Lucila Canero, pastelera en La Luciérnaga (Castelldefels, Barcelona), es la primera ponente de la última jornada del congreso. Nacida en Buenos Aires, la pastelera llegó a España en 2010 para seguir creciendo de la mano de profesionales como Raúl Bernal, Albert Roca o Takashi Ochiai.
Participó en los inicios de un proyecto de Rodrigo de la Calle en Barcelona, pero la aparición de la pandemia la hizo reflexionar sobre el futuro de su carrera laboral y apostó por labrarse su camino abriendo un negocio propio en el que practica una pastelería diferente. “Hago una cocina dulce para aquellos que cuando van a la pastelería no encuentran nada. Son todos aquellos que tienen intolerancias alimentarias o que buscan un plus diferencial. A principios de 2021 abrí la Luciérnaga, una tienda online, donde trabajo una pastelería 100% vegetal y sin gluten (certificado), donde, además, tengo en cuenta el impacto social y ambiental”, explica Canero.

Este modelo de negocio le permite la elaboración de productos bajo petición lo que evita el desperdicio alimentario. “A veces sorprendía, porque la pastelería es una compra por impulso y la gente que entraba a la tienda no encontraba nada en el expositor. Esto también evita que al final del día, lo que haya sobrado se tenga que tirar. Después de dos años y medio, el cliente ha entendido nuestra filosofía y ahora nos elige por eso mismo. El cliente puede recibir un producto fresco, recién hecho, elaborado con ingredientes ecológicos, del entorno, con calidad…. Por ejemplo, las almendras son de Reus, que tienen denominación de origen, los cítricos son de los árboles de mis vecinos y los chocolates, cacaos, harinas, café son de procedencia ecológica o de comercio justo”.
Lucila finalizó la ponencia con la elaboración de una receta en directo: un financier donde la mantequilla tostada, las claras de huevo y la harina de trigo fueron sustituidas por avellanas tostadas, proteína de patata y harinas sin gluten (mezcla de harinas de trigo sarraceno, arroz, fécula de patata y maíz).

Las mujeres facturan
La pastelera Lucila pasó el testigo a Laura Morcillo, CEO y Fundadora de MOM Culinary Institute; Teresa López, presidenta de la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales; Victoria Ordóñez, propietaria de Bodegas Victoria Ordóñez & Hijos y Esther Cueli, directora general de Fuensanta para debatir el liderazgo femenino.
La ponencia, guiada por la periodista Esperanza Peláez, destacó temas tan habituales como los sesgos laborales a causa del género; las trabas a la formación, trabajos bien remunerados e independencia económica en el mundo rural, el problema de la titularidad de las explotaciones y a la importancia de tejer una red para poder luchar contra todas esas barreras invisibles, y visibles, a las que se enfrenta a diario la población femenina.
A Esther la experiencia le ha enseñado que no es necesario marchar a una gran ciudad para encontrar un estimulante futuro laboral o talento. “A veces pensamos que en un pueblo hay menos oportunidades, pero no es así. Al contrario. En una ciudad tu talento se ve desdibujado por el de tantos otros, cosa que no ocurre en un pueblo. Yo me tuve que ir para darme cuenta de ello al volver”, explicaba.

Por su parte, Laura destacó el sesgo silencioso al que se enfrentan las mujeres en el entorno laboral. “A un hombre se le presupone que será ambicioso, no tendrá trabas… y una mujer tiene que mencionarlo expresamente en una entrevista. También tenemos una tendencia a autolimitarnos. Queremos ser buenas en todos los ámbitos, ser perfectas, llegar a todo… muchas veces cuando nos plantean un reto pensamos que no seremos capaces de hacerlo. Yo tengo tres hijos y, al principio, me parecía imposible llegar a todo, pero lo he hecho. No debemos ser mujeres perfectas, sino felices y satisfechas con lo que hacemos”.
Victoria afirma que, para ella, el problema de género no ha sido tal. “Yo me he enfocado en los proyectos. No me he parado a pensar si por ser mujer he tenido más trabas. Quiero pensar que no”. Teresa tomaba la palabra para señalar que la desigualdad, “la queremos ver o no es una evidencia. Los datos reflejan que, aunque las mujeres estudiamos más, accedemos a peores trabajos y peor remunerados”. También destacaba la invisibilidad femenina en el sector primario. “Conocí a una mujer que me decía que no había trabajado nunca y resulta que se había hecho cargo de 5 hijos y de una explotación ganadera durante años. Cuando murió el marido, le quedo una exigua pensión de viudedad. Queremos las mismas oportunidades de trabajo, ser bien remuneradas y ser independientes económicamente. Nosotras, el foco lo ponemos en la despoblación. Las mujeres se marchan de los pueblos, con lo que quedan entornos muy masculinizados que acaban desapareciendo”. Confesó que el mundo rural contaba con hándicaps como la conexión o la facilidad en el crédito, pero apuntó que se estaba trabajando en todo ello con la puesta en marcha de algunas iniciativas como el RuralActivity o la formación.
Laura explicó que insistir en que la hostelería es una profesión muy sacrificada, con horarios imposibles y que no permite la vida personal, desmotivaba a muchas a embarcarse en el oficio cuando “hay muchos otros que también son igualmente sacrificados. Tenemos que empezar a desterrar esos argumentos, no nos llevan a ningún sitio. Se ha demostrado que sí, es una profesión dura -como tantas otras- pero también que permite tener una vida”.
Todas se despidieron citando los valores que han definido su aportación: tesón, pasión y cercanía.