Macallan, Perelada y Tchaikovsky

Un ‘finde’ de whisky contemporáneo y cisnes malvados

La autopista es cansina en estas primeras horas de sol lánguido y bochorno envolvente camino a Perelada. Presa de la monotonía, me enchufo el Autobahn de los Kraftwerk y así, entre la electrónica on the road, acelero en busca de lo que dará de sí la presentación de la nueva línea de los whiskies Macallan, “algo muy innovador”, me dijeron, que compartiremos con una radical versión de El lago de las cisnes en el auditorio del Castell de Perelada.

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La cata Macallan en Peralada.

La mañana transcurre plácida en la piscina del hotel Golf Perelada, con un sol ya orgulloso y una fresca sombra que me cobija mientras aprovecho para rematar algunos artículos perezosos. Tras un baño para limpiarme de teclado y Wifi caprichoso, como en el mismo hotel. Cocina sin sorpresas, con regusto atemporal: croquetas de ibérico; langostinos en tempura; anchoas a las cinco pimientas; steak tartare a la francesa servido, naturalmente, a la rusa; foie gras con mango y pasas y manitas de cerdo con langosta “sin trabajo”. Y la siesta…

Llegamos al Castell de Perelada hacia las ocho de la tarde, sin abandonar la sensación de sofoco canicular que se ve acrecentada con los cientos de personas que se mueven, charlan y beben por los jardines. Afortunadamente, tenemos reservada la zona VIP de Macallan, donde va a tener lugar el estreno de su nueva gama, la 1824 Series. Ciertamente no es muy habitual, en el conservador y lento mundo del whisky, un cambio radical de orientación. Pero los tiempos mudan y, ante los ataques de bebidas muy dinámicas como la ginebra y el vodka, la afamada casa bicentenaria ha querido apostar por un aggiornamento singular y osado. Si hasta ahora la línea de los whiskies Macallan se basaba en la Fine oak (el whisky se envejecía en barricas de Jerez pero también de bourbon, con presentaciones de añada -10, 12, 15, 17, 18, 21, 25 y 30 años), el nuevo fenómeno, la 1824 Series, se elabora únicamente con botas de Jerez y… ¡sin añadas! Es decir, se busca la excelencia en el trabajo de la madera sobre el whisky, independientemente de la edad del producto. Audaz, sí. Son muchos años de costumbre, de si el 12 años es mejor que el 18, o al revés, o si el 30 es una pasada o no… Las añadas, en la nueva filosofía Macallan, son una pesada carga, una restricción a la libertad del master blender. Y así, el whisky maker de Macallan, Bob Dalgarno, con 30 años en la house, se ha lanzado a lo desconocido. No importan los años, sino cuando el whisky madura.

Para abordar este cambio excepcional, Macallan se ha cargado de razones y hechos. Sólo botas 100% de Jerez, de roble sólo español (todo estrictamente sostenible), maceradas con Oloroso de González Byass durante dos años. Pura historia, por otra parte, ya que fueron esas botas las que, hace muchos años, cuando el whisky era blanco y de 65 grados, consiguieron una magia que es la que ha llegado a nuestros días. Se dice que fueron los destiladores clandestinos los que aprovechaban las barricas que llegaban de Jerez para mover su whisky por Escocia, y los que descubrieron de esta suerte casual las virtuosas sinergias entre madera y líquido.

Con todo, ¿dónde queda el parámetro «tiempo”? Los whiskies Macallan jamás tendrán menos de 10 ó 12 años, y sin máximo. El tiempo depende de la calidad, del punto óptimo. La nueva gama, por tanto, se convierte en la expresión perfecta del “whisky de autor”. De Bob. Y otro detalle curioso: esas botellas incorporan por primera vez la palabra “España” en la etiqueta.

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The Macallan Pure Wood Sour.

Vayamos al nitty gritty. Tres son las líneas de la gama: Amber, Sienna y Ruby. Repito, sin años. Elaboradas las tres sin colorantes, cada una responde a unas sensaciones, a unos momentos. El Amber es cítrico, floral, con toques de jengibre. El Sienna, acaso el más equilibrado durante la cata, “suena” a vainilla y manzana, a regaliz y cacao, es suave y voluptuoso y con recuerdos a pasas. El Ruby, el más potente y denso, entrega frutos secos, miel… Todos ellos, siempre con el roble como fondo –desde la sutileza del Amber hasta la profundidad del Ruby- y con una textura glamourosa y envolvente. Estamos ante el universo organoléptico Macallan, desde luego, pero interpretado de forma muy contemporánea.

Este carácter innovador lo vimos a continuación con el cóctel de celebración del evento, el Wood sour. Vaso previamente ahumado con las duelas de las botas de Jerez (con un soplete, perfecto), 2,5 cl de limón, 2,5 cl de naranja, 1 cl de Oloroso, 3 cl de azúcar líquido y 4 cl de Amber. Sueños de una noche de verano…

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El Lago de las cisnes por Les ballets de Montecarlo.

Tras la descarga Macallan, el espectáculo en el auditorio del festival de Perelada. Una obra también innovadora, polémica: LAC, versión de El Lago de las cisnes por Les ballets de Montecarlo. Una interpretación inquietante, la creada por el coreógrafo Jean Cristophe Maillot, donde los blancos habituales se tornan oscuridad y en la que el terror y lo ominoso triunfan en un vértigo seductoramente contemporáneo…

Todavía tuvimos tiempo, al día siguiente, de visitar la fascinante biblioteca del Castell de Perelada y su colección de cristal y, por fin, rematar gastronomías en el notable restaurante Sota Muralla, en el pueblo, con carpaccios de “aestivium”, “cap i pota” y cigala, risotto de sobrasada…