Un libro para ver, leer, beber y aprender, fruto de la relación entre un autor de cómics y un viticultor
Étienne Davodeau, uno de los grandes de la historia gráfica y pionero del cómic reportaje, pide a su vecino Richard Leroy, execonomista y viticultor de principios, la posibilidad de trabajar gratis en sus viñas para poder hacer su libro. A cambio, este viticultor al que no le conozco, pero del que solo he escuchado elogios, descubrirá el mundo del cómic a través de los libros que le traerá Davodeau y de los salones, los autores y los editoriales que irán a visitar. Y, a su vez, el viticultor va a introducir al dibujante al mundo del vino, con su selección. Al final del libro hay un listado de vinos y de más que recomendables cómics, suponiendo que todo el mundo ha leído a Hergé, Hugo Pratt, Goscinny&Uderzo o Will Eisner.

Título: Los Ignorantes. Relato de una iniciación cruzada
Autor: Étienne Davodeau
Editorial: Ediciones La cúpula
Número de páginas: 276
Precio: 22 €
Solapa: “Étienne Davodeau es un autor de cómic que no sabe casi nada del mundo del vino. Richard Leroy es un viticultor que casi no ha leído cómics. Pero los dos están rebosantes de buena voluntad y de curiosidad. ¿Por qué alguien decide consagrar su vida a dibujar cómics o a producir vino? Étienne Davodeau apuesta a que hay tantas formas de realizar un libro como de producir vino. Constata que ambos tienen ese poder, necesario y precioso, de unir a los seres humanos. Los ignorantes nos propone el feliz relato de esta iniciación compartida.”
La crítica:
Como ya hizo en Rural (2001, en francés, y 2014, en castellano), una historia gráfica sobre la lucha por la defensa de la agricultura frente a la construcción de una autopista, prologada por José Bové, Étienne Davodeau se integra en el cómic como un personaje más. En Los Ignorantes, además de narrador y dibujante, adopta un papel de protagonista, el de analfabeto en viticultura. Sin embargo, y por eso lo sacamos en 7Caníbales, el protagonista es Richard Leroy, productor biodinámico de Montbenault. Tres hectáreas, 15.000 cepas, la mayoría plantadas en los años sesenta, en Anjou, en la Loire.
Me consta que el libro gusta mucho a la vasta legión de sumilleres que nos rodea. Porque cuenta que el vino sale de la viña, del viñedo, y porque trata de un productor que tiene una historia de amor con su entorno, por el paisaje y por la tierra donde viven sus cepas. Y porque trata de la agricultura biodinámica, de los vinos sin azufre y porque trata con cierta neutralidad sobre los vinos naturales y los vinos sujetos a una AOC, DO o cualquier etiqueta.
A los amantes del cómic, nos gusta porque Davodeau es un muy bueno, porque no ha caído en tópicos, ni formalismos y porque ha construido una historia de amistad entre dos tipos abducidos por su profesión. La relación de dos personas que dialogan sobre la libertad creativa, sobre lo bueno y lo malo y sobre la libertad de decir me gusta o no me gusta, aunque sea bueno. Por ejemplo, Moebius. Yo tampoco puedo cuando Jean Giraud, firma con su apodo. Y espero que todo el mundo entienda la grandeza de todos los cómics (como el de los vinos), cuando la página 58, aportación de Lewis Trondheim, con sus personajes con pico. ¿Cómo distinguirse entre miles de viticultores y centenares de millones de botellas?
El principio podría ser cualquier momento, pero Davodeau prefiere una historia lineal y seguir el ciclo natural, como los ensayos más formales. El principio es la preparación para la resurrección, cuando hay paro vegetativo: Vamos a aprender a podar y a pasar frío. Richard Leroy lleva barba, porque la naturaleza le impone su bufanda natural. Es la primera pista por su apuesta por el ciclo biodinámico.
Viajamos en TGV, viajaremos mucho en TGV por Francia. Llegamos a Bélgica, a Tournai, diría que una de las capitales mundiales del cómic. Viajaremos a los salones del cómic de Saint-Malo y de Bastia, visitaremos a la gente de Futuropolis, editorial de Davodeau en París. Beberemos mucho vino con Leroy, el que nos enseñará a escoger y a beber agua cuando en la carta solo hay bazofia.
Y a partir del capítulo 5 llegamos a la parte más trepidante. Se van a cavar y hablan de la relación de Leroy con lo biológico: “Siempre he llevado a cabo mi trabajo de viticultor de forma normal… Es decir, sin herbicidas, ni pesticidas… Naturalmente.” Sin embargo, niega a que lo biológico sea un criterio comercial para sus vinos, porque desea que la gente aprecie sus vinos porqué les gustan.
Y luego en el capítulo 6 viene el Elogio a la boñiga. ¡Uff! La historia del 500p: boñiga de vaca enterrada en cuernos de vaca todo el invierno. Davodeau adopta una postura periodística, alejada, de las explicaciones de Leroy; discute y cuestiona. Y dice: “Estoy haciendo algo que me cuesta creer.” Esta frase hace grandiosa la obra de Davodeau, ya que lo aleja de una postura dogmática y, tal vez, ridícula. No vamos a hablar aquí de Rudolf Steiner, ni del empirismo de los resultados que invoca Leroy.
Tampoco hay que apostar (o dar la razón) a los coprotagonistas del capítulo final, Regis y Robert, ex Médicos sin Fronteras en 1986 en Afganistan, que producen en Pécharmant, y que apuestan por las denominaciones y sus restricciones y obligaciones. Pero están ahí y satisfacen a alguien, como dice Lewis Trondheim. A su vez, Richard Leroy confiesa que salió de la categoría Vins de France, para cuidar la viña y hacer vino según sus criterios y porque así se siente más libre.
Y queda claro que para ambos la viticultura es una forma de vida, porqué en el banco se gana más dinero.
Más allá del cómic (documental), Étienne Davodeau es un grande del cómic y, para demostrar que es más que un escritor, ha construido dos capítulos trepidantes, muy en la linea manga, y de una gran belleza: el capítulo 7, cuando aran para quitar las malas hierbas y demuestran el sacrificio que implica no ser esclavo de los herbicidas y de la industria fitosanitaria. El otro es el capítulo 13, el de la vendimia.
Mientras tanto, un día reciben la visita del enviado de Robert Parker, con el que tan pocos viticultores han hablado; llega un tipo que casi no pone el pie en el viñedo. Un tipo que le bajará un vino de los 90 puntos porque tiene volátiles. Pero su vino es así: para el que les guste. Y es así porqué quiere poco azufre, aunque desearía no poner, como así lo cuenta en el 12 capítulo 12, e imitar a Fanfan Ganevat, en el Jura, al que visitamos en el capítulo 17.
Étienne Davodeau y Richard Leroy han compartido vino y cómics. Han paseado en busca de autores y viticultores apasionados por su oficio. Han visitado salones de cómic y ferias de vino, y han debatido sobre la génesis del vino y del cómic.
Un libro para ver, leer, beber y aprender.
Espero que esta historia gráfica haya enganchado a algún sumiller en el mundo del arte secuencial, del mismo modo que muchos devoradores de cómics se han interesado por el universo de los viticultores enamorados de su terruño.