La Papa y el Rapto de Europa

Destilar es la única historia conjunta y distintiva en nuestro continente

Sin duda, el agua de vida es la única historia conjunta y distintiva de Europa. Nadie parece haberse dado cuenta aún pero así es. Destilar lo que tuviéramos a mano: bayas, grano, raíces, tubérculos, frutas o semillas, y bebernos a lo bestia el resultando, es decir, lo destilado, es lo que desde casi siempre, todos los hoy europeos, hemos hecho sin excepción aunque su iniciación se atribuya, allá por el siglo XIII, al uso que el médico catalán Arnau de Vilanova hizo de las sustancias volátiles del alcohol etílico agrícola. ¡Viva España!

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Aguardiente. Fuente: Sosa.cat.

A las pruebas que evidencian las bebidas nacionales de nuestra Europa me remito: aguardiente, orujo, ron, anís y brandis; whisky, maltas y ginebras; pastis, marc, calvados, coñac y eau de vie; vodkas, grappa, bagazo, kirsh, korn, bitter, genciana, advocaat, aquavit, sambuca, marraschino, biebrand, geist, genever, etc. Como ustedes pueden comprobar a simple vista, los hay de todas nuestras naciones, es impepinable, no hay pera Williams que valga, toditos todos alambicamos. Es una cuestión en la que no hay neuroescépticos.

Si hay, por lo tanto, un término, un concepto, un producto, una necesidad, una costumbre, una religión, una medicina, un idioma, un valor, una diversión, un amigo, una idea de vida común a los hoy comunitarios, esa es, ha sido y será siempre el aqua vitae. Lleva siglos levantándonos el espíritu, dándonos fuerza y poder, animándonos a continuar, a defender y atacar, ayudándonos a vivir y pelear. A morir, finalmente, si no queda más remedio.

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Destilar es una tradición antigua en Europa. Fuente: Foodandwine.

Con nada más noble ni más canalla contamos, con nada más democrático que equipare a ricos y pobres, hombres y mujeres, rubios y morenos, blanquillos y tostaos, norteños y sureños. Real y consustancial a nosotros mismos, está en nuestra constitución, en nuestro origen y nuestra sangre: es nuestro ADN. Que lo investiguen con el alcoholímetro y lo encontrarán constante, repetitivo, incansable, perpetuo, reenganchado. Alma Pater, por tanto, de esa única, nonata e imposible nueva Constitución que intentó serenamente ser y no fue en el fallido intento de unirnos al ras de iguales derechos y obligaciones. Irremediablemente, la fecundidad acompaña a la euforia vivificadora del consumo, procura el ideal embarazo y nos pone, aunque sea dando tumbos, en el camino de la vía europea. Porque no todos los caminos conducen a Roma, ahora lo sabemos. Porque su carencia nos desnorta y perturba, cada cual va a lo suyo y se pierde en las absurdas sendas de su idiosincrásico egoísmo patriótico y nacionalistón.

Aunque me cueste muy poco pensarlo y mucho decirlo -debo estar muy viejo- quizás sólo el curdo consumo irresponsable e inmoderado de nuestra agua de vida nos proporcionará la clarividencia que nos encamine a la sensata alegría de vivir en común-unión europea. Un mito demasiado envejecido en barricas, demasiado tiempo madurado y esperado, que necesita de tranca y de ebriedad. De consumo inmediato. Eso es.

Consecuentemente: ¡a la taberna, a la taberna!. Brindemos por ello, bebamos y empapémonos de nuestro pasado verdadero e inequívoco, pillemos la papa de extractos de nuestras raíces. Todas nuestras materias primas al alambique, nuestro real punto de encuentro. El intercambio, la mezcla, el mix, el mestizaje, de todas nuestras indicaciones geográficas de origen, su fermentación y redestilación, es la solución. Sólo de esa bebida espirituosa final, sólo de ese cocktail total, emergerá el verdadero y último espíritu europeo. Sólo de tal enaltecimiento resurgirá el rapto de Europa.

Brindemos pues por ella. ¡Salud y que viva La Papa!