¡Se van a comer los índices de audiencia!
Veo con satisfacción y ninguna sorpresa el éxito de público y crítica de los -llamados- programas de cocina en televisión. Satisfacción porque “el tema” ocupe el prime time de las parrillas de televisiones generalistas sin ningún complejo. Parece evidente que con un buen planteamiento y una buena realización el éxito esté servido. Pero no estaba tan claro. Nunca lo está. Bravo por los que han apostado por los nuevos programas de temática culinaria en horarios de máxima audiencia.
No me sorprende el éxito, ya digo, puesto que si hay un tema que cumpla con creces todas las condiciones para tener audiencia, ese es el de la comida. Pulsión primitiva, genera pasión, interés, discurso…y tiene, sobretodo, imagen.

Las parrillas de nuestras televisiones generalistas vienen llenas de programas de… ¿¿cocina?? MasterChef, la gran revelación de TVE esta temporada, prepara una segunda edición del concurso con el mismo jurado. Antes llegará la versión con niños, MasterChef Junior, que ya tendrá una primera aproximación en San Sebastian Gastronomika. Alberto Chicote aparca de momento su reality Pesadilla en la cocina para hacer un talent show, Top Chef, que este miércoles se estrenó en pantalla. La diferencia entre MasterChef y este nuevo concurso radica en el hecho de que los concursantes son profesionales. El nuevo programa sigue explotando el tirón televisivo de Alberto Chicote que es el alma del jurado junto a los también cocineros, Angel León y Susi Díaz.
Y los veteranos

Ana Duato ha sustituido esta temporada a Imanol Arias y a Juan Echanove en el divulgativo Un país para comérselo de TVE.
Mientras tanto siguen en antena show cooking que hace años que arrastran éxito de audiencia como Karlos Arguiñano en tu cocina que, con diversos nombres y en varias cadenas, lleva más de 20 años de experiencia televisiva, o Cuines a punto de llevar 18 años en antena en la sobremesa de TV3. Le sigue en la parrilla de la televisión pública de Cataluña otro líder de su franja horaria, el dramático La Riera, un culebrón cuya trama pasa en torno a un restaurante (bueno, ahora realmente en dos!). En el canal 33, se emite otro programa que marcó tendencia, desde hace más de 10 años, Karakia, un documental gastronómico que se acerca a la realidad de gentes llegadas de todas partes del mundo a través de sus hábitos culinarios.
¿Es la cocina lo que une a todos estos programas?

La comida -no la cocina- es el común denominador de todos estos programas; es el tema. Sin embargo, como coletilla, siempre leo que se refieren a todos ellos como programas gastronómicos. Elementos gastronómicos, ni en todos, ni siempre. Por cierto, ¿a que, aún queriendo decir lo mismo, no parecen tener la misma connotación “food” y “comida”?
Puede que sea porque me gano las habichuelas en el medio, pero me da cierto coraje la confusión que se genera en torno a todos esos programas. Por comparar, ¿qué tienen en común un concierto de La2 y Operación Triunfo? De nuevo nada, salvo la música, y ni siquiera el mismo género musical.
A ver, la cocina ha tenido plato en televisión desde que nació el medio. El primer formato fue el del espectáculo de la cocina en directo, el show cooking, el género que con más claridad responde al epíteto de programa de cocina.

Ver preparar un plato a alguien es tan atractivo que en gran medida el éxito de los congresos se deba a la posibilidad de ver en directo y en acción a los ídolos del sector. Por no hablar de eso tan trendy como la cocina en vivo para unos pocos comensales. No sé si os pasa lo mismo, pero cuando organizo algún encuentro en casa, sea con poca o con mucha gente, siempre, siempre, se me monta un tapón en la cocina. Pues si en lugar de para unos pocos el show es para medio millón de personas diario como en el caso de Cuines, sólo en Cataluña, de Karlos Arguiñano con muchos más espectadores, en toda España, o, más todavía, como el popularísimo Jamie Oliver en Reino Unido y otros países, entenderéis que no hay medio que dé más popularidad. El caso del cocinero británico merecería capítulo aparte. Atesora tiendas, restaurantes, take away , escuela de cocina, revista propia…; un imperio que empezó en televisión.
Enseñar a cocinar o hablar de cocina

Pero, ¿qué tendrá que ver cualquier show cooking, dónde se enseña a hacer una receta, con un programa como Un país para comérselo? Nada. Salvo, una vez más, el tema, que es la comida. En los primeros se muestra cómo hacer un plato, como quien enseña solfeo o bricolaje. En el segundo, como en cualquier reportaje o documental, la mirada es desde fuera. Se hace el recorrido desde el momento mismo de la producción de los alimentos, se da a conocer su entorno paisajístico y humano, se pasa por la cocina y, si un caso, se termina en la mesa. No se enseña a hacer un plato, se cuenta lo que hay en él. Es la esencia de los programas informativos, de los divulgativos y de los documentales. La diferencia entre enseñar a cocinar y hablar de cocina es notable. Los concursos y realities que ahora triunfan no son en propiedad ni una cosa ni otra, pero tienen ingredientes de ambos, de los formatos en que se enseña a hacer platos y de los que hablan de cocina.
Al contrario de lo que opinan algunos de nuestros grandes cocineros, dudo que estos nuevos programas (nuevos aquí, pues son adaptación de formatos que hace años que triunfaron en otros países) den a conocer el mundo de la cocina en toda su complejidad. Si sirven para saber algo o mucho más y, a la postre, entretienen, bienvenidos sean. Pero no les llaméis programas de gastronomía, porque, estrictamente, no lo son.
Por cierto, a la hora de cerrar este artículo ya se conoce la audiencia del estreno de Top Chef: lideró su franja horaria con un 17,7% de share. Enhorabuena a todo su equipo, y mucha suerte al resto de programas para esta temporada.