El Museu Picasso de Barcelona apuesta por la gastronomía

Abre Café Pablo, un bistró de oferta clásica bajo la batuta de Romain Fornell con pocas referencias al artista

Según del director del Museu Picasso de Barcelona, Emmanuel Guigon, Cafè Pablo es un gran espacio picassiano. Ciertamente, este bistró es una gran recreación de los espacios que frecuentaron Pablo Picasso y los artistas de su generación en Barcelona, en el que destacaría Els 4 Gats -donde hizo su primera exposición- y  en París (Lapine Agile o Le Catalan), pero sin ninguna referencia a la obra del artista más genial.

 

«Pablo está pensado para gente que no va al museo expresamente -nos comenta Guigon. El restaurante es otra puerta de entrada a los museos, un añadido a la oferta. En el museo tenemos un deber patrimonial y artístico, sin olvidar que, sin público no existiría. Es posible que mucha gente de Barcelona entre al Museu Picasso después de haber venido a comer al Pablo».

 

Café Pablo ha convertido al Museo Picasso en el primero de Cataluña con una apuesta gastronómica seria, más allá de la cafetería funcional. Hay que celebrar la calidad y los precios de esta oferta.

 

En los bajos del museo, a pie de la calle Montcada, Romain Fornell quiere ofrecer «un viaje culinario único» entre París y Barcelona, con platos emblemáticos de la cocina clásica. «Cafè Pablo es un homenaje culinario a la creatividad de Picasso, donde el arte y la gastronomía se encuentran en un bistró moderno», define.

 

Clásicos franceses y algún guiño catalán

 

Probamos el pâté en croûte, el foie gras y el entrecot con su increíble receta Café de París acompañado del puré de Robuchon. Impecable cocción del entrecot y deliciosa ejecución del sabroso puré. En la carta, también se puede escoger steak tartar, caracoles de Borgoña, croquetas, pan con tomate y jamón, macarrones gratinados o coquillettes gratinadas a la carbonara.

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Paté en crôute de Café Pablo (Foto: Museo Picasso de Barcelona)

 

Con cien plazas, dos salas interiores, una gran terraza cubierta y un patio interior, abre del desayuno a la cena.

 

Le pregunto al director del museo por qué en 2018, a raíz de la exposición «La cuina de Picasso», el museo no se abrió a la gastronomía. «Lo intentamos, pero no funcionó porqué faltó profesionalidad. Con Romain hemos alcanzado dos objetivos esenciales: la profesionalidad y la pasión».

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Romain Fornell y Emmanuel Guigon (Foto: Museo PIcasso de Barcelona)

Con éste, Romain Fornell ya gestiona nueve establecimientos en Barcelona y dos en París, a través del grupo Goût Rouge.

 

¿Tendría que acercarse a la obra del autor?

 

Sin entrar a discutir la carta, el público, incluso el más desapasionado por el arte, espera comer al artista. Comer en su vajilla. Intentar comer un pescado entero sin sacar una sola espina del esqueleto. Servirse el agua en sus jarros de cerámica. Beber en porrón como le hemos visto en tantas fotos.

 

Uno se esperaba algo más cercano al catálogo de la exposición de 2018 en este mismo museo con pescados y algo muy mediterráneo. Erizos de mar, pulpitos blancos (Eledone cirrosa) cocinados enteros y servidos en un gran plato. O, tal vez, comer sus recuerdos rurales de Horta de Sant Joan, en la Terra Alta, como el coc de cassola (especie de buñuelo), cuixa de xai farcida (pierna de cordero rellena), conejo con allioli, mucha caza o una escudella con pilota. Y fruta, mucha. Melocotones. Y ensaladas. O unos huevos con butifarra. O unas mongetes con butifarra. O un pollo al ast. Y beber absenta, por supuesto.

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Cigalitas Robuchon de Café Pablo (Foto: Museo Picasso de Barcelona)

Sin embargo su oferta se acerca más al regreso de la cocina francesa clásica como tendencia que a la comida picassiana. Le menciono a Guigon las publicaciones sobre la comida en Picasso y me responde: «El artista ni era un gran bebedor ni un gastrónomo; solo trabajaba y disfrutaba con platos sencillos. Más que gastrónomo, Picasso era generoso y amaba invitar a la gente, porque era un gran anfitrión».

 

En la cocina y en la literatura

 

Éditions Albin Michel publicó en 1996 «À la table avec Picasso», de Ermine Herscher, que Ediciones Destino publicó inmediatamente al español como «En la mesa de Picasso». Se trata de un recorrido cronológico por la vida y obra del artista a través de la comida. Propone tres recorridos gastronómicos con recetas de España, París y el Midi. Este está descatalogado.

 

En cambio La Fabrica aún tiene en su catálogo, «La cocina de Picasso», de Emmanuel Guignon, Androula Michael y Claustre Rafart, un delicioso y extenso volumen publicado en motivo de la ya comentada muestra de 2018 en el Museo Picasso de Barcelona. Es una visión menos gastronómica y más de entrar en la cocina del arte y de lo cotidiano como objeto, aunque también están los recuerdos del hambre en tiempos de la bohemia.

 

Como introduce Guigon «La cocina es un indicador sutil de las artes de Picasso: pintura, grabado, escultura, cerámica, poesía, teatro (…) Las comidas, vasijas y ámbitos relacionados con la cocina tienen un gran poder de evocación o de asociación. El acto mismo de alimentarse y digerir es una metáfora para un   reador. Por medio de lo comestible, e incluso de lo incomestible, existe la feliz posibilidad de comerse el mundo».

 

Marie-Laure Bernadac, que ha sido conservadora general del Musée Picasso Paris y tiene una extensa obra sobre el artista, escribe en el catálogo que la comida es uno de  los ingredientes principales de la literatura picassiana.

 

Recuerda que en 1935 Pablo Picasso escribió que la felicidad se la da el olor del porro. El porro fresco debe ser la versión más sutil, fina, tolerable y discreta del ajo y la cebolla. En el capítulo La pintura del estómago analiza los platos de Picasso, los utensilios y el simbolismo. Remata: «En el fondo, toda esta cocina es una gran metáfora de la pintura».

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