, todos en persona, cocinando en vivo en los lenitivos jardines del Arts. Una “velada inolvidable”, por usar un tópico. Una cena estelar, una experiencia única. Una pasada, por resumir. Los chefs solidarios. Cierra los ojos e imagina… El jardín rumoreando… Blues sonando, los púlpitos con los chefs en el perímetro, esa brisa marina acariciando la piel… Y Martin Berasategui (espuma de jalapeño con helado de ajo negro, mahonesa de pepino, caracoles, navajas y berberechos; Joan Roca (terrina helada de espárragos blancos y trufa –la otra noche soñé con este plato…); Carme Ruscalleda (gamba sobre tostada de mar); Eneko Atxa (huevo de nuestras gallinas cocinado a la inversa y trufado); Paco Pérez, “el jefe” (gnochi de verduras, cigalitas y su americana; Andoni Luis Aduriz (texturas de cultura, bocadillo de kokotxas aliñadas); Dani García (yoghourt de foie con naranjas aromatizadas y nata de anguila ahumada helada); Diego Guerrero “dime ya algo, man” (taco de caviar); Ramon Freixa (esponja de jamón negro mar y montaña); Nacho Manzano (homenaje al tomate); Francis Paniego (las croquetas del Echaurren y callos de piel de cerdo a la riojana); Fina Puigdevall (huevo del gallinero con atún y mahonesa); Paco Roncero (filipino de foie gras y chocolate blanco con azúcar de cardamomo); Albert Adrià (foie gras en escabeche); Carles Abellán (sugerencia gastronómica del chef); «el Heavy” (tomate caprese,¡la puta metáfora!, Josean); Marc Gascons (gamba tibia de Palamós con su jugo y patata ahumada); Jordi Juncà “ja vinc, Jordi y Joan” (champagne shower); Paco Morales (fresas de la huerta con ajoblanco, tomates, mahonesa de pimentón y brotes del lugar); Albert Raurich (espárragos blancos con kimizu); y Pepe Solla (bocata soufflé de vaca gallega con queso azul de Prestes).
Y los jardines, y el blues, y esa bamboleo con micro, y los cocineros, y la buena onda… Y UNICEF, amigos.
A mí se me ocurren pocos escenarios más emocionantes…