La gastronomía ha virado en los últimos tiempos hacia un mayor reconocimiento de la labor artesanal de pequeños productores que dota a los productos de una esencia propia que se define por calidad y sabor. Para proteger justamente ese trabajo de artesanos Andalucía cuenta con el Decreto de Artesanía Alimentaria.
Quesos de granja, yogures artesanos, pastelería de conventos, frutas confitadas por el mismo agricultor, etc. El mundo rural ofrece una serie de productos artesanales que se valoran por su calidad , sabor, sostenibilidad y por ser productos saludables. Estos han ido recuperando el espacio que se merecen en mesas y tiendas gourmet. Todos ellos, ya sean salazones, conservas, mieles, mermeladas o productos cárnicos, proceden del esfuerzo y el trabajo de pequeños productores, pequeñas empresas agroalimentarias o explotaciones familiares que tienen en el trabajo artesanal su impronta personal.
Para impulsar el trabajo de estos productores y la viabilidad de sus proyectos, pero también para establecer las condiciones y requisitos necesarios para obtener las menciones que identifiquen a los alimentos artesanos, la Consejería de Agricultura, Ganadería, Pesca y Desarrollo Sostenible cuenta con el distintivo «artesanía alimentaria andaluza» que permite que más de 6.000 productores andaluces «puedan optar por la venta directa, venta en los mercados, ya sean de proximidad o a través de la venta on line, reduciendo intermediarios e incrementando el valor añadido de la producción», tal como explica la misma consejera Carmen Crespo, quien destaca sobre todo de la gestión de este nuevo sello su impulso a la productividad en zonas rurales.
Pero la Artesanía Alimentaria de Andalucía no solo ofrece vías para un desarrollo económico más eficaz al permitir la transformación de las materias primas a cargo de los propios productores, sino que también se erige como garante de las condiciones y requisitos necesarios para que un producto artesano pueda ostentar tal denominación. Andalucía da respuesta así también a la necesidad de diferenciar en el mercado adecuadamente estos productos ante la actual demanda de este tipo de productos por parte de los consumidores. Una demanda creciente que impulsan no solo consumidores sino también cocineros de renombre.
De esta forma, son varios los productos andaluces, muchos de ellos vinculados además a alguna de las 68 figuras de calidad ligadas al origen que existen en esta comunidad, los que siguen apostando por una producción artesana estrechamente vinculada a la dieta mediterránea. Una manera no solo de garantizar la calidad del producto sino también de asentar población en los entornos rurales y mantener así viva una tradición y una cultura gastronómica que en algunos momentos vio peligrar su futuro.
Cuajadas, avinagrados, adobados, conservas de marisco y pescado, repostería artesanal, sal y un largo etcétera pasan a formar parte así de una despensa que en Andalucía, como también está pasando en otras regiones, busca no solo el sabor y el deleite gastronómico sino también un consumo solidario, sostenible y responsable con el entorno rural.