No solo las islas británicas, sino la mayoría de los países europeos confían en el buen tiempo que llegará con la primavera para relajar entonces las medidas restrictivas que aún imperan sobre gran parte de la restauración del continente.
Cautela. Esa es la tónica común entre los países europeos en lo que se refiere a la apertura de bares y restaurantes. A la espera que lleguen la primavera y la mejora climática muchos mantienen las restricciones sobre el sector, pero el hecho que algunos países ya se atrevan a ofrecer fechas concretas sobre la relajación de medidas es una luz al final del túnel.
El Reino Unido ha sido de los primeros en hacer público un plan de desescalada para Inglaterra que se organizará, según anunció ayer Boris Johnson, en cuatro fases. A la hostelería le tocará el turno en la segunda fase, que se prevé que entre en vigor -siempre que los datos sanitarios así lo aconsejen- a partir del 12 de abril. Será entonces cuando pubs y restaurantes podrán volver a ofrecer servicio, pero solo en terrazas y con limitaciones como la distancia social, el uso de mascarilla y reuniones de no más de seis personas o dos grupos de convivencia. Asimismo, el plan prevé que todos los clientes deberán estar sentados, aunque en esta ocasión ya no se requerirá el consumo de comida para servir alcohol. No será hasta una tercera fase, ya a mediados de mayo -concretamente el 17 de mayo-, que se permitirá el uso de los interiores en hostelería (manteniendo el límite de personas en grupos de máximo seis o dos burbujas de convivencia). Como viene siendo habitual ya en esta pandemia, este calendario está sujeto a que las estadísticas de contagios e ingresos hospitalarios acompañen y permitan mantener el relajamiento de las medidas.
En cambio, la vecina Irlanda se muestra más precavida y no espera poder abrir su restauración hasta mediados de verano. El jefe de Gobierno de la República de Irlanda, Micheal Martin, anunció que a finales de abril se prevé levantar el nivel 5 de restricciones que vive el país, pero “la hostelería tendrá que esperar”.
Alemania, que sigue en confinamiento parcial desde noviembre, no tiene previsto tomar una decisión al respecto antes del 3 de marzo, cuando la canciller Ángela Merkel se reúna con los representantes de los diferentes lands. En cualquier caso, parece ser que la relajación de las medidas se realizará en tres fases consecutivas que irán de los contactos personales (cuántas personas se pueden reunir), a las escuelas, hasta el área que englobaría deporte, cultura y restauración, que sería la última en abrir.
Tampoco Francia cuenta con una fecha aproximada para la reapertura de la restauración después que haya vencido ya la primera fecha que se ofreció como posible, mediados de febrero. Todo parece indicar que no será hasta Pascua que se empiecen a flexibilizar unas medidas que están en vigor desde octubre del año pasado. La presión del sector no ha cejado en todo este tiempo, a la que ahora se le ha sumado también la demanda de diversos senadores de centro y de derecha que reclaman a Macron que los restaurantes puedan abrir al mediodía y que se permita el take away más allá de las 18:00, inicio del toque de queda. Peticiones que, por ahora, caen en saco roto.
En Bélgica, también se invoca al buen tiempo de la primavera para una reapertura de la hostelería. Una cuestión que será debatida en el próximo Comité Consultivo que tendrá lugar el 26 de febrero. En principio, la idea sería poder abrir en abril los restaurantes, aunque los bares tendrían que esperar algo más. Otro país que fija su mirada en abril es Suiza, que prevé reabrir las terrazas de bares y restaurantes a partir del 1 de abril, si el número de admisiones en los hospitales y la tasa de contagio se mantiene en parámetros bajos.
Italia, con España y también Suecia (que desde el inicio de la pandemia ha seguida una estrategia totalmente diferente y más relajada), es la excepción de la restauración europea ya que, recordemos, desde principios de febrero bares y restaurantes ya pueden abrir de 05:00 a 18:00 en las zonas de país que se encuentran en nivel de alerta amarilla (las zonas en nivel naranja y rojo mantienen la restauración cerrada y solo se permite el delivery). La lucha del sector en Italia es ahora el permiso para abrir también durante el servicio de cena. Una demanda que, de momento, no está siendo atendida por las autoridades.
Abre debate el caso de Austria, donde las autoridades están valorando permitir a las personas que aporten un test de coronavirus negativo poder ir a bares y restaurantes a partir de marzo. Este modelo sería similar al que ya impera en el país desde el pasado 8 de febrero para poder acceder a peluquerías y salones de tatuaje, por el cual se requiere un test negativo por coronavirus realizado en las 48 horas previas a la visita. El Gobierno austriaco se reúne con representantes de la hostelería el próximo 1 de marzo para abordar esta cuestión.
El dilema de la admisión
Paralelamente al anuncio de los planes de reapertura de negocios y al aumento de la vacunación surgen en muchos países las dudas sobre cómo gestionar la admisión de los clientes y la necesidad o no de pedir certificados de vacunación o pruebas negativas de coronavirus. Como veíamos, es el caso de Austria, pero también Dinamarca anunció su intención de crear un coronapas que permitiese no solo viajar sino también acceder a bares y restaurantes, así como a espectáculos culturales y deportivos.
Sin embargo, otros países, entre los que se encuentran Francia, Bélgica y Alemania, no se muestran favorables a esta posibilidad y temen que pueda incurrir en algún tipo de discriminación ya que, de momento, el acceso a la vacuna -por ejemplo- no es universal. Por ahora, estos países no tienen una posición oficial al respecto, pero Alemania -y también Reino Unido- no han cerrado la puerta a que el sector privado establezca algún tipo de protocolo al respecto, como ya adelantó el ministro británico Nadhim Zahawi, o la ministra de justicia alemana, Christine Lambrecht, quien declaró que “si un restaurante quiere proponer una oferta a los poseedores de un pasaporte que acredita la vacunación no podemos impedírselo”.
Una situación que puede ser un arma de doble filo para los restauradores quienes tendrán no solo la responsabilidad de vigilar que se cumplan las normas, como el uso de mascarilla y el número de personas por grupos, sino que también tendrían que asumir el control y comprobación de estos certificados de vacunación o test negativos de coronavirus.