La enóloga argentina Gabriela Celeste, socia del conocido experto francés en vino Michel Rolland, destacó hoy la importancia de esta bebida como «despliegue de sentidos» en la era virtual en la que se vive «e impide palpar».
Según Celeste, directora técnica del laboratorio de enología EnoRolland, que asesora a más de 180 bodegas, las tendencias en vino siguen el mismo esquema de consumo que otros productos: «los usuarios buscan novedad y bajo coste».
«Creo que las personas quieren todo ahora, inmediatamente, y el consumidor de vino no es distinto. Y ahí es donde encuentran su gran ventaja los productores argentinos», apuntó en una entrevista con Efe.
La industria vinícola argentina se distingue del resto en su rapidez de producción, ya que se prefieren los vinos de crianza rápida, para los que no haya que esperar veinte años, y el clima ayuda a ello, explicó.
Aparte de esta virtud, la otra estrategia argentina para subsistir frente a los vinos europeos es precisamente no perder la personalidad.
«Podemos favorecernos si producimos un vino del nuevo mundo, con nuestras uvas y nuestra humilde tecnología, con nuestra historia vitivinícola de los inmigrantes», apuntó Celeste.
China aparece como un nuevo competidor en el mercado global de vinos, pero la experta considera que le llevará muchos años convertirse en una amenaza.
«La referencia china en vinos es Francia, donde se hacen vinos en viñedos centenarios, con mucha cultura. Por eso la amenaza la veo a treinta o cuarenta años», explicó.
Argentina prefiere centrarse por el momento en seguir impulsando su malbec, de reconocimiento internacional gracias a que «su imagen es la imagen del país», según Celeste.
«Es amigable, suave, animado, entrador. Con su color violeta, potente, intenso. Es la característica del argentino tipo, apasionado, de carácter. Eso es lo que atrae en el mundo de nuestro malbec», añadió.
Se trata de un vino que ha salido beneficiado de la crisis, ya que los consumidores habituados al producto europeo no pueden seguir adquiriéndola por sus elevados precios, y optan por esta opción más barata que, sin embargo, «mantiene la calidad a la que están acostumbrados», según Celeste.
Su objetivo es ahora infiltrarse entre las nuevas generaciones, acostumbradas a ver a sus padres tomando vino de mesa en las comidas, y que ahora se interesan por esta bebida «no solo como alimento, sino también por la cultura que lleva detrás».