… Congresos y periodismo (y 2)

Es cierto que la cocina y la alimentación en general han alcanzado un reconocimiento impensable desde hace poco menos de una década pero os aseguro que gran parte de ese mérito, al menos en España, se debe al ejercicio de «gotas malayas» de algunos periodistas  que han luchado por tener un tiempo o un espacio para su tema favorito. Y entre todos hemos retroalimentado la bestia. Hoy, en muchos medios no especializados, hay hartazgo de cocina y de cocineros.

No podemos cerrar los ojos a ese hecho que otro día abordaremos. Esos periodistas especializados a los que antes me refería, siempre a la última, no van a dar dos veces la misma noticia, ni harán  el mismo reportaje, pues se sorben el seso para encontrar temas nuevos, o nuevas razones para tratarlos.

De acuerdo que en los medios la frontera entre lo importante, lo impactante, y lo interesante es cada vez menos rígida y en algunos de ellos incluso tenue. No es lo mismo aparecer en las páginas de cultura o sociedad de un periódico, que en las páginas de los suplementos. Ni mejor, ni peor; distinto. Distinto el soporte (tamaño, papel, fotografías…) y distinto el tratamiento. Si es difícil entender los códigos internos de los medios, lo de la televisión es para nota. Como medio, es paradigma de la tendencia a la frivolización. Unas más que otras, aunque la mía, si acaso, peca de seria. No «cabe» lo mismo en un magazine de tarde que en un informativo. Y, a pesar de ello, cada vez con mayor frecuencia algunos informativos de televisiones generalistas tienen por costumbre finalizar el espacio  con videos sin más interés que la simple sucesión de imágenes anecdóticas, (mejor si son curiosas) donde la noticia, de haberla, es lo de menos. A menudo, tras veintimuchos  minutos de noticias serias y desgracias varias,  los editores agradecen un reportaje «desengrasante».  Debería alegrarme de que se dé «cuartelillo» al mundo de la cocina, pero confieso que me disgusta sobremanera su vulgarización. Y la radio, otro tanto.

El otro día fue noticia en el informativo de más audiencia de Cataluña que Jordi Roca, de El Celler de Can Roca,  trabajara en la traducción a un plato de un gol de Messi. Bueno… En ese mismo espacio pasó completamente desapercibida la presentación, a cargo de su hermano Joan y junto a la Fundación Alícia y el IRTA, unos días después en BCN Vanguardia, de la tecnología que permitirá la eliminación de los norovirus en los moluscos.

En las ondas el mundo de la cocina tiene cabida en algunos magazines o, de nuevo,  en los escasos programas especializados. En ellos la temática de los congresos sólo la cubrirán si se tiene a alguien para hacer una crónica o, puesto que el medio lo permite, se mata el tema con una llamada telefónica.

Luego están los medios especializados, como este u otros blogs (ahí también hay tela para hablar…), o las revistas, donde cabe todo aunque llegue a menos gente. Y entre éstos ¿Qué decir? Pues hay de todo. Curiosamente, no son las revistas las que dan más cuenta de los congresos y ello suele ser debido a su periodicidad, generalmente mensual. Volvemos a lo mismo, no tiene sentido una crónica cuando se supone que, si hay novedades, ya las han recogido los medios diarios. Esa puede ser una razón, la otra es la falta de personal. El periodismo de verdad es caro.

Hubo un tiempo, cuando los primeros Fórums de Vic, o Lo Mejor de la Gastronomía, que el mero hecho de celebrarse un congreso de cocina ya era noticia. Era una absoluta novedad que cocineros y restauradores dejaran sus locales por un escenario dónde dar a conocer lo suyo. Era la evidencia del ascenso social de los cocineros que, con estas plataformas, empezaban a compartir sus conocimientos, sus avances, sus propuestas. Hoy los profesionales que son invitados al escenario tienen que sopesar los eventos a los que asistir, pues ello conlleva tener que preparar las susodichas ponencias y, luego, ausentarse de sus casas.

La recompensa, o la principal de ellas, es la proyección mediática, pero, ya digo, en la medida que son menos «noticia» tienen menor presencia en los media. Cuando los eventos se repiten cada dos por tres y, además, se ven pocas novedades, el interés para el gran público es relativo. También es verdad que sigue habiendo muchos cocineros a los que les encantaría ser invitados y con que les admitieran en el «club de los grandes» tendrían suficiente.

Completamente de acuerdo con Salvador García-Arbós en desear un nuevo enfoque para los congresos, en beneficio de todos. Salvo que aceptemos que, como la propia audiencia de todos los medios de comunicación cada vez más fragmentada temáticamente, el futuro de los congresos también pasa por la especialización.

No voy a negar que en todos esos eventos a los que he asistido últimamente he aprendido algo -o mucho- y lo mismo le debe pasar a los profesionales vinculados con la cocina que, como yo misma, también han repetido.

Esta semana, un comentario de Marcelo Tejedor, de Casa Marcelo, me hizo reconsiderar algunas cosas que ya había escrito aquí. En el encuentro gastronómico de Alimentaria, Marcelo confesó que para él, como para otros muchos, este tipo de eventos suponía una gran oportunidad para conocer las propuestas de los compañeros de profesión a los que admira. Hasta el punto que su ruibarbo impregnado en mojito lo bautiza en su carta como «oportunismo», en homenaje a la parecida propuesta de El Bulli.

Apuesto a que continuaran celebrándose congresos mientras haya profesionales dispuestos a mostrar su universo desde el púlpito, público con interés y recursos para escucharlos, empresas que quieran estar en la feria de turno y gente con ganas de reencontrarse con sus colegas. Y lo que es más importante, continuará habiendo congresos mientras haya entidades, instituciones, y gobiernos dispuestos a financiarlos. Y mientras haya medios,  locales o de mayor alcance, que proyecten esos eventos, con más o menos éxito.

No olvidéis que hay realidades que, más allá de los que las han vivido en primera persona,  no existen si no se cuentan.