Joan Bayén, nacido en el barrio del Raval de Barcelona en 1934, recibió, hace apenas un año, un homenaje y placa conmemorativa por una trayectoria de más de setenta años al frente del mítico bar del Mercado de la Boquería. Su vitalidad, carisma y personalidad lo habían convertido en una de las personas más conocidas y populares de la Ciudad Condal.
Al frente del Bar Pinotxo, Bayén consiguió situar el local entre los más emblemáticos de Barcelona y en parada obligada para autóctonos y turistas. Eran famosos sus platillos tradicionales como el cap i pota, las espinacas con garbanzos o el trinxat.
Juanito, como popularmente se le conocía, se jubiló a finales del año pasado por motivos de salud. Según algunas fuentes habría dejado el negocio en manos de sus descendientes, Jordi Asín Bayén y su hijo, Didac junto a su mujer María José. Sin embargo hace unas semanas se anunciaba el traspaso del local al propietario del Bar Central, ubicado también en la Boquería. Un traspaso que fue aprobado por el Instituto de Mercados de Barcelona.
Jordi Mas, presidente de la Junta de Comerciantes del Mercado de la Boqueria, ha querido trasladar a la familia y amigos el pésame de parte de todos los comerciantes del mercado, y le ha querido agradecer su alma, esfuerzo y toda una vida detrás del azulejo proyectando la imagen de la ciudad al mundo. “De Pinocho solo hay uno, y a nosotros nos habría gustado tenerlo siempre”, ha añadido. Por su lado, Salvador Capdevila, presidente honorífico de la Junta de Comerciantes del Mercado de la Boquería, siempre recordará a Joan Bayén como “el alma de la Boqueria, un maestro del oficio y embajador del mercado y de la ciudad”.
En los próximos días, desde el Mercado de la Boqueria se llevarán a cabo varios homenajes para poner en valor la figura de Bayén.
Una mirada atrás
Joan Bayén se inició con siete años en el negocio familiar, un modesto restaurante regentado por su madre, Catalina, que ofrecía los mejores potajes del mercado. Los clientes lo vieron crecer al mercado junto a su estimada mascota, un perro llamado ‘Pinotxo’. Vestido con su emblemático chaleco y corbata, Juanito daba la bienvenida a los visitantes del mercado detrás de la barra de Pinotxo. Su pasión por la restauración la combinó con otra de sus pasiones, el deporte. Corrió las primeras 18 maratones de Barcelona, e incluso fue el encargado de llevar la antorcha Olímpica del 1992 desde Colón hasta la plaza Cataluña.