De formato pequeño y contenido grande. Nacido de un ataque de furia feminista de las autoras, remojado por unos whiskys en un pub de Glasgow donde conversaban sobre el ensayo de Kate Zambreno Heroínas sobre mujeres maltratadas por la Historia y muchas veces también por sus parejas masculinas de ego lastimado. Un cóctel propio da a literatas de todo el mundo, conocidas o por descubrir, un espacio merecido que sabe mejor si se acompaña de un combinado que rezuma su personalidad.
Título: “Un cóctel propio”
Autor: Laura Becherer y Cameo Marlatt
Ilustraciones: Savannah Marlatt y Fernando Vicente
Editorial: Nórdica Comic
Número de páginas: 125
Precio: 19,50 €
A Zelda Fitzgerald (1900-1948), el origen de esta obra, su marido Scott le plagiaba material y respondió con puñetazos a la publicación de Resérvame el vals sobre su matrimonio. Por su talento brindamos con un cóctel a base de ginebra basado en un clásico de la época de la Prohibición. Y con una combinación de ginebra y limonada por Virginia Wolf (1882-1941) cuyo “Un cuarto propio” inspiró el nombre de la publicación que nos ocupa por ser un clásico de la primera literatura feminista.
Si a las escritoras blancas se las ha ninguneado por su género, el racismo fue una lacra añadida para mujeres de raza negra. No es el caso de Toni Morrison, Premio Nobel de Literatura en 1993, pero sirve para fijarse en una obra que indaga en la opresión de raza y género mientras se degusta un vodka-tónic alegrado con albahaca.
A amontillado de Jerez saben los cócteles de la poetas Emily Dickinson (1830-1886) o de la activista en pro de los derechos humanos Maya Angelou (1928-2014), a brandy el creado por Becherer y Marlatt en honor de la autora de El cuento de la criada, Margaret Atwood, y a ron y lavanda el dedicado a Ursula K. Leguin (1929-2018), exploradora feminista de la ciencia ficción.
Aromas de naranja para Amy Tan y su exploración de las relaciones entre mujeres como en El club de la buena estrella, té helado con moras y menta para la reivindicación de los nativoamericanos de Louise Erdrich y un clásico Manhattan para celebrar el afilado ingenio de la neoyorquina Dorothy Parker (1893-1967), coatura del guión de Ha nacido una estrella (1937) y castigada por la lista negra de Hollywood por su simpatía con la causa socialista.
Bourbon y melocotones sureños para disfrutar en el sofá, una vez más, del magnífico trabajo de Gregory Peck en Matar a un ruiseñor, adaptación cinematográfica de la obra homónima de Haper Lee (1926-2016) y una variación de la clásica ginebra rosa que se hizo popular entre las inglesas del siglo XIX para levantar las copas por el activismo feminista de Charlotte Perkins Gilman (1860-1935), expresado en obras como El país de ellas.
El conflicto racial y la identidad cultural abordados desde la óptica femenina por Alice Walker (El color púrpura), Jamaica Kincaid (La autobiografía de mi madre), Julia Álvarez (De cómo las muchachas García perdieron su acento) o Sandra Cisneros (El arroyo de la Llorona), los personajes femeninos de la canadiense de la Premio Nobel Alice Munro o las reinterpretaciones feministas de cuentos de hadas de Angela Carter también merecen cócteles en este libro de homenaje a escritoras.
También hay bebidas sin alcohol, como las dedicadas a Anne Brontë (1820-1849), la más ignorada de las hermanas pese a (o por) retratar la opresión femenina, y a Mary Ann Evans (1819-1880), que comenzó a escribir como George Eliot para evitar prejuicios misóginos como hizo Amantine-Lucile-Aurore Dupin (1804-1876), más conocida como George Sand, la mujer que se atrevió a fumar en público, vestir pantalones y a escribir La charca del diablo.
Un cóctel propio para voces y plumas propias, feministas y reivindicativas, ignoradas o exitosas, que reseña a otro buen puñado de escritoras más allá de las mencionadas para leer o releer sus obras, disfrutando copa en mano y brindando por ellas. Por nosotras.