Secano Interior, el hogar de los país centenarios

La cepa país fue la primera en llegar a Chile de manos de los colonizadores, con el nombre de listán prieto. En el día que conmemora la independencia de Chile, reunimos tres vinos país de cepas centenarias procedentes del Secano Interior.

Mariana Martínez

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Tres vinos de cepas centenarias, sin riego, que representan la esencia del Secano Interior

La cepa país fue la primera en llegar a Chile, un estrecho y alargado territorio de América del Sur que tuvo su primera Junta de Gobierno el 18 de septiembre de 1810. La trajeron los colonizadores con el nombre de listán prieto. Desde entonces, la fecha se conmemora cada año, recordando el nacimiento de esta nación independiente. Acabamos de celebrar sus fiestas patrias y su sana democracia descorchando tres vinos tintos de cepa país.

Vinos centenariows de uva país

Los tres tienen varios factores en común; crecen sin riego, sin más agua que la de las lluvias, entre los ríos Mataquito y Biobío, en la Denominación de Origen Secano Interior, el territorio donde está más implantada. Los tres expresan el rescate, la resistencia y el cuidado por el legado de viñedos centenarios de valor incalculable.

 

Kod Kod Cuartel Número 11, País 2022

Santa Rosa de Lavandros. Maule.

9.000 pesos/10 dólares.

País Kodkod 2022

Cien por cien país en su añada de 2022, nace de viñedos registrados oficialmente antes del año 1900, aunque sin una edad precisa. Nos los describe el responsable de Kodkod Wines, el enólogo y viñatero Paul Mc Rostie: “Hoy es de mi familia y se compró con la herencia de la abuela, de la zona de Villa Alegre, en el Maule. Ha estado en la familia desde los años 40 y desde entonces ha cambiado mucho. He ido desde chico y antes era todo camino de tierra, mucho pequeño productor de vinos, cada uno tenía sus fudres de raulí… Ahora los caminos están pavimentados y se están dividiendo los campos para vender como parcelas de agrado. Tiene que ver con el cambio climático, porque el agua de lluvia ya no es suficiente para la agricultura del secano”.

 

Son 7 hectáreas de país que van quedando sin riego, y otras 30 plantadas con sauvignonasse, cabernet y syrah. El cuartel 11, de donde seleccionó la uva para el vino de 2022, está en un lomaje cerca del bosque nativo que pudo estudiar su hermana, antropóloga, gracias a un proyecto de conservación de flora y fauna. Kodkod, es el nombre nativo de un pequeño felino silvestre (Leopardos guiña), el más chico de América, cuya presencia revelaron las cámaras ocultas del estudio. Las hijas gemelas de Paul dibujaron la etiqueta, con aire naif.

 

Kod Kod tiene un precioso color rubí, con notas a yogur de mora, eucaliptos y pólvora, junto a una boca envolvente, de entrada cálida y final tenso. Fue fermentado en bins abiertos sin controles de temperatura, con ayuda de levaduras de Borgoña. Paul nos adelanta que la versión de 2023 tendrá un 15% de carignan, debido a que fue un año muy cálido.

 

La Resistencia, País 2020.

Leonardo Erazo Itata.

26.000  pesos/30 dólares.

La Resistencio

Un país fermentado y criado en tanques de concreto (hormigón), es el más radical de los tres; por su fuerza filosa en boca y deliciosa acidez de guinda ácida. Nace de un viñedo crecido sobre suelos de granito, en una ladera de Guarilihue. Sus primeros registros datan de 1867, apenas 57 años después de aquella primera Junta de Gobierno. Encontrar La Resistencia País 2020 o cualquier otra añada suya anterior a 2022 será como dar con un tesoro, ya que este histórico viñedo se vio afectado por los incendios de este último verano en el Itata. Según nos dice Leo Erazo, la primavera, ya por llegar, será decisiva para saber si una parte de ellos logran brotar y se podrá trabajar en su lenta recuperación.

 

Mientras tanto, se ha venido involucrando en la agricultura regenerativa, tanto en los viñedos propios como en los de pequeños productores a quienes compran uvas. Parte de la energía de Leo Erazo y su familia está puesta en destinar una zona de su nuevo campo, en Cobquecura (mismo valle del Itata) a la preservación de un diminuto ciervo endémico de Chile, llamado pudú. “Nos metimos en la regeneración, y en crear ecosistemas, y en ese camino, nos dimos cuenta que no necesitábamos más viñedos. Tampoco necesitamos plantar más bosques de pinos o forestales, como hacen nuestros vecinos, que no son necesariamente forestales; son la cajera del supermercado. Los que trabajan en la municipalidad, todos tienen terrenos acá arriba, y los cosechan cada 20 o 30 años, porque les significan algún ingreso extra. Lo que vamos a hacer ahora, en este nuevo campo, en las alturas con vista al mar, es cerrar 30 hectáreas de un total de 40. La idea fue de mi hija más chica, que ama los animales”. Lo que quieren, explica, es que la conservación pueda generar algunos ingresos que financien a la vez un hábitat seguro para el pudú, en peligro de extinción al igual que el gato guiña. “Los tenemos aquí, hay muchos menos que antes, pero como hay un bosque nativo cerca vienen desde ahí y comen las hojas de las viñas nuevas que plantamos”.

 

Le preguntamos de dónde sacan la energía para meterse en más cosas. “No lo sé, pero nos gusta lo que hacemos. Sabemos que el mensaje ‘SOS Pudu’ puede viajar en nuestras etiquetas más allá de lo que se puede hacer en redes sociales o en el vecindario… Lo de los incendios fue fuerte, porque los tuvimos tres semanas antes de la vendimia, pero nunca dudé, igual vendimié, compramos uva. Nunca hay que dejar de hacerlo. Hicimos vino, algo quedó con humo, hay de todo. Y como veníamos haciendo los claretes, prensando uvas blancas junto con tintas, minimizamos así el contacto con pieles para no tener tanto humo, así es que en 2023 hicimos más SOS Pudú y los vinos quedaron fantásticos. Veamos a ver si se convierte en una oportunidad la desgracia”.

 

Glup País 2020,

Longaví, Millapoa

12.000 pesos/13.5 dólares.

 

GLUP PAIS

 

Desde 2019, el proyecto de los amigos David Nieuwoudt (dueño y enólogo de la bodega sudafricana Cedeberg), y Julio Bouchon (director de la también familiar Bouchon Family Wines), producen este vibrante vino con uvas de cepa país que compran a Patricio Cea, pequeño viñatero de Millapoa, en la ribera sur del río Biobío.

 

Millapoa es un caserío ubicado en el mismo lugar donde se construyó un fuerte español en 1585. Cuenta la historia que antiguamente las uvas de la ribera sur se vendían y transportaban en botes a la ribera norte, donde eran vinificadas en grandes volúmenes. Mientras tanto, cada viñatero de la ribera sur hacía vino para su consumo personal. Patricio es uno de los pocos herederos de esta tradición. Volvió a sus raíces ya adulto, para rescatar las centenarias parras de país propiedad de su familia, que crecían bajo bosques silvestres, para seguir haciendo vino como antaño, con la menor intervención posible.

 

De su trabajo nació Ladrón de Uvas País (Viña Doña Luisa), un vino más rústico, grueso y cálido que el País Glup de Longaví, pensado para refrescar y beber por jarras. Julio Bouchon, enamorado del paisaje como todo el que lo visita, destaca el perfil aromático, con notas herbales y florales, además de terroso y ahumado, que aporta el lugar a sus vinos. También, que fuera Roberto Henríquez, otro enamorado de Millapoa y productor de otro gran país cercano, el Santa Cruz de Coya, quien les hizo el contacto con Patricio para poder comprarle sus uvas. Para Longaví, cuenta Julio, compraron todas las uvas a pequeños productores, siempre a buen precio. “No porque hubo incendios, por ejemplo, dejamos de comprarles este año. Hay que apoyarles”. Glup, a diferencia de Ladrón de Uvas -vinificado en viejos fudres de raulí, una madera nativa-, se vinifica en acero y luego se guarda en barricas viejas de madera francesa; de allí su carácter más frutal.

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