Así mismo. Como de juguete. De cartón piedra. De señorita Pepis. La guía roja, para ser más exactos, nunca ha sido una guía gastronómica; en realidad ha sido siempre una simple guía de viajes, «un listín telefónico» en palabras, ayer mismo, de Christian Millau, homenajeado en el congreso lomejordelagastronomia.com que se cerró en Donosti.La realidad no se impone. La Michelin 2008 se ha tornado un parque temático, una farsa risible en la que ni los más enchufados pillan. Han perdido el rumbo. «Están desconcertados», apuntaba de nuevo ayer noche Millau, «y se mueven sin dirección ni timón». Eso parece. Aunque nunca haya sido mi biblia, es cierto que antes la dichosa guía tenía un concepto, aburrido, burgués, afrancesado, trasnochado, pero un concepto. Hoy ya no queda nada inteligente más allá del negocio de las franquicias americanas y asiáticas. Es decir, la guía Michelin se ha convertido en un McDonalds más.
Fantástica paradoja que en esta edición 2008 adquiere tintes incluso jocosos. Se otorgan estrellas a chefs que poco o nada han aportado y cuya trayectoria está todavía por definir. Se quitan rosetones a establecimientos que no sólo son emblemas de un estilo perfectamente Michelin, sino que además están mejor que nunca. La locura, amigos. Por no hablar ya del sistemático olvido de quienes todos sabemos. Lo cierto es que la cosa viene de lejos. Lo de este año es tan sólo la confirmación más triste de la deriva final. Antes todavía me la creía algo. Ahora sé que el naufragio no ha dejado supervivientes. Mientras Rafael García Santos se lanza con valentía a «empezar de cero» siguiendo un discurso que no ha dejado (con sus correspondientes sombras, desde luego) de iluminar el camino, los franceses vagan espectralmente por la nada. Para ellos, fíjate, Etxebarri, uno de los mejores y más puramente revolucionarios restaurantes del planeta, avalado por absolutamente todos los «grandes», ni tan siquiera existe.
En verdad, la guía que fue símbolo del status, del conservadurismo, del lujo, de la seriedad y bla, bla, bla ha caído en lo más banal de la posmodernidad que tanto despreciaron.
La guía Michelin es Matrix.