Lafuente Colmado Quílez, una epopeya de fidelidad gastronómica

El escenario de toda una vida. Una manera de hacer y servir como pocas quedan, una tienda de ultramarinos, un colmado que ha postado por la calidad y por su gente para seguir como escenario y despensa de las historias de Barcelona, gastronómicas, sociales, vitales. Lafuente Colmado Quílez cumple 108 años de vida ininterrumpida, sólo sacudida recientemente por la ley de arrendamientos antiguos, la que le hizo disminuir metros cuadrados, la que no le ha hecho perder la esencia. Así, en pleno 2016, ante propuestas unificadoras, Lafuente Colmado Quílez sigue presente con una oferta sin igual y más de 8.500 referencias entre alimentación y botillería, con personal uniformado con bata y consejo perenne, con bagaje y presente.

Colmado Quílez en 2016

Porque Lafuente Colmado Quílez es producto de años de vida y lectura de clientes, condensados ahora en 90m2. Manteniendo la estética del colmado y la distribución que siempre había presentado, oferta cantidad y calidad, siempre con stock suficiente, el mismo equipo humano y una filosofía avanzada y pionera. Una filosofía que, desde el principio, apostó por nuevos productos y tendencias que después eclosionaron, por la marca propia, que hacía “bajar” a Barcelona a no oriundos en busca de su jamón de elaboración casera, su café molido o su leche condesanda, productos aún demandables, igualmente tratados.

Es un canto al producto, a la manera de hacer tradicional, al servicio pluscuamperfecto. Sus actuales gestores, Carlos, Andrés, Laura y Marta, correteaban cuando eran niños por sus pasillos, jugaban a adivinar productos, se sorprendían con su color. También lo hizo años más tarde Manuel, ahora el dependiente más joven de la tienda. Tanto uno como otros, en diferentes tareas, han bebido del Colmado, han crecido en él, han aprendido del contacto con el cliente, de la importancia del conocimiento del producto, del amor a la gastronomía dispensada, tanto sólida como líquida, permitiendo su supervivencia.

Carlos, Andrés, Laura y Marta son hijos de Andrés Lafuente, el empresario que adquirió el colmado en 1974 de manos de Julián Quílez para situarlo en la excelencia de la ciudad. Manuel es hijo de Faustino Muñoz, encargado actual del local, con 40 años de bagaje tras las barras del Colmado, o delante de ellas como atienden en Quílez. Aquí conoció a su mujer, y aquí, además de su hijo, también trabaja su hija Macarena, administrativa y sumiller.Tanto los hermanos Lafuente como los Muñoz son hijos de una misma madre poética, hijos de una misma filosofía y labor de servicio.

Un colmado de 108 años

Por ello, cuando en 2015 la ley de arrendamientos antiguos hizo peligrar el futuro del negocio, los Lafuente no dudaron. Podían conservar el local reconvirtiendo el negocio y despidiendo a trabajadores, o apostar por la plantilla y quedarse con una quinta parte de los 500m2 que históricamente lucían en la esquina de Rambla Catalunya y Aragón. La solución final sorprendió a extraños, fue entendida por pocos. El Colmado y su historia se trasladaban a su antigua trastienda, perdían metros pero se conservaban todos y cada uno de los trabajadores de la tienda y, con ellos, la historia y el conocimiento del local.

Así hicieron y así continúan, con 1.200 referencias de whisky o 360 de vodka y una variedad de productos sin igual, también con una entrada de madera patrimonio de la ciudad que sigue presidiendo toda la esquina. Pero, sobre todo, continúan con los doce dependientes, expertos todos ellos en uno o varios productos. Vayan y pregunten. Observen, descubran y juegen a los colores. Déjense aconsejar y descubran cómo se paga. Y, antes de pasar por caja y cajera –ya lo entenderán-, pregunten por el encargado y apremiénle para que conceda la bata a Manuel. “De momento sigue con el chaleco, es aprendiz. La bata se la debe ganar”. Respeto al servicio eterno.

Un colmado de 108 años de hisoria en Barcelona