De la Calle, De la Calle. Su apellido es un mero oximoron. Una contradicción en sí mismo. Por un lado, él es hombre de calle, de pateárselas, de ir de acá para allá sin rubor ni pudor; en ella echó los dientes para devorar el mundo y en ellas hizo su doctorado de la vida… y del amor también.
Pero al tiempo que las calles son durezas y grises y reflejos de la cruda ciudad que tantas naturalezas mata, él, al paso, se iba transformando en verde y reviviendo, recreándose en el gozo de aquellas vivencias de muerte, pero también en su interior, hacia la verdadera verdura, la huerta, el fruto, la fruta y la vida de natural. Esa que le ha llevado en su profesión, a una cocina de una sola vía, la de la vida descarnada.
Por el camino ha ido y ha vuelto y ha revuelto cuanto tenía que revolver y resolver, y finalmente ha recabado en su restaurante madrileño y capitalino actual: El Invernadero. Su significado quizás sea la solución imposible de su contradicción intrínseca; con él consigue regar sus adentros por goteo y estar a cubierto y a escondidas en plena calle, recreando así su exhuberante mundo vegetal a ojos vista.
Su huerto urbanita es total, es cocina de la vega localizada sin veganismos vanos; tan auténtica, franca y directa como lo es él en su afrancesamiento doctrinal y en su bravura personal; su disparidad es su valor, su acumulación de conocimientos y técnicas es su base y, todo ello, le permite construir un universo vegetal ignoto para la mayoría, con productos novedosos al paladar español y con mixturas realmente originales y sorprendentes: nabos, rábanos y zanahorias, aguacates y tomates, trufas, lechugas, kale, remolachas, cacahuetes y almendras, sandías y melones, manzanas y melocotones, hierbas y especias, pepinos y colinabos, champiñones y setas, ajos negro y blanco, vainas, piparras, etc… eran protagonistas de su último menú. El que ahora tiene y trae … mejor que lo vean en escena.
Rod Greenstreet ha rodado por los mundos que la naturaleza nos ofrece y los ha saboreado; ahora, en su sancta sanctorum, suma sumarum, asumidos y resumidos nos los da a saborear a nosotros y les juro por la gloria de mi madre, que son sabores únicos y excepcionales.