Navidad en Barcelona

El otro día estuve en la fira de Santa Llúcia, frente a la catedral de Barcelona. Mientras mis hijos compraban musgo y alguna figurita nueva para el belén, yo me entretuve ante uno de esos puestos en los que la gente sonríe cuando reconoce los rostros de personajes famosos convertidos en caganers. Políticos, deportistas, familia real… ya saben. Lo de siempre. Y de repente lo vi: de blanco inmaculado, con la mirada fija y su sonrisa insulsa. Bajo la silueta rechoncha, el excremento oscuro, casi negro. Compré el Bibendum, que ya luce sobre la chimenea de mi casa. Y he decidido que no sacaré la estatuilla cuando pasen las fiestas. Pienso tener al amigo Michelin ahí, castigado, en cuclillas, por lo menos hasta que los hermanos Roca obtengan la tercera estrella.

Fermí Puig

Mientras tanto, la vida sigue. Y ajenos a los designios de la guía francesa, algunos de nuestros chefs siguen apostando por la cocina popular. El listón está subiendo tanto que estas navidades los barceloneses lo tendrán difícil para elegir los mejores canelones de la ciudad. Habrá quien opte por los que sirve Carles Gaig en su fonda; quien prefiera los que Xavier Pellicer prepara para llevar a casa durante las fiestas (los vende Eva Vila en el colmado de Vila Viniteca). Y quienes se harán adictos a los del nuevo restaurante de Fermí Puig, el Petit Comitè (Passatge de la Concepció, 13). El cocinero del Drolma, que ha conseguido hacer realidad su sueño de abrir un establecimiento fiel al recetario catalán, cubre el sabroso relleno con una finísima pasta de crep y los presenta en rollitos estrechos y largos.

Con toda seguridad los canelones serán uno de los platos estrella de la casa, junto a los garbanzos con pilota, la sanfaina y capipota, el fricandó o el mantecado, un postre impecable… Puig ha revisado sus viejos libros de cocina catalana y ha pasado horas y horas haciendo pruebas hasta conseguir, tal como explica él mismo, «los sabores de siempre cocinados con los avances del siglo XXI». Confiesa que todavía no ha podido incluir en la carta el niu, un plato barroco de muy difícil elaboración, con el que se está peleando.