El vino de Barcelona se renueva, por dentro y por fuera

Carme Gasull

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¿Sabías que Barcelona tiene un vino propio? Lo impulsó el consistorio de la ciudad en el año 2001 y era un vino institucional. Es decir, servía y se servía para representar la ciudad en actos oficiales. Su etiqueta, lo identificaba: siempre una letra ‘B’ a cargo de diferentes artistas catalanes, como Ràfols Casamada, Perico Pastor, Antoni Tàpies o Frederic Amat. La identidad fue creada por el estudio de branding, diseño y comunicación visual Clase, fundado y dirigido por el diseñador Claret Serrahima.

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Clase nunca se ha desvinculado de este vino. Con el tiempo ha ido redefiniendo el concepto, continente y contenido, hacia un proyecto de recuperación del patrimonio natural de Barcelona en el antiguo cultivo de la vid en la Masía Can Calopa de Dalt, en el Parc de Collserola. Desde 2010, junto a la cooperativa de integración social L’Olivera a cargo de la gestión de las tres hectáreas de viñedo y de la pequeña bodega rehabilitada con las que cuentan.

Gracias a 20 jóvenes con necesidades especiales que viven y trabajan en la finca, que participan en el cultivo y mantenimiento de la viña y en la elaboración en la bodega, de Can Calopa salen hoy cerca de 5.000 botellas que se comercializan bajo la marca ’Vinyes de Barcelona’ y el paraguas de la Denominación de Origen Catalunya.

La añada 2016 del vino —un cupaje de las variedades mediterráneas Syrah (80%) y Garnacha negra (20%) con 12 meses de crianza en barrica de roble—, acaba de llegar al mercado con un perfil renovado y fresco y la intención de recuperar la tradición vitivinícola de la ciudad apostando, a la vez, por una agricultura que combina productos de calidad con inserción social y respeto al medio ambiente. Valores que, desde su nacimiento en 1974 en la localidad de Vallbona de les Monges (Lleida), son la esencia de L’Olivera, elaboradores de otros vinos, blancos, tintos, dulces y espumosos, bajo la Denominación de Origen Costers del Segre.

Las nuevas etiquetas del vino de Barcelona, obra de Daniel Ayuso, socio y director creativo de Clase, quieren reflejar, justamente, esta parte más social y de recuperación de las viñas. “No se trata sólo de representar al vino, si no a la gente que lo hace posible».

En definitiva, un proyecto global que reivindica la agricultura periurbana y plantea una mirada moderna a la recuperación de la actividad agrícola ligada a las grandes ciudades. En boca, la capital catalana es y está buena.

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