¿Podemos sentirnos orgullosos de una cocina molecular o tecnoemocional? ¡Pues sí!
Aquí, una de la corte, no entiende sino de buena o mala cocina, de pluralidad y de respeto a las cosas bien hechas; y usted no es el único que las hace bien.
Según sus palabras compara la experiencia culinaria, gustativa y sensorial de ésta cocina que usted dice «imaginativa», con las sensaciones que se perciben al ingerir pastillas y drogas. Afirma que estamos ante un problema de salud pública.
Estas declaraciones son muy graves.
Con sus afirmaciones, ¿cree usted que ayuda al posible consumidor? o por el contrario, lo confunde. La bandera del respeto por la cocina tradicional y el producto no son de su propiedad; somos muchos los que la defendemos e incluso me atrevería a decir, que Ferran Adrià se suma. Lo que pasa es que usted, igual no conoce la palabra tolerancia.
Este divorcio conceptual y ético que mantiene con Ferran, supongo que viene dictado desde su conciencia, no es trascendental a mí entender, sino más bien, una mera referencia confusa y algo sensacionalista.
A más de uno le falta ética y no precisamente a Ferran Adrià y a la Alta cocina de Vanguardia.