Tras décadas consolidado como el gran referente del atún rojo de almadraba en España, el restaurante El Campero inicia una nueva etapa tras su venta a Azotea Grupo que estará marcada por la continuidad de su equipo. Lejos de imponer cambios radicales, el fundador y CEO de la nueva propiedad, José Manuel García, apuesta por preservar la identidad del proyecto y mantener la autonomía de gestión sin comprometer su esencia.
El Campero, en Barbate (Cádiz), lleva décadas defendiendo una cocina centrada en el atún rojo de almadraba. Su materia prima principal procede de Gadira, firma reconocida por su papel en la comercialización de este producto capturado de forma tradicional en las almadrabas gaditanas. Bajo la dirección de Pepe Melero, el restaurante ha construido una identidad sólida, vinculada al territorio y a una forma de hacer que prioriza este producto. En 2025, la marca inicia una nueva etapa tras su adquisición por parte de Azotea Grupo.

A diferencia de otros procesos de compraventa en el sector, esta operación no responde a una lógica de inversión especulativa ni a una expansión sin criterio. La adquisición incluye tanto el restaurante principal como la Taberna El Campero. El objetivo: asegurar la continuidad sin alterar lo que funciona.
Libertad y expansión
Desde el equipo actual se insiste en que no habrá cambios sustanciales. El responsable de operaciones, Julio Vázquez, con más de veinte años en la casa, sigue al frente, con plena autonomía y sin modificaciones contractuales para el personal. «Me han dado libertad total para seguir haciendo lo que llevo haciendo más de dos décadas. La filosofía no cambia, ni el equipo, ni las formas de trabajar», resume Vázquez, que ve con buenos ojos la nueva etapa.
Azotea Grupo, que ya gestiona espacios gaditanos como El Cuartel del Mar (Chiclana), Sal Verde (San Roque) y Valhalla (El Palmar), y en Madrid Club Financiero Génova, Picalagartos, Cornamusa Cibeles y Azotea Cibeles, entre otros contempla una expansión nacional de El Campero. No se plantea como franquicia, sino como réplicas muy controladas, en las que el producto, la técnica y el relato vinculado al atún rojo de almadraba mantengan su integridad. El objetivo es crecer sin diluir la propuesta.
Cortes del atún menos habituales
En cuanto a la carta, se van a incorporar nuevos platos coincidiendo con la Semana Santa. En mayo se lanzará un nuevo menú degustación, estructurado en catorce pases centrados en distintas partes del atún. La intención es explorar cortes menos habituales, mantener el nivel técnico y ampliar el conocimiento del producto entre los comensales. «Seguimos investigando sobre el atún cada año. Mayo es uno de los momentos más esperados del calendario», adelanta Julio Vázquez.

Mayo es, como cada año, un momento clave. Coincide con el inicio de las levantás, el proceso tradicional de captura del atún en la almadraba. Esto activa no sólo la temporada alta del restaurante, sino también una oportunidad para renovar contenidos y propuestas. El equipo mantiene la misma motivación: trabajar con atención al detalle, sin concesiones, con el foco puesto en el producto y en la gente que viene a buscarlo. «Barbate florece en mayo y nosotros con él. Es un mes especial en todos los sentidos», comenta Julio.
En cuanto al relevo de Pepe Melero, de 68 años, se ha producido de forma ordenada, con reconocimiento y sin dramatismo. Su trayectoria es indiscutible y su papel ha sido esencial para que Barbate figure hoy en el mapa gastronómico internacional. Su salida responde a un momento personal y profesional natural. El nuevo propietario no pretende ocupar ese lugar simbólico, sino facilitar que el proyecto continúe con solidez.
Para Azotea Grupo, asumir la gestión de un restaurante tan emblemático como El Campero es un orgullo y una gran responsabilidad. «Nuestro compromiso es mantener intacta su identidad y excelencia, respetando su legado y aportando nuestra experiencia en hostelería. Además, Pepe Melero, el alma de El Campero, va a seguir apoyando el proyecto en esta transición, asegurando la preservación de su esencia y que la experiencia y la calidad que lo han hecho único se mantengan», refieren.
García ha expresado su compromiso de aportar estructura sin interferir en el alma del restaurante. La operación puede leerse como un ejemplo de transición bien planteada: sin prisas, sin rupturas y sin perder el norte. En un sector donde el cambio suele ir de la mano de la pérdida de identidad, esta fórmula merece atención.
El presente inmediato de El Campero está marcado por la continuidad y la apertura de posibilidades futuras. La fuerza y profesionalidad del equipo, la especialización en torno al atún, la vinculación con el territorio y la posibilidad de trasladar este modelo a otras ciudades sin convertirlo en un producto en serie, apuntan a un equilibrio difícil de lograr.
Barbate conserva así no solo uno de sus motores económicos más relevantes, sino también un proyecto que ha sabido convertir un producto en lenguaje, en argumento y en experiencia. El cambio de manos no se percibe como una amenaza, sino como una oportunidad de consolidar lo que ya se ha conseguido y pensar en nuevas formas de hacerlo llegar más lejos.