Suma medio millón de seguidores en Instagram, alguno más en Youtube y pasa de los 800.000 en TikTok. Sus vídeos acumulan en pocas horas cientos de miles de visitas y llegan a acaparar titulares en medios de reconocido prestigio. Se entiende que su audiencia la compone gente mínimamente interesada por la gastronomía, pero dispuesta a pasar por alto algunos vicios recurrentes entre los ‘influencers’ de lo ‘foodie’.
Las valoraciones de estos líderes de opinión suelen estar plagadas de adjetivos genéricos –«brutal, riquísimo, impresionante»– y adolecen de un sospechoso abuso de superlativos. Todo en sus vídeos es ‘lo mejor que has probado en la vida’, ‘la tendencia más rompedora’ o ‘el secreto mejor guardado’, lo cual deja poco margen a la recomendación serena y ponderada, que por lo visto no atrae tantas visitas.
Hace unos días el comentarista en cuestión –un chaval musculado que ha hecho fortuna moviendo el bigote delante del móvil– generó cierta controversia en las redes por atacar sin piedad a uno de los asadores más prestigiosos de Bizkaia. «Es una vergüenza», clamaba el fulano, molesto por los tiempos de espera en un comedor lleno hasta la bandera que estos días sirve un menú a base de carnes maduradas de buey. Lo curioso es que en lo puramente gastronómico, él y su amigote parecían estar plenamente satisfechos: «Platazo, superguay, flipante, mola muchísimo, tío».
Fue hacia el final de la comida cuando la cosa se torció. Quizá acostumbrados a empapuzarse de hamburguesas, brioches, nachos o pizzas de combinaciones majaras, erraron al calcular el ritmo que requiere un hábil manejo de las brasas. Ante sus quejas, un camarero se acerca a ofrecer explicaciones y les asegura que los tiempos de cocina han funcionado según lo previsto. «Pues entonces la experiencia no merece la pena», sentencia el bloguero con desdén.
Lejos de hundir la reputación del asador, el video está generando una corriente de solidaridad hacia la casa, regentada por una saga de hosteleros cuyo prestigio –cimentado por décadas de esfuerzo y buen hacer– está a prueba de malas influencias.