Tinta Tinto, la bodega playera de Algarrobo

Una casa de piedra en Algarrobo, bahía que será sede de las competencias a vela de los Juegos Panamericanos Santiago 2023, es el hogar de esta pequeña bodega enfocada en vinos del vecino valle de Casablanca. Su visita es una parada obligada todo el año, y lo será más aún entre regata y regata, del 28 de octubre al 3 de noviembre.

Mariana Martínez

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Un leash, la cuerda con velcro que sujeta una tabla de surf a un pie para no perderse el uno del otro entre las olas, invita a tocar la campana de bienvenida en la casa de Javiera Fuentes y Roberto Carrancá. Instalada a tan sólo 200 metros del mar, en las alturas de la bahía de Algarrobo, uno ya puede ir adivinando que en esta acogedora casa de piedra, la vida de playa es protagonista. Lo que no podrán adivinar tan fácil quienes visiten Algarrobo con motivo de las competencias de vela de los Juegos Panamericanos es que Javi y Roberto llevan más de una década produciendo vino en esta playa del Pacífico. Y que, entre regata y regata, nos esperan con su deliciosa familia de vinos TintaTinto, todos hechos a cuatro manos.

 

Roberto es agrónomo y enólogo de formación, y Javiera, psicóloga. Se casaron muy jóvenes; él de 23, ella de 21. Desde niño, el sueño de Roberto era ser marino; no había otro camino que estudiar en la Escuela Naval. Nos lo cuenta mientras vemos los veleros navegando a lo lejos, recortándose en el azul profundo de la bahía. Su determinación lo llevó a cumplir su sueño, pero dos años después descubrió que esta no era la forma que quería para vincularse con el mar. Lo delatan sus shorts y sus zapatillas.

Javiera Fuentes y Roberto Carrasco. Foto, Marians Martínez.
Javiera Fuentes y Roberto Carrancá. Foto, Marians Martínez.

“Siendo de Santiago, después de la Naval, seguí vinculado con el mar. Veraneábamos en Algarrobo, aprendí a surfear y conocí a la Javi que tenía casa en otra playa, en Concón. Con su hermano chico nos metíamos a surfear, aprendimos juntos. Después de la universidad, conseguí un trabajo en el valle de Curicó, en una viña que ya no existe, ya estábamos casados y teníamos en mente volver al mar”. Lo hicieron cuando Roberto tuvo la oportunidad de ser enólogo de Viña Indómita, en el valle costero de Casablanca. “El primer lugar en el que pensamos entonces fue Algarrobo, a menos de 40 kilómetros. Partimos buscando casa, pero encontramos un departamento. Estuve 14 años en Indómita, y sólo nos movimos de Algarrobo cuando la viña cambió de dueño y me solicitaron vivir dos años al lado de la bodega. Al volver, en 2007, compramos la casa en Algarrobo. Nos gustó y decidimos empezar a echar raíces. Me gusta decir que somos algarrobinos por elección: tiene más valor que haber nacido acá”.

 

Fue en el año 2010, en ese querer echar raíces, y ya con dos hijas apasionadas por la playa como ellos, que Roberto decidió empezar a hacer vino en el garaje de la casa y dieron los primeros pasos de Tinta Tinto. Un reto desproporcionado, dice Javi, especialmente porque no tenían ni un equipo de los que puede haber en cualquier bodega. Tampoco existía el espacio techado que tienen hoy en el patio. “El garaje llegaba hasta la mitad. Después le pusimos y lo forramos con duelas. Ahora es un espacio cómodo y acogedor, para etiquetar y hacer las degustaciones a los visitantes”.

Los depósitos en el patio de la casa de Algarrobo. Foto Mariana Martínez.
Los depósitos ocupan el patio de la casa de Algarrobo. Foto Mariana Martínez.

En la casa, mientras tantos, han aparecido estanques de concreto hechos en obra, con flexi tanks de plástico que tienen la capacidad de respirar como las barricas de madera, y en tinajas de greda, donde fermentan su tinto de cepa país, el más frágil de unos vinos que no usan sulfuroso para protegerlos de oxidación o bacterias acéticas.

 

“Como no teníamos nada cuando partimos, dice Roberto, me pregunté cómo se habría hecho el vino antes de tener la tecnología que tenemos hoy”. Con ello en mente, construyeron una mesa tipo zaranda, con bambú, para despalillar los racimos, y fermentaron sus primeros 600 kilos de cabernet sauvignon del Maipo en contenedores cuadrados, abiertos, de plástico. Como el vino quedó rico con tan poco, al año siguiente compraron uvas de syrah de Casablanca, además del cabernet.

 

De hacer vinos a venderlos

 

“Al principio, nos explica Roberto, hacíamos los vinos solo para tomar, regalar y compartir con los amigos”. Con el tiempo, la Javi los empezó a vender y en 2013, cuando dejó uno de sus trabajos, la fuerza que le puso los hizo crecer. Javi recuerda que con su primera gran venta de cinco cajas estaba tan feliz y despistada que a la vuelta, por los cerros de Valparaíso, se ganó una multa de tránsito.

 

Roberto esperaba el momento preciso para poder soltar su trabajo e independizarse, pero no lo hizo hasta que un exitoso amigo emprendedor le dijo: “lo de no soltar una liana hasta agarrar otra no va, hay que poner los dos cocos en la guillotina. Si esperas el momento perfecto, nunca lo harás”. ¿Arrepentido del salto al vacío que dio después, a fines del 2015? Para nada. Reconoce que la negociación de su salida de Indómita ayudó a armar la bodega, aunque a fin de mes todavía no ha tenido en el banco lo que tuvo trabajando para otros.

La bahía de Algarrobo, presente en los vinos de Tinta Tinto.
La bahía de Algarrobo, presente en los vinos de Tinta Tinto.

Entre tanto, Javi, hoy no sólo hace a mano las etiquetas de los vinos (estampadas con un sello que esculpe en una papa cada vez que lo necesita) sino que los distribuye y los vende, especialmente entre restaurantes de la costa. Ya venden a Brasil, Gran Bretaña, Dinamarca, Bélgica, Canadá, Austria y China, pero no piensan crecer más allá de las 15 mil botellas. Hacerlo, dice Roberto, sería ceder algunas licencias, que le quitarían a sus vinos ese carácter de ser hechos a mano que tanto gusta.

 

La bodega playera TintaTinto está en calle Las Tinajas 2558 de Algarrobo, donde atienden las visitas, tramitadas a través de su cuenta de instagram o por WhatsApp, a través del número que marca la web.

 

El proceso de elaboración

 

“La uva llega al estacionamiento, que es patio de vendimia y multipropósito. La cosechamos a mano en bandejas de 14 a 15 kilos y tratamos de que sean pocos kilos diarios, no más de 1000 para poder procesar todo el mismo día. Todos los días vamos cosechando un poco, entre la Javi y yo. La uva, despalillada con ayuda de una máquina despalilladora chica que tenemos desde 2014, se vuelca directo sobre los bins plásticos sin usar bombas, sin levaduras comerciales, sin enzimas para alimentarlas, sin sulfitos para proteger de la oxidación. Solo se tapan los bins para que queden herméticos”.

 

Como la piel acarrea miles de microorganismos y hay azúcar en el mosto, explica Roberto, al cabo de unos días se empieza a activar la reproducción de las levaduras y en la medida que se van reproduciendo van consumiendo el oxígeno. “Al cabo de unos días el contenedor ya no tiene oxígeno, entonces se da una maceración libre de oxígeno (anoxia), la que permite que se fije color, y los aromas sean más frutados. El resto del proceso es más abierto y oxidativo”.

Tinta Tinto PInot Noir. Foto Mariana Martínez.
Tinta Tinto PInot Noir. Foto Mariana Martínez.

Las fermentaciones duran dos semanas, a veces un poco más, a diferencia de un estanque inoculado con levaduras comerciales, donde puede durar siete días. “Además, explica Roberto, no calentamos ni enfriamos, todo se produce con la temperatura que haya en ese momento en Algarrobo, la que en marzo-abril es un promedio de 24ºC. En la noche puede bajar a 17ºC. En el intertanto vamos moviendo el mosto con palos, para hundir y mojar el sombrero formado por pieles y semillas. Al secarse los vinos, prensan y siguen trabajando solo con ellos en diferentes formatos de contenedores”.

 

Javi y Roberto hacen todos sus vinos de esta manera, menos el Sauvignon Blanc, llamado Big Fish, un blanco muy fresco y a la vez de gran volumen en boca, ideal para acompañar pescados y mariscos, que Roberto elabora con tecnología reductiva en una moderna bodega del valle del Casablanca.

 

El más particular de sus vinos es el Chardonnay Piel, una variedad menos delicada a la oxidación que la sauvignon blanc. “Cuando ya tienen una población de levaduras importante en los bins, se separan las pieles del mosto, y trasvasijamos a un flextank para que el mosto fermente solo”. Es un chardonnay con aromas a pera y pólvora, y una boca con mucha fuerza. En dirección opuesta va el Pinot Noir TintaTinto, también de Casablanca; un tinto ligero, lleno de fruta negra, de rica acidez, más bien liviano y delicado. Para completar el trio de vinos de este vecino valle frío, sigue estando el Syrah TintaTinto, la estrella en ventas de la casa. Es el más intenso en color y fuerza, también jugoso y con mucho nervio.

Gama de vinos de Tinta Tinto. Foto, Mariana Martínez.
Gama de vinos de Tinta Tinto. Foto, Mariana Martínez.

Todos los miembros de la familia valen 12.000 pesos, unos 13 dólares. “No son tantas las diferencias entre ellos y usamos la misma botella. La uva del pinot es la más cara, explica Roberto, pero no voy a castigar a sus consumidores, que además son pocos.”

 

Sus vinos de Casablanca, tienen una relación inmensa con el mar, explica su hacedor. “Es un valle frío definido por la Corriente de Humboldt; donde en la noche baja mucho la temperatura y en el día no es tan caluroso. Eso permite una maduración muy lenta, y una muy rica acidez en las uvas, con bajos grados alcohólico en los vinos. Además, como tenemos la bodega a 200 metros de la playa, la fermentación de todos los vinos se hace afuera, por lo que nacen y se crían con las inclemencias y benevolencias del Océano Pacífico. Incluso ahora, cuando buscamos un campo para tener viñedos propios, en el Maule, también lo buscamos pensando en esas características: está en la cordillera de la costa, tocado por la Corriente de Humboldt. Es una relación perpetua, yo creo, de aquí no nos saca nadie”.

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