Así es el hombre del año, Álvaro Palacios

Cristina Alcalá

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Mondavi, de Villaine, Peynaud, Gaja, Guigal, Moueix, Symington o Antinori son algunos de los ilustres apellidos vitícolas que han recibido el reconocimiento de Hombre del Año de la prestigiosa revista británica Decanter. A ellos se ha sumado este año uno español, Palacios, el número 31 de una lista que se instituyó en 1984 y en la que también están los españoles José Ignacio Domecq y Miguel Torres.

Alvaro Palacios blanco y negro

Mientras que para Decanter “es un premio otorgado por haber colocado a España en el mapa de los grandes vinos, transformando las fortunas del Priorat y del Bierzo, y ahora su enfoque de la Rioja Baja», para Álvaro Palacios “es un regalo y un premio importante para la marca España”.

Descendiente de viticultores riojanos, comenzó a trabajar muy joven en la bodega familiar Palacios Remondo, “llevo trabajando y vendiendo vinos fuera desde adolescente y he vivido una España que estaba en última línea”, por eso reconoce que le produce un poco de presión el premio porque cada añada es una responsabilidad, tiene que evolucionar y aprender, aunque tiene claro que lo que quiere hacer son vinos con identidad y rasgos mágicos. “España es del Viejo Mundo con rasgos espirituales y la gente lo tiene que saber, hay que desgastar muchos asientos de avión y echarse al mundo”. Afirma que primero es la calidad y luego vender, “el consumo de vino subiría si los vinos de calidad media-baja se hiciesen con más alma y eso pasa por tener intención y voluntad”.

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Álvaro Palacios (Alfaro, 1964) vive entre Priorat (Tarragona), Corullón (León) y Alfaro (La Rioja). Se define como humilde labrador, divertido y vividor apasionado de la vida, “incluso algo pesado de lo apasionado que soy”. No se considera un artista sino un artesano porque “todo está en la ilusión, no merezco nada”. Es de mar y montaña, le gusta el motocross, bucear, el flamenco y torear. Tuvo un grupo de música, The Filoxera Blues Band, pero ahora lo que toca es la guitarra y hasta se arranca por algún palo del flamenco cuando se lo piden. Su bodega personal la tiene en un depósito de cemento en Alfaro, unas 500 botellas, y reconoce que bebe vino constantemente. Le atrae en Viejo Mundo, la gente y las tradiciones, “no me interesa la tecnología, me gusta hablar de cultura del vino”.

Apuesta por una viticultura inalterada en el tiempo, la que hace los vinos más afines con el entorno, vinos vitales que conmuevan. “La grandeza de un vino está en el capricho de la naturaleza, en el viñedo, la viña intuye a cualquiera que pasa por su lado”. Reconoce que le encantaría hacer vinos en muchas zonas de España pero no tiene tiempo, “el vino exige una entrega absoluta de tu vida”.

¿Con qué sueña Alvaro Palacios? “Con cosas bonitas, soy altruista y generoso”
Y mientras sueñas, ¿qué beberías? “L´Hermita 2006 con ensalada de bogavante escuchando una granaína de Camarón de la Isla”.

Alvaro in Corullon

 

 

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