Eric Asimov, uno de los críticos y periodistas de vino más prestigiosos del mundo, ha publicado un artículo en «The New York Times» donde se muestra optimista por el gran renacimiento de los vinos blancos italianos.

Para apreciar uno de los ejemplos más dramáticos de cómo ha cambiado el mundo del vino en los últimos 25 años, consideremos a los vinos blancos de Italia.
En ese entonces, una respuesta razonable a esa sugerencia habría sido simplemente reírse o suspirar. Soave quizá hubiera venido a la mente, y pinot grigio, aunque ninguno habría inspirado asociaciones particularmente felices. Esos vinos blancos en botellas en forma de peces funcionaron mejor como arte extravagante, mientras que el memorablemente llamado Est! Est! Est!!! y los varios frascatis olvidables ofrecían poco placer más allá de una neutralidad bien enfriada.
Ahora, sin embargo, las opciones son casi vergonzosamente ricas. Soave ha gozado de un renacimiento (pruebe algo de Pieropan, por ejemplo, para ver cuán bueno puede ser), y las regiones nororientales de Alto Adige y Friuli-Venezia Giulia vierten un río de botellas deleitables. Liguria y Cerdeña están haciendo vermentinos deliciosos, mientras que los arneis del Piamonte pueden ser un placer. Incluso esas antiguas propuestas, pinot grigio y Orvieto, pueden sorprenderle con su calidad en estos días.
Muchos de los mejores vinos blancos italianos están hechos de uvas que eran virtualmente desconocidas hace 25 años, como tres de Campania: greco, falangina y fiano. Estas uvas antiguas han sido cultivadas por milenios, pero en gran medida habían perdido prominencia para mediados del siglo XX.
La industria vinícola de Campania ha crecido enormemente en los últimos 25 años, sin embargo, y también lo ha hecho su enfoque en las uvas nativas. En ese entonces, uno habría tenido problemas incluso para nombrar a un puñado de buenos productores cuyos vinos llegaran a Estados Unidos. Ahora hay docenas, y uvas anteriormente desconocidas como aglianico y los tres vinos blancos se han vuelto mucho más conocidos.
El más interesante para mí es el fiano, en parte porque es estilísticamente versátil. Puede desempeñar el papel de aquellos vinos blancos italianos de antaño: un refrigerio limpio y frío. Pero puede ofrecer más.
En su base, tiene una calidad ahumada, con sabor a nuez y especias que encuentro muy atractiva, junto con sabores minerales triunfadores. Muchos productores han experimentado con fiano, no simplemente para hacer que al fiano sepa como vinos más populares sino para determinar qué métodos pueden hacer al fiano más distintivamente un fiano.
Por ejemplo, permitir que los vinos se añejen en sus sedimentos, esencialmente células de fermento muertas y otros detritos de la fermentación, es una antigua técnica francesa para añadir riqueza a los vinos blancos. Agitar ocasionalmente esos sedimentos puede añadir incluso más cuerpo. Muchos productores están usando estos métodos con el fiano, y el resultado es una textura más rica, que ofrece un placer mucho más táctil, como si el vino hubiera sido añejado en barriles – sin el sabor de la madera – aun cuando menos agitación tuviera lugar en tanques de acero.
Para examinar el estado actual de los fianos de Campania, el panel del vino probó 20 botellas de vendimias recientes. Florence Fabricant y yo nos unimos para la cata de Brad Nugent, un sommelier en Ciano, y Gabrio Tosti di Valminuta, propietario de De-Vino, una vinatería en gran medida italiana.
Nos impresionó altamente la calidad. Los mejores vinos tuvieron una energía cautivadora que fue maravillosamente refrescante. Algunos tuvieron también una textura hermosa, posiblemente como resultado de la agitación de los sedimentos, y posiblemente debido al añejamiento en barriles. (No siempre es evidente qué métodos se usaron, a menos que uno esté en la bodega para observar.) Otros fueron directos y jugosos, al estilo de un pinot grigio pulido.
Los que no nos gustaron fueron por falta de vivacidad, como si las manipulaciones hubieran sido exageradas, restando vigor al vino. Afortunadamente, nos gustaron la mayoría de ellos.
Nuestro favorito fue el 2007 Fiano di Avellino Radici de Mastroberardino, el productor más histórico en Campania. Era ahumad, con un leve sabor a miel, aunque fresco y vivaz con esa textura cautivadora que encontré tan intrigante. Sólo Gabrio planteó una insinuación de objeción a este vino, diciendo que le recordaba demasiado a un Meursault. Yo pudiera pensar en cosas peores, supongo.
Si el Radici tiene la profundidad de sabor para mejorar con algunos años de añejamiento, a su hermano, el directo 2009 Fiano di Avelino de Mastriberardino, nuestra botella No. 4, es mejor consumirlo joven, cuando sus sabores jugosos están en su máximo esplendor.
La mayoría de los fianos provienen del área en torno a la localidad de Avellino, de ahí las apelaciones Fiano di Avellino. Pero cinco en nuestra cata provenían de regiones más cerca del Mediterráneo, un clima más cálido donde los vinos tienden a ser más ricos y más redondos, como nuestra botella No. 2, el 2008 Kratos de Luigi Maffini. Este proviene de Paestum, una antigua ciudad grecorromana al sur de la costa de Amalfi. El vino era brillante y ácido, con una textura rica y una atractivo y ceroso aroma mineral. Incidentalmente, los vinos de Paestum no son elegibles para apelaciones de estatus más elevado, y generalmente se les etiqueta IGT, por Indicazione Geografica Tipica, o típico de su denominación de origen.
La única otra botella de fuera de la zona de Avellino que formó parte de nuestros 10 principales fue el vino más inusual en la cata, el 2004 Antece de De Conciliis, también de Paestum. Aparte de ser un vino más añejo, el Antece, que indica que está hecho al estilo de los ancestros, es fermentado con las cáscaras de la uva, como sería el caso con un vino tinto, y luego es añejado en grandes barriles con los sedimentos. El resultado es un vino dorado especiado con aromas de coco y miel y una textura agradable y áspera, no tan típica del fiano pero no obstante disfrutable.
Otros vinos destacados que el panel disfrutó incluyeron el 2009 Fiano di Avellino de Feudi di San Gregorio, un estilo muy maduro pero refrescante; el robusto 2008 Fiano di Avellino de Terredora; y el ácido y complejo 2009 Fiano di Avellino de Clelia Romano.
Puede estar seguro de que otros vinos blancos italianos que valgan la pena aparecer aquí y allá, y si usted conserva algún prejuicio persistente contra ellos le exhorto a superar esos sentimientos. Si un fiano no lo consigue, ¿podría sugerirle uno de mis nuevos vinos favoritos, hecho de la uva kerner en Alto Adige? Mis amigos, tenemos mucho placer por delante.