Cada vez que se acerca el mes de octubre recuerdo la maldita mañana en que llegó la noticia de que había muerto Manuel Vázquez Montalbán. El llanto, al teléfono, de su hijo Daniel. Y el silencio, la incredulidad y la inmensa tristeza de los amigos que circulaban, desorientados, por la casa de Vallvidrera. El año pasado, en estas fechas, cuando iba a cumplirse el primer lustro de la desaparición del escritor, su alter ego, Pepe Carvalho, recibía un homenaje en casa Leopoldo, donde se presentó una nueva edición de bolsillo de la enciclopedia Carvalho Gastronómico.

Manuel Vázquez Montalbán
«Todos los platos que aparecían en sus novelas eran un reflejo de sus experiencias. De los sitios en los que le gustaba comer, de lo que descubría en los viajes y sobre todo, de lo que él cocinaba en casa», me explicaba aquel día su esposa, Anna Sallés.
Poco después de aquel fatídico 18 de octubre de 2003, Anna me contó que al principio de su convivencia, en el reparto de las tareas domésticas, Manolo eligió ocuparse de la cocina. Más incluso que en su despacho de trabajo, el escritor fue creando entre los fogones su verdadero territorio. Mientras podía llegar a ser caótico con los papeles, en su otra oficina las sartenes y los ingredientes guardaban un orden impecable.
Manolo Falleció en el aeropuerto de Bangkok cuando regresaba de un viaje a Australia. En una de las maletas que enviaron a casa unos días después había un montón de latas de abalone con la receta para prepararlos y un menú del último homenaje a Carvalho al que asistió, al otro lado del mundo. Entre los platos, un arroz con almejas. A nadie le extrañó. En la casa de Vallvidrera su pasión por la cocina asomaba en todos los rincones: desde las conservas que preparaba y guardaba en los armarios de la cocina, a sus cuchillos, que afilaba él mismo, o los callos con garbanzos que había dejado listos en el congelador.
Junto a su dormitorio, su biblioteca gastronómica, con más de 1000 ejemplares que le gustaba tener a mano. Títulos que hacían referencia a los productos y recetas más exquisitas al lado de los tratados de la cocina más popular. Las últimas novedades de la cocina de vanguardia junto a pequeñas joyas de la historia gastronómica o los libros de cocina de la sección femenina del Movimiento y montones de recetarios para jóvenes casaderas.
Vázquez Montalbán estaba convencido de que el hecho cultural más importante de los últimos treinta años en España había ocurrido en la cocina y no quiso renunciar a escribir obras tan suculentas como «Contra los gourmets» o a resumir, en su «Carvalho gastronómico» una cultura que para él era fundamental.