La pinacoteca madrileña, el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, reúne en un libro las interpretaciones culinarias de sus cuadros hechas por una veintena de chefs.
La gastronomía entra de nuevo en el museo. Veinticinco cuadros de artistas de renombre que forman parte de la colección del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza han dado lugar a otras tantas recetas de conocidos chefs españoles. Sus obras, para comer con los ojos, están reunidas en un libro, El Thyssen en el plato.
El plantel lo componen Andoni Luis Aduriz (Mugaritz), Samy Alí (La Candela Restó), Víctor Arguinzoniz (Etxebarri), Juan Mari y Elena Arzak (Arzak), Sura Ascaso (Pastelería Ascaso), Oriol Balaguer (O. B., La Duquesita), Martín Berasategui (MB, Lasarte), Juan Manuel de la Cruz (Casa Obdulia), Quique Dacosta, Andrea Dopico (ABaC), Lucía Freitas (A Tafona), Gonzalo García y Luis Gómez Búa (Nakeima); Diego Guerrero (DSTAgE); Sacha Hormaechea (Sacha); Ángel León (Aponiente); Roberto Martínez Foronda (Tripea); Paco Morales (Noor); Toño Pérez (Atrio); Albert Raurich (Dos Palillos, Dos Pebrots); Roberto Ruiz (Punto MX) ; Carme Ruscalleda (Sant Pau, Moments); Jesús Sánchez (El Cenador de Amós); Ricardo Sanz (Kabuki); Paco Torreblanca (Torreblanca) y Manuel Urbano (La Malaje).
Todos ellos han razonado en breves textos sus motivos de inspiración tras recorrer las salas del museo. Para los responsables del Thyssen tanto lo vivido por los cocineros y cocineras como lo que sientan los lectores del libro, es “un viaje a trave?s del gusto, entendido como sentido y como este?tica». En sus recetas, unos chefs se han aplicado a la réplica purista, otros han cocinado la abstracción y la heterodoxia, como el Mondrian de ostras de los Arzak, con un protagonismo del color verde, que el pintor rechazaba. Un plato espejo de carencia, caldo de cocido y morcilla, es el simbolismo que emplea Jesús Sánchez ante el solitario arlequín picassiano. Y el surrealismo da mucho pie a la fantasía, de modo que un ceviche de gala realizado con cabracho, leche de tigre, láminas de boniato, cremoso de aguacate y miel de ajo negro es la traducción sabrosa de la pintura de Salvador Dalí Sueño causado por el vuelo de una abeja alrededor de una granada un segundo antes del despertar. Este colorista plato de Roberto Martínez Foronda es, sobre un fondo rojo, la portada del libro.
“La conexión entre cuadro y plato no tiene por qué ser el color y la forma”, indica Guillermo Solana, director artístico del Thyssen-Bornemisza, sugiriendo un lienzo en blanco de libertad creadora. “¿A qué saben los cuadros?”, añade Solana. “Los cuadros producen emociones y la tarea del cocinero, como dice Samy Alí, es trasladar emociones a sabores”. El diálogo entre cocina y arte (entre cocineros y pintores o escultores) no es nuevo, ni tampoco la consideración de los platos como piezas artísticas efímeras. Las ambiciones/pasiones estéticas son ingredientes de la comida contemporánea. Al tiempo que los bodegones de alimentos y bebidas han sido un recurso habitual en la producción pictórica de todos los siglos.
Disquisiciones aparte, la emoción y la evocación que diversas obras maestras del Thyssen -que celebra sus 25 años- han provocado entre figuras de la cocina actual se han plasmado en interesante recetario. Un volumen que se suma a otros elementos gastronómicos que el museo ofrece en su tienda a sus visitantes. Además de láminas, libros, pañuelos, bolsos y diversos elementos de papelería y adorno, hay una línea comestible denominada Delicathyssen, en la que se pueden adquirir productos españoles de calidad: vino, aceite, chocolate, conservas…
La pinacoteca madrileña propone desde hace tiempo a quienes lo deseen un recorrido gastrono?mico a trave?s de algunas obras de su coleccio?n permanente. Y hace casi diez años, el Thyssen ya se adentró en la reinterpretación sabrosa de sus joyas artísticas, con platos que ofrecía en su restaurante inspirados sucesivamente en las exposiciones de Modigliani, Miró y Matisse.