El local barcelonés de la familia Simoês duplicará su espacio manteniendo la apuesta por una cocina exquisita
«Establecimiento público, de carácter popular, donde se sirven y expenden bebidas y, a veces, se sirven comidas». La definición que hace de «taberna» la Real Academia de la Lengua se queda ya corta para un local como La Taverna del Clínic. En pleno corazón del Eixample barcelonés, este pequeño establecimiento se ha consolidado como una de las propuestas más atractivas de la ciudad. Su principal handicap, el reducido espacio con el que cuenta, pasará a ser historia a finales de año, con la ampliación que se llevará a cabo.

La familia Simôes abrió La Taverna hace sólo siete años. Tiempo suficiente como para convertirse en referencia del buen gusto, del producto de calidad y de temporada, de la buena atención en la sala y de una propuesta gastronómica que excede el pequeño local que han ocupado todo este tiempo. «En la cocina ya ni cabemos» nos explica Toni, el joven chef que, tras pasar por Can Fabes, ha conseguido singularizar este negocio familiar. Junto a él, su hermano Manu, a cargo de la sala, y siempre apoyándoles, Pepe, el padre. Es él quien impregnó en sus hijos el buen gusto en la hostelería, gracias a sus dos negocios: un bar muy cercano a La Taverna, y Xalana, una empresa de catering fundada hace 35 años.
De ahí arrancó La Taverna, un local distinto, en el que comer bien. Un bar a simple vista, con su barra y los jamones colgando. Pero diferente, como bien sabe Judith Cercós, a quien nos encontramos precisamente degustando estos platos y catando algunas de las más de 400 referencias de la bodega, servidas siempre en copas Riedel. También lo saben chefs como Ferran Adrià, Carme Ruscalleda o el fallecido Santi Santamaria. Todos ellos han pasado por La Taverna, como también lo han hecho miembros de la familia real o artistas como Gwyneth Paltrow. También familias de pacientes alojados en el Hospital Clínic, a escasos metros. Sus mesas acogieron la última cena con su familia de un enfermo terminal. Fue el día más especial que recuerda Manu, que se enorgullece de poder hacer feliz a la gente.
El éxito les permite dar ahora un pequeño gran salto. Se han quedado el local contiguo para ganar espacio. Así, pasarán de los actuales 100 metros cuadrados a 250 metros. La mayoría los ganará la cocina, que pasará a estar a la vista y contará con una mesa en su interior para los más gourmets. El resto servirá para captar a clientela que busque un espacio más tranquilo, para, por ejemplo, reuniones. Así, habrá un reservado para 10 personas y otro para seis dentro de la nueva bodega, que cuenta con más de 400 referencias. Además, habrá sitio para cuatro mesas más en la zona nueva habilitada, a la que se accederá a través de la cocina. La actual sala permanecerá como hasta ahora y será la única zona en la que se podrá picar algo, porque la nueva sala estará limitada a la gran cocina de La Taverna, que contará con dos menús, uno corto y otro largo.

Platos que hemos probado y que van desde la taberna actualizada como las patatas bravas (con la salsa en el interior) de las que presumen, a propuestas más sofisticadas, como el tartar de vieira con caviar iraní. Y siempre con el producto de la tierra como eje principal de cada plato en función siempre de la temporada. Ahora, tocan las mejores setas, como los ous de reig con bogavante y una salsa emulsionada de la cabeza del bogavante, los ceps en papillote con espardenyes o el canelón de ceps con magret, foie y trufa. Finalizamos con el rulo de cabrito del valle de Maranges relleno de mollejas de ternera, un lujo que se deshace en la boca y que se podría comer con cuchara, tras pasar 12 horas a 72ºC.
Con la ampliación, Toni pretende «subir la sofisticación, también en técnicas» para dar «un paso adelante» y, quién sabe, quizá alcanzar el firmamento de las estrellas y los soles. Eso sí, «respetando las temporadas y los productos de altísima calidad». La Taverna del Clínic se hace mayor para seguir siendo la misma, pero más grande.