Arroz de Morelos, una sinfonía con Denominación de Origen

La despensa mexicana exhibe el símbolo distintivo del arroz de Morelos, protegido, regulado y avalado por una Denominación de Origen. Su historia se remonta al año 1836.

Marcela Pezet

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La historia se entreteje con el presente en las fértiles planicies de Morelos. En cada surco de la tierra se cultiva un venerado tesoro culinario, el arroz de Morelos. Un grano dorado, nutrido por la riqueza de suelos volcánicos y acariciado por aguas cristalinas, se alza como estandarte de la excelencia culinaria, una joya reconocida y protegida por su Denominación de Origen.

 

Consagrado como el mejor arroz de México, es un testimonio de la siembra artesanal y el resultado del benévolo clima de Morelos. La textura de su grano, robusto y delicadamente suave, evoca la pureza del entorno, que se revela entre matices terrosos y la frescura de la brisa.

Plantas de arroz
Plantas de arroz a punto de cosecha. Foto, Marcela Pezet.

El arroz de Morelos, emblema de la gastronomía mexicana, representa la armonía entre la naturaleza y el esfuerzo humano, un legado de prácticas y sabiduría ancestrales que culmina en un producto de suprema calidad.

 

El año 1836 registró la llegada desde Asia de las primeras semillas de arroz morado a Morelos, un presente de Don Ricardo Sánchez de Guerrero. En 1839, semillas de arroz blanco traídas al puerto de Veracruz por el español Gabino Carrandi, se entremezclaron en Jojutla con las locales, engendrando una nueva variedad fitomejorada que abrazaría la tierra y el clima de Morelos.

Arrozales de Morelos
Arrozales de Morelos. Foto, Marcela Pezet.

Cada grano de este arroz lleva consigo la herencia de los primeros arroces morados y blancos traídos a sus valles, un legado de agrónomos visionarios que encontraron en Jojutla, el corazón de su cultivo, el crisol para la creación de una variedad. Desde aquellos días hasta el florecimiento de su producción en el siglo XX, Morelos ha sido custodio de una planta que ha sabido adaptarse y prosperar.

 

El despertar se entreteje con décadas de estudio y mejoramiento por parte del INIFAP (Instituto Nacional de Investigaciones Forestales Agrícolas y Pecuarias), que ha defendido la esencia del arroz de Morelos, culminando en la constitución de la Denominación de Origen el 16 de febrero de 2012. Este título no es solo un reconocimiento, sino un voto de confianza en la calidad y el prometedor futuro de un arroz que es una expresión pura de México. Hoy, el arroz de Morelos es un tributo a la confluencia de culturas.

 

Calidad suprema y tradición

 

La Denominación de Origen del arroz de Morelos es el emblema de autenticidad que consagra este grano como uno de los más excepcionales del mundo. Es la garantía de que cada grano se origina de un terruño privilegiado, donde se respetan prácticas agrícolas ancestrales y métodos sostenibles.

El arroz de Morelos en estado puro.
El arroz de Morelos en estado puro. Foto, Marcela Pezet.

El Arroz de Morelos Palay brilla con su tonalidad dorada; el Arroz Morelos integral o moreno, robusto y genuino, valorado por su aporte nutricional y profundidad de sabor, narra una historia en cada capa de salvado; y el Arroz Morelos pulido, con su versatilidad y textura delicada y su lustre perenne. Incluso subproductos como la cascarilla, el medio grano y la harina, están cobijados bajo este estandarte.

 

La sabiduría agrícola y la innovación se combinan en las variedades Morelos A-92, Morelos A-98 y Morelos A-2010, frutos del trabajo del Campo Experimental de Zacatepec y del INIFAP. Son herederos de una tierra regida por la siembra artesanal y un clima idílico, que juntos orquestan la sinfonía de un arroz gourmet.

 

La Denominación de Origen protege tanto las variedades de grano largo como el arroz integral y el pulido.

 

Protagonismo en la cocina

 

El arroz de Morelos  trasciende su papel de ingrediente para erigirse como el protagonista de un vasto mosaico culinario. Su habilidad para absorber y realzar sabores lo corona como la estrella de un sinfín de platillos, desde sofisticados risottos hasta los más fervorosos platos tradicionales mexicanos. Un simple grano del arroz de Morelos se convierte en un lienzo que capta y magnifica la esencia de cada receta, transformando lo ordinario en una experiencia sensorial.

Arroz secándose
Arroz secándose. Foto, Marcela Pezet.

 

Más allá de su rol como mero acompañante, el arroz de Morelos es el alma y corazón de cualquier creación gastronómica, infundiendo vida en cada celebración. Dotado de una capacidad única para empaparse de los sabores con que se cocina, eleva cada preparación a un nivel de excelencia culinaria. Un humilde arroz blanco se convierte en la base perfecta para el mole complejo y picante, un plato emblemático en las mesas festivas de México.

 

Imagina la mejor paella, en la que cada grano de arroz de Morelos absorbe los ricos caldos, las especias selectas y el sazón del azafrán, resultando en un plato vibrante y lleno de vida. Considera un cremoso risotto, en el cual el arroz se amalgama con el parmesano recién rallado y los hongos porcini, creando un concierto de sabores terrosos y una textura que acaricia el paladar. O piensa en un pilaf aromático, donde el grano es salteado con hierbas frescas y frutos secos, ofreciendo una explosión de sabores que te transporta a lejanas tierras.

 

El arroz de Morelos no conoce fronteras en la cocina. Inspira a chefs de todo el mundo a experimentar, a innovar y a atreverse a presentar platos que deleitan, sorprenden y satisfacen. Con cada grano perfectamente cocido, este arroz promete llevar tus sentidos en un viaje culinario, donde cada bocado es una celebración de la calidad suprema y el deleite puro.

 

Pilar Económico y Sostenibilidad

 

En el corazón fértil de Morelos, donde el suelo reverbera con promesas de fecundidad, el arroz es mucho más que un cultivo: es el pulso económico que sostiene a las familias campesinas, las cuales, generación tras generación, custodian la sagrada alquimia de su transformación. En los veintidós municipios que comparten esta tierra de verde esplendor, se cultiva un arroz que es no solo sustento sino también símbolo de una economía sostenible y resiliente, arraigada en el patrimonio de una región vibrante.

Secadero de arroz
Secadero de arroz. Foto, Marcela Pezet.

Con reverencia y una sabiduría heredada, los cultivadores morelenses siembran el arroz en un ritual que comienza con la selección de semillas seleccionadas, protegidas durante el invierno y despertadas en la primavera. Bajo el manto de un clima cálido y subhúmedo, son testigos del nacimiento de la vida, cuidadosamente nutridos hasta que las plántulas están listas para ser enraizadas en la tierra nutricia.

 

El proceso de siembra es un acto de fe y precisión, donde cada grano es colocado con la delicadeza de quien entiende el verdadero valor de lo que la tierra puede ofrecer. Los campos de Morelos se transforman en vastas extensiones de esperanza verde, meticulosamente cultivadas y regadas, asegurando que el suelo y el agua continúen su danza ancestral con la que dan vida.

 

La cosecha se celebra como un momento de agradecimiento y renovación, marcada por la transición de los colores, donde el dorado de la abundancia reemplaza al verde de la promesa. El grano, ahora maduro, viaja desde los campos hasta los molinos, donde la tradición de la molienda manual sigue siendo un acto de honor hacia la autenticidad y la historia.

Artesanía tradicional con arroz.
Artesanía tradicional con arroz. Foto, Marcela Pezet.

El secado, ya sea bajo el beso del sol o en el abrazo cuidadoso de procesos modernos, habla de la dedicación a la calidad. Y finalmente, en el pulido, el arroz revela su cara más íntima, preparándose para su viaje desde las tierras de Morelos hasta el mundo, llevando consigo el sabor y el espíritu de su origen.

 

El arroz de Morelos, en la trama de la vida cotidiana de cientos de familias, celebra la sustentabilidad y la prosperidad. Cada grano cosechado es un verso en la poesía de la tierra, un testimonio del equilibrio entre el cuidado de la tradición y la bienvenida de prácticas innovadoras que juntas siembran las semillas de un futuro próspero, en armonía con la naturaleza.

 

La experiencia de saborear el arroz de Morelos es, esencialmente, una celebración de la opulencia y variedad de la cocina mexicana. Es un capítulo de una historia de pasión por la agricultura, un relato tejido con dedicación y orgullo que se extiende desde los verdes campos hasta tu mesa. No se limita a ser parte de una comida; es una aventura culinaria que invita a descubrir la profundidad y complejidad de los sabores que solo México puede ofrecer.

 

Guardianes y defensores del arrozal

 

La cosecha del grano dorado cuenta con sus héroes anónimos, los vigilantes de los arrozales. A menudo olvidados, desempeñan un papel crucial en la protección de los campos de arroz de Morelos. Con sus gritos y gestos, mantienen a las aves distantes, permitiendo que cada semilla florezca y se transforme en el arroz que es motivo de orgullo más allá de las fronteras del estado.

Guardianes del arrozal.
Guardianes del arrozal. Foto, Marcela Pezet.

En la inmensidad de los arrozales de Morelos, los guardianes del arrozal son el corazón de la cosecha, una fuerza rara vez celebrada pero siempre esencial. Estos defensores incansables, con sus métodos sencillos pero efectivos, ejercen desde el amanecer hasta el crepúsculo durante 35 días seguidos, asegurando que el arroz prospere libre de amenazas y alcance su pleno esplendor, perpetuando la herencia de uno de los granos más finos del mundo.

 

El arroz de Morelos enfrenta hoy una batalla crucial por su identidad. Este grano es víctima de imitaciones que desdibujan su renombre. La Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) ha expuesto que pocas marcas respetan la autenticidad que dicta su Denominación de Origen.

 

La Norma Oficial Mexicana, establecida para proteger la denominación del arroz sembrado en los campos morelenses, busca preservar este patrimonio, salvaguardando la semilla y el grano, el legado de los agricultores y la confianza del consumidor.

Saco de arroz
Saco de arroz recién cosechado. Foto, Marcela Pezet.

Cuando se elige arroz de Morelos se participa en la preservación de un arte culinario, asegurando que cada grano sea un verdadero embajador de la riqueza gastronómica de México.

 

El arroz de Morelos simboliza una sinfonía de sabor y calidad que cada grano lleva consigo, una oda a la tierra que invita a pausar y reflexionar, no solo sobre lo que comemos sino sobre el legado y la tierra que lo nutre. En él se entretejen la historia, la comunidad y las prácticas sostenibles que definen nuestra relación con el alimento y el planeta. El arroz de Morelos es, sin lugar a dudas, un regalo de la naturaleza, un estandarte de la tierra mexicana que se ha ganado un lugar en los más altos estratos de la apreciación culinaria global.

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