Como la mayoría de los inventos geniales, el aeropress es un dispositivo con un diseño tan sencillo como funcional. Se trata de un tubo de polipropileno de unos 12 centímetros de largo, con un émbolo del mismo material y cubierto por un tambor de silicona. En el extremo inferior del tubo se engasta una tapa cribada, la cual sirve para fijar en el interior un filtro de papel.
El procedimiento de preparación es todavía más simple: se coloca café molido dentro del tubo, se vierte agua, mezclamos un poco, se coloca el émbolo y listo. El trabajo lo hará la presión que apliquemos sobre el aire atrapado entre el émbolo y el líquido. Colocamos el aparato sobre una taza mediana de preferencia y, a medida que presionamos, el café empieza a manar por las rejillas de la tapa, a la vez que los sólidos se quedan atrapados del otro lado del filtro.

“Empecé como ingeniero electrónico y estudié aerodinámica por afición, porque me encanta navegar y quería diseñar veleros” comenta con modestia Alan Adler, el inventor de este dispositivo, quien tiene además unas cuarenta patentes en electrónica, óptica y aerodinámica. De hecho, la empresa de Adler, Aeorobie Inc., se dio a conocer en los años ochenta por patentar un nuevo diseño de disco volador (el famoso frisbee), que no solo llegó rápidamente a superar en ventas a todos sus competidores, sino que además batió el récord mundial de la mayor distancia recorrida por un objeto arrojado con la mano (nada menos que 406 metros).
Experimentando con café
La aerodinámica no fue su única afición. Desde siempre, Adler fue un serio consumidor de café. Decepcionado por sus malas experiencias con las cafeteras domésticas – especialmente por el sabor residual amargo que dejan, producto de la sobre extracción de los sabores -, el ingeniero e inventor empezó a experimentar en 2003 con diseños que pudieran mejorar el proceso de preparación. Dedicó meses a estudiar las variables que afectaban al sabor de la bebida final. Una vez que comprendió las condiciones ideales para preparar una taza de café decente, Adler se puso a diseñar una cafetera manual que pudiera replicarlas.
En noviembre de 2005, después de dos años y más de 30 prototipos, presentó su versión final, el AeroPress, en el Coffee Fest de Seattle. El nuevo invento hizo que se levantaran algunas cejas entre los puristas, que lo veían como un juguete más. No obstante, precisamente por su sencillez, portabilidad y fácil manejo, el nuevo dispositivo no tardó en atraer el interés de la comunidad global de baristas profesionales y aficionados.

En términos físicos, el principio de extracción del aeropress es el de una infusión presurizada, es decir, se trata de una mezcla de agua y café que es obligada a pasar a presión por algún tipo de filtro. En este sentido, el aeropress viene a ser el miembro más joven de la familia del espresso y la moka italiana. El elemento clave de este sistema es que, a diferencia de sus parientes, el aeropress permite experimentar a la vez con las variables fundamentales de la extracción: tiempo de infusión, temperatura del agua, agitación de la mezcla (turbulencia), así como la presión ejercida.
El espresso más joven
Si bien algunas máquinas de espresso ya permiten controlar temperaturas, flujos y presiones, sus tecnologías son de uso privilegiado, reservado para las cafeterías de especialidad y, por lo demás, prohibitivas para la mayoría de mortales. El aeropress, en cambio, se encuentra entre los sistemas domésticos menos costosos en la oferta de los llamados ‘métodos alternativos’.
¿Cómo prepararlo? Debido a su versatilidad, a día de hoy las recetas para preparar café con el aeropress se cuentan por millares. No es una exageración. Desde 2008 se celebran campeonatos locales y mundiales para elegir las mejores recetas elaboradas con este método.

Existen dos formas básicas de prepararlo: directa e invertida. En el primer caso -recomendado por su inventor- seguimos la secuencia descrita al inicio. Colocamos el tubo de polipropileno (con el filtro de papel y la tapa ya engastada) sobre una taza o mug. Luego se colocan 1 o 2 cucharadas de café finamente molido. Sacudimos ligeramente para nivelar el café y vertimos el agua caliente (80 C para tostados oscuros, 85 C para tostados claros).
Mezclamos unos diez segundos con una cuchara sin tocar la base. Si lo deseamos con la intensidad de un espresso, agregamos el agua únicamente hasta el número equivalente a la cantidad de cucharadas. Si lo deseamos más diluido, , como un americano, entonces duplicamos el número para el agua. Introducimos el émbolo y presionamos.
En el caso del formato invertido, colocamos primero el émbolo dentro de la cámara. Este nos servirá a la vez de soporte y con ello podremos verter el café molido (fino), el agua, mezclar, colocar la tapa (con el filtro) e invertir rápidamente el dispositivo sobre la taza, al tiempo que empezamos a presionar. La diferencia en los resultados es -y tal vez seguirá siendo- tema de discusión.
El resultado general, si se ha seguido correctamente cualquiera de las secuencias, será siempre materia de disfrute.