Lleva casi trece años funcionado a escasa distancia del estadio Santiago Bernabéu y, sin embargo, es un gran desconocido para la mayoría de madrileños. Pero no tanto para los parroquianos, sobre todo de la zona y casi todos habituales que repiten, a juzgar por el grado de complicidad y confianza con el personal, que lo llenan casi a diario atraídos por una fórmula tan sencilla como resultona.
Materia prima es un proyecto puesto en marcha a finales de 2012 por el empresario Ricardo Garrastazu que combina los conceptos de tienda y restaurante. En la primera están expuestos pescados y mariscos procedentes de lonjas gallegas y onubenses y carnes de La Finca, que el cliente puede llevar a casa para cocinar personalmente o pedir que se los preparen según la receta que le apetezca en ese momento. Lo mejor es que no hay que comprar piezas enteras sino la cantidad que se desee, raciones o unidades, que se tarifa al peso en una báscula clásica (más 8,80 euros por comensal si se decide consumir in situ).

El restaurante, que cuenta con varias mesas altas para un picoteo, dispone de una espléndida terraza que es una suerte de remanso de paz en medio del tráfago de la zona. Allí, además de lo que se haya elegido en el mostrador, también tiene a su disposición una carta con entrantes y algunos platos calientes.

Nos cuentan que la ensaladilla es un clásico de la casa, así que arrancamos con ella. Patata entera, bastante zanahoria, huevas de trucha, crujiente de pan y la mayonesa al lado. Más que correcta, no inolvidable.
Las navajas a la plancha, terciaditas y de mordida bien firme, dan paso a un pulpo a feira estupendo, en el que en lugar de cachelos nos encontramos con un puré de patatas casi al estilo Robuchon como base. Funciona.
Mucho nivel en las frituras, sin duda uno de los puntos fuertes de esta casa. Tanto los finísimos y restallantes boquerones en adobo (para comer de un bocado, espinas incluidas) como, especialmente, las huevas de merluza rebozadas, con una textura espléndida, sabor profundo y delicadeza extrema en el rebozado, justifican por sí mismos la visita a Materia prima.

No sucede lo mismo con el txangurro, un pinchazo en toda regla. No por la calidad del crustáceo, incuestionable, sino por la ejecución, con exceso de nata y la molesta presencia entre la carne de trocitos de cáscara. Cabe imaginar, obviamente, que lo de la cáscara fue un accidente puntual, pero el caso es que fue.

El steak tartar apuesta firmemente por la democracia: carne de ternera de primera calidad prácticamente sin maduración y con un picante justísimo, aunque siempre se puede pedir un poco más. Con una presentación que entra por los ojos, es apto para todos los públicos.
Entre los postres, quizá el que tenga mayor predicamento es el coulant de chocolate con helado y en la bodega, tintos clásicos de Rioja y Ribera del Duero, una buena representación de blancos gallegos y un par de manzanillas de Sanlúcar.