No hay espacio para tres en el número uno de la lista, a no ser que los tres compitan en el mismo equipo

Bueno, bueno, parece que la cosa empieza a animarse. Ya echábamos en falta las porras y los artículos previos a la presentación de la lista de Restaurant y yo empezaba a pensar que nos estábamos haciendo mayores y prudentes. Pero se acerca el día y, sin noticias de Londres, empiezan a aflorar artículos más timoratos que nunca.

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Tres candidatos y un único restaurante. Eso sí encaja.

Veo –entre otros, en el post que firma Salvador Garcia Arbós en 7 Caníbales– fotos con el rostro del chef brasileño Álex Atala. Lo presentan como uno de los más firmes candidatos a encabezar la lista de la publicación británica para el 2013. Son, escriben, los rumores. Y los imagino tecleando el ordenador con la resignación de quien sabe que la suerte, guste o no guste, ya está echada.

También veo la foto de Joan Roca. Y la de Yoshihiro Narisawa. ¿Pero qué pasa? ¿Hemos olvidado que no hay espacio para tres en el primer lugar de una lista, a no ser que los tres compitan en el mismo equipo? ¿Hemos olvidado que sólo cabe un restaurante, aunque sea injusto?

Vamos a ello. Es verdad que Brasil está de moda. Y Atala, también. Según la opinión de las compañeras periodistas (de acuerdo, lo confieso: no discrepo), es uno de los superchefs más atractivos; su cocina es creativa y apuesta por la defensa de los productos de la selva amazónica; y él practica un discurso ético y persuasivo. Todo eso está muy bien, pero no es lo que cuenta. Así que, me disculparán, pero ya he descolgado esa foto. Una menos.

De Narisawa, qué les puedo decir. Tanto él como su esposa son encantadores. Hace unos meses visité por segunda vez su restaurante, en Tokio, y disfruté junto a otros periodistas de su último menú degustación. Muy interesante. Pero no nos pasemos. Otra foto menos.

Me queda una. Miren, lo que se anunciará el próximo lunes es el mejor restaurante del mundo. Y somos muchos –espero que los suficientes– quienes estamos convencidos de que si hay un nombre que no chirría en el número uno, es el de El Celler de Can Roca. Lo siento por los demás –y cruzo los dedos para que mis favoritos se sitúen lo más arriba posible–, pero me quedo con esa imagen. Y si he de ser castigada por mi osadía y me pasa algo fatal en el Guildhall londinense, pido un horno de cocción rápida –nada de bajas temperaturas, por favor– y que repartan mis restos en las tres cajas de la imagen que ilustra mi artículo. O, tal vez, bueno, en realidad… tampoco nos pongamos así.