El origen de VIGNO debió ser en 2008, cuando se creó la Denominación de Origen Cauquenes. Lo cuenta Andrés Sánchez, enólogo de Viña Gillmore. “Entonces, me llamó Eduardo Brethauer, escritor de vinos chileno, para preguntarme qué pensaba. Fui muy duro con él. Le dije que era una tontera, porque las D.O. nacen para proteger un producto desde los productores y no desde el Estado. Que el Estado diga que existe, entonces para olivos y vinos, no tenía sentido porque todavía no existían los productos. Era poner bueyes antes de la carreta. Le dije que deberíamos enfocarnos en un territorio mostrando una variedad, y que el carignan podía ser una gran oportunidad, porque sus parras eran viejas, de secano (sin más agua que la de la lluvia), y estaban sólo en el Maule… Por mi relación con Italia le mencioné el Morellino di Scansano, un sangiovese de una zona cálida en la Toscana, con sus propias reglas; lo que llaman un disciplinario. Fue un chat importante, y ahí nació la idea con la que Eduardo me acompañó”.
Lo recuerda Eduardo, radicado ahora en Polonia con su señora, también escritora de vinos. “Quería hacer un reportaje del carignan del Maule. Nos juntarnos con Andrés y catamos botellas viejas que había hecho su suegro, Francisco Gillmore, fundador de Viña Gillmore. Debieron haber sido de los años 94 y 95. Las abrimos, y aunque habían estado mal guardadas dijimos: esta cepa tiene gran potencial. Ya había varias viñas elaborando con ellas y estaba todo para tener vinos con sentido de origen”.

Esa parte no se cuenta, dice Eduardo al teléfono, pero fue un trabajo de hormiga. “Sostuvimos reuniones con viñas que ya tenían carignan para contarles la idea y convencerlos de formar una asociación para potenciar los vinos. A veces me fue bien, con otros más o menos, y otros, muy escéptioas, me dijeron que no. Hubo quien manifestó que le que parecía buena idea pero que había invertido mucho en sus marcas. La pregunta era: ¿qué ganaban ellos con meterse en un grupo? Costó bastante convencer y vender el concepto, porque en Chile, en ese momento, los enólogos no se juntaban a degustar, era una manera de trabajar muy individualista, en competencia, y lo asociativo era muy complicado y difícil de entender. Finalmente logramos convencer a doce viñas, además del viticultor Renan Cancino y yo, que no hacíamos vino”.
Su trabajo fue ad honoren, porque no vende vino. Le interesaba que sobreviviera esta viticultura tradicional. “En ese tiempo, las empresas de celulosa estaban comprando viñedos viejos a precio de huevo, los viñateros vendían sus uvas a 50 pesos (medio dólar) el kilo. Estos viñedos estaban encaminados a desparecer. Los hijos arrancaban, no querían trabajar la viña, se metían a gendarmes en Cauquenes. Mi objetivo era ponerlos en valor y que fuera un negocio sostenible”.
Definir la normativa
Después vino otro trabajo muy intenso, con muchas reuniones entre los socios fundadores para hacer la normativa. “La gran polémica, cuenta Eduardo, era si importaba el porcentaje de la cepa o si lo que mandaba era el terroir. Unos querían que el vino fuera 100% carignan. Yo tenía la postura más del lugar, vender el terroir asociado al carignan. Propuse que el mínimo fuera 69%, de loquillo. Finalmente se aprobó un 65%. Ahora lo cambiaron al 85%, para poder poner carignan en la etiqueta, según la norma europea”.
También determinaron que debían ser vinos del secano y parras viejas sigue contando el autor de las guías Vinos con Cuento. “Imagina la discusión, porque nadie sabe a ciencia cierta qué edad tienen las parras. Unos decían que tienen más de 100 años, pero ¿de dónde sacaban la fecha si no hay registros? Por eso nos pareció que 30 años era edad suficiente y que también podía ser carignan injertada sobre viñas de país viejo. El otro consenso al que llegamos, es que todo el vino tenía que ser de parras viejas del mismo territorio, en el secano que hay entre el río Maule y la frontera sur del valle. El porcentaje de libertad, era para poder sumar otras variedades y que cada viña tuviera su propio estilo”.

Andrés cuenta que trabajaron casi un año con una empresa de publicidad, para formar la marca y sus reglas. “Entre las reglas no aceptamos ninguna de las que aparecen en la ley”. Se decidió que los VIGNO no puede poner en sus etiquetas las categorías Reserva o Gran Reserva, porque no se traducen en tiempos de guarda. Sí pueden especificar las menciones ‘Secano’ (dry farming) y ‘Viñas viejas’ (old vines). Consideramos también que debían que tener guarda antes de salir al mercado. Así se creó otra regla: los vinos no pueden salir de la bodega antes delos dos años, desde la cosecha. Yo entendí al carignan recién en 2006. Me di cuenta que los vinos de cepas más mediterráneas, como ella, son de menor extracción en las vinificaciones, y para darles un sentido de lugar se fue desarrollando un trabajo paralelo: fue saltar del carácter bordelés al carácter mediterráneo menos extractivo. Por eso, si alguien ocupa barrica hoy, o son más grandes o más viejas. Fue una transición bella.”
Una marca colectiva
La otra gran discusión, cuenta Eduardo, era si hacían una marca colectiva o no, porque algunos querían colocar sólo un sello. “Yo dije: las botellas están llenas de sellos, no tiene sentido poner uno más. Si vamos a hacer esto inédito hay que dar el golpe. Después de mucho batallar se logró el paraguas VIGNO y que tuviera más relevancia en la etiqueta que el nombre de la propia bodega”.
Elegir carignan y no cariñeña, su nombre natal, español, fue también una discusión. En ese tiempo explica Eduardo, no conocían tanto España. El argumento que primó fue que las parras que llegaron eran clones o plantas masales francesas. Si las vides de carignan llegaron para reuperar la viticultura destruida por el terremoto de 1939, el mito de VIGNO empieza justo después de otro terremoto, el del año 2010. “Habíamos firmado el acta de compromiso unos días antes en Gillmore, donde se cayó entero su pueblito turístico. En ese tiempo me invitaron del Círculo de Escritores de Vino a una feria de Londres, para dictar una master clase sobre los carignan. Era una cata con el fin de recaudar fondos para los afectados del terremoto junto a una exposición fotográfica de Matt Wilson, con imágenes de la destrucción en Sauzal, el pueblo de Renan. En esa cata se presentaron por primera vez los carignan chilenos. No se recaudó mucho, pero los comentarios de los británicos fueron increíbles; quedaron con la boca abierta. Decían, oh es el típico vino chileno, oh es secano, y no tiene el verdor de los carignan del sur de Francia… Eso fue un empujón. Después de eso, cuando viajaban a Chile, o se hacían degustaciones en Londres (el mercado que marcaba entonces) todos pedían en su wish list probar carignan”.
Las viñas fundadoras de VIGNO fueron Alcance, Bodegas Rojas, RE, De Martino, Gillmore, Miguel Torres Chile, Undurraga, Morandé, Garage Wine C.O., Bouchon Family Wines, Odfjell y P.S. García. Nuevas incorporaciones: Casas Patronales, Lapostolle, Valdivieso, Emiliana, Carter-Mollenhauer, Barón Philippe de Rothschild Chile, El Pedernal y Dagaz.
Compromisos con los viticultores
Julio Bouchon, actual presidente de VIGNO y sus llamados vignadores, confirma ese entusiasmo todavía después de diez años. “Hoy en día VIGNO está en la mayoría de los wish list de los periodistas, sommelieres y compradores que vienen a visitar Chile”. Otro tema importante es la colaboración generada con productores de carignan del secano, comprando sus uvas a precios muy sobre el promedio de la industria. Pero además de eso, es dándole valor al secano y sus parras viejas, ya no solo de carignan, sino de país, de cinsault, de moscatel…”.
“Hace algunos años, agrega Bouchon, en los más prestigiosos concursos internacionales siempre eran los mismos vinos los que estaban en el podio. Hoy en día VIGNO con sus diferentes productores siempre está en lo alto y eso es un orgullo. Por otro lado, en los monopolios europeos, que son mercados muy competitivos y a su vez marcadores de tendencia, hay solicitudes (tenders) específicos para VIGNO. Que el monopolio creara una categoría VIGNO, nos da una satisfacción tremenda porque las cosas se han hecho bien”.

VIGNO también ha sido el centro de investigaciones desarrolladas desde la academia, para comprender mejor su territorio y sus cualidades en la copa. Coincidiendo con el lanzamiento de la cosecha 2021, la Universidad de Chile compartió los resultados de dos investigaciones enfocadas en sus vinos. Destacan sus altos índices de taninos, color y acidez natural, aún teniendo su origen en las zonas más cálidas del Maule. Marcela Medel, Doctora en Ciencias de los Alimentos e investigadora de sensorialidad del vino, confirmó estos atributos, comparando los vinos de VIGNO con otros carignan de secano producidos en Francia, España e Italia.
Alvaro Peña, quien dirigió el estudio de la misma universidad, sobre ‘Aspectos relevantes de la composición Química del Vino Carignan del Maule’, explicó “que cómo afecte la radiación y la temperatura sobre las enzimas que son las que gatillan la formación de color y aromas, será determinante para el carácter de cada vino, y también determinante en cómo cambiarán los vinos a futuro debido al cambio climático”.

Eduardo Jordán, enólogo de Miguel Torres, una de las 12 viñas fundadoras del colectivo, nos recordaba el trabajo que hizo la Universidad de Talca, responsable de la certificación de los viñedos que forman parte de VIGNO. En base a sus estudios sabemos que la mayoría de los lugares donde están plantados los carignan en el Maule (mapa 1), tienen suelos de origen granítico, y en algunos sectores, los menos, hay algo de aluvial.
También destaca que la cercanía al Océano Pacífico y la altura con relación a él, son factores modeladores de los vinos. Los sectores del mapa 2, con colores verdes más oscuros están más bajos, y allí es donde tiende a concentrarse la temperatura. En lugares más altos (en amarillo) corre más viento y son más fríos. Otro factor relevante son las temperaturas nocturnas. Mientras más frías sean las noches, mayor oscilación térmica habrá entre día y noche. El mapa 3 muestra que Huerta de Maule es lugar intermedio en altura pero de noches muy frías. De hecho, es la zona donde caen más heladas. Truquilemu, destacó, también es más alto y frío, pero también muy frío de noche, por lo que la oscilación térmica resulta menor. Entre tanto, en zonas más cercanas a Melozal, que son cálidas durante el día y no tan frías en la noche, la oscilación térmica es menor.
El futuro de VIGNO
Eduardo Jordán nos explica por qué Miguel Torres Chile quiso ser parte de este colectivo. “Era un proyecto que cubría una variedad española con la que a la bodega le interesaba trabajar. Además ya entonces tenían la cercanía con varios campos y proyectos en el mismo territorio y estaba el trabajo asociativo y con pequeños productores… El campo de Torres lo manejamos orgánico y nos hemos enfocado mucho en mejorar la fertilidad de sectores menos vigorosos, para que las plantas lleguen con más fuerza al final, porque en años más secos, les cuesta”.
Ahora, cuando el valle del Maule ha sumado una nueva marca colectiva, Almaule, con la regla de vinos con 90% mínimo en su mezcla de cepa país y 12,5 grados de alcohol como máximo, le preguntamos a Andrés Sánchez, porque en 2008 pensó en carignan y no en país.

“Carignan nació de manera espontánea y fue un paso natural para los técnicos que estaban trabajando con ella. El país siempre fue una deuda, pero en ese momento era impensable. Hubo gente que le quiso poner pantalones largos, hacer espumantes… La interpretación que yo vi fue más bien de pantalones cortos, de frescura, del sabor de la primavera, de la sandía, la frutilla… Es un vino frutal que pasa por la boca directo al corazón, sin pretensiones. Almaule eso sí, no es la definición de un lugar, como VIGNO, sino la frescura de un vino bebible».
«El futuro de VIGNO, continúa, es que trascienda. Logramos pasar de ser una variedad que no existía, porque se mezclaba y vendía a granel, a ser la variedad que tiene mejor precio promedio de exportación entre vinos embotellados. Está en la cumbre de la pirámide en valor, y transmite identidad. Lo que queremos ahora es contagiar al resto para que se hagan más marcas colectivas, de territorios con sus propias reglas y nombres, y no sean las marcas o los egos, lo más importante del territorio. Para que Chile deje de ser un comerciante de vinos, y pase a ser un territorio vitivinícola”.