Homenaje a Pau Albornà i Torras, un año después

Redacción

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Se cumple el primer aniversario del fallecimiento del periodista gastronómico y editor de 7Caníbales

Coincidiendo con el primer aniversario de la muerte de Pau Albornà i Torras, los periodistas, compañeros y amigos del que fuera editor de 7Caníbales le rinden homenaje en este artículo encabezado por una carta de Roser Torras, su madre y directora de Grup Gsr y 7Caníbales.

Roser Torras:

Un año. Una vida entera. Cada día desmenuzado en miles de recuerdos, de detalles, de sonrisas… y hasta de broncas. Pau, mi Pau, lleva un año afuera y un año muy adentro.

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Roser Torras con sus dos hijos, Pau y Marc.

Este año, esta vida, más allá de lo personal, lo vivo también en lo profesional. Y no es sólo su trabajo, su creatividad, su fuerza, su tesón y su brillantez en el despacho, en el día a día, gestionando 7canibales.com o desvelando exclusivas o creando sinergias con periodistas de todo el mundo; sino su proyección como periodista gastronómico internacional, algo que me han hecho sentir y vivir con mucho cariño e intensidad en la Fiesta de Gennaro Esposito en Vico Equense la semana pasada. Son tantos y tantos los compañeros de los medios de comunicación que me han trasladado las vivencias y la admiración de su trato y su trabajo, que no tengo ya palabras. Son tantos y tantos los reconocimientos, los homenajes… San Sebastian Gastronomika, Conselleria d’Agricultura de la Generalitat de Catalunya, Acadèmia Catalana de Gastronomia, Casacas Rojas, Sumillers de Catalunya, Ferran Adrià i la Fàbrica del Menjar Solidari… Me sigo emocionando cada día, cuando pienso en Joan Roca recibiendo el premio como Mejor Restaurante del Mundo en la Gala 50 Best de Londres, cuando dedicó este premio, el más importante en la carrera de un chef, a Pau, a mi Pau.

Sí, Pau, mi Pau, fue, a pesar de su juventud, todo un referente del periodismo gastronómico de vanguardia. Pau, mi Pau, fue una bocanada de libertad y honestidad que ha dejado huella.

Y a mí, Pau, mi Pau, en el trabajo, sigue dándome marcha y caña cada día, porque sus maneras sinceras y apasionadas impregnan cada rincón de mi despacho, de mis reuniones, de mis proyectos. Y sus palabras, sus escritos, sus reportajes, sus entrevistas y sus ideales siguen siendo fuente de inspiración tanto para mí como para todos los que me rodean.

Pau, mi Pau, sigue estando aquí. Conmigo. Con todos. Cada día.

Gràcies, Pauet.

 

Xavier Agulló:

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Pau, casteller.

Me niego a perder el norte que tantas veces me apasionaste. Me niego a perder la fiereza de mirada que tantas veces me retaste. Me niego a perder el arrebato que tantas veces me sonrojaste.

Me niego a perder la sinceridad que me arrojaste.

Me niego a perderte.

Y por esto te afirmo cada día, en cada tecla.

Pau.

 

Salvador Garcia-Arbós:

La ausencia de Pau se me ha hecho eterna. Han sucedido muchos acontecimientos en el mundo desde que se nos fue. No han sido todo alegrías, también ha habido enfados, algunos de riña de bar, platicando de entrenadores, otros más trascendentes, debatiendo de política, pero ninguno que no hubiéramos arreglado con un par de birras artesanas, una comida y un par de gin-tonic. E imagino que hoy estaríamos planeando visitar al mejor restaurante del mundo y repetir aquel DrinkTeam, otra vez con la mayoría de caníbales en El Celler de Can Roca. Saludos, Pau, a los que estáis en la Eternidad.

 

Cristina Jolonch:

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Pau, periodista.

La noche en que se anunció en Londres que El Celler de Can Roca era el mejor restaurante del mundo, Roser Torras seguía con atención la ceremonia sentada justo delante mío. Viéndola, me acordaba yo del desconsuelo con que ambas habíamos llorado, tres años atrás, mientras Joan Roca agradecía el ascenso al número dos de la lista y dedicaba unas tiernas palabras a su esposa. El chef volvió a subir al mismo escenario, esta vez con sus hermanos, ya convertidos en flamantes number one, y se acercó nuevamente al micrófono para pronunciar unas palabras. Recuerdo que susurré a la espalda de mi amiga: «¿Qué nos pasa, Roser? Hoy no lloramos…”. La respuesta me llegó acompañada de una sonrisa: «Es que ya lo hemos llorado todo». Fue al instante siguiente, mientras el público empezaba a levantarse de sus asientos, cuando ocurrió algo inesperado: Roca puso el broche final a su breve discurso en inglés dedicando el premio a Pau Albornà. Vi entonces como Roser empezaba a temblar, en un mar de lágrimas, y la abracé.

Todos sabíamos que la cita londinense era una de las favoritas de Pau. Por eso no es extraño que al entrar en la gran sala del Guindhall, sin querer, lo buscásemos con la mirada -como tantas veces desde aquel maldito 11 de junio hemos descolgado el teléfono para llamarlo o hemos estado a punto de enviarle un mail-. Pau siempre fue hábil a la hora de obtener puntual  la información de Restaurant para poder escribirla con precisión y publicarla a tiempo -jamás antes de tiempo- en 7 Caníbales. Esta vez su mérito fue otro: logró hacerse un hueco en el mismísimo escenario para celebrar, con todos nosotros, el nuevo liderazgo de la cocina catalana de vanguardia. ¿Acaso iba a perderse él la noche de los Roca?

 

Tana Collados:

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Pau.

Aquella noche estaba en un acto multitudinario y no oía mi teléfono. Había llegado tarde a la fiesta porque un accidente en la Diagonal había causado un atasco. Por fin me di cuenta, ya casi cuando me iba, que tenía muchas llamadas perdidas. Contesté la última. Era Cristina. Estaba todavía en el Clínico y me lo contó. Pau había tenido un accidente en la Diagonal, ¿y? La respuesta me persigue desde entonces. No me lo podía creer,  todo el mundo sabe de qué sensación hablo. Enseguida me reuní con Roser y su familia, ya en su casa. No cesaban las llamadas de amigos y, a pesar de la hora, aún llegaba gente.

A partir de entonces no sólo pienso en Pau, en el cariño que le tenía tanta gente, en el respeto que despertaba entre los profesionales de la cocina y del periodismo, a pesar de su juventud. Pienso en su madre. Seguir en pie cada día me parece una proeza, más aún si, encima, se lleva con tanto coraje. De tal palo tal astilla. No me extraña que a Pau lo quisiera tanta gente.

 

Rosa Rivas:

Las muertes nunca se digieren bien. Aunque el sabor de los recuerdos alegres formen parte de tu memoria gustativa, de la película de tu vida, lo amargo siempre queda ahí. Habría que inventar un sabor nuevo, tan indescriptible como el famoso umami, para definir la fusión de sentimientos.

Hace ahora un año que desapareciste, querido Pau, tan injustamente como una persona clave en mi vida, mi padre, también hace un año. En mi altarcito de personajes inspiradores, la imagen sonriente de mi padre y la tuya, están ahí. Nunca les falta luz, como la que desprendéis (me niego a usar el pasado) los optimistas, los luchadores. Pauet, que estás en los cielos, los caníbales siempre seguiremos mordiendo por tí.


Toni Massanés:

Le había enseñado a Pau nuestro interactivo que demuestra que el tiempo en el huerto es cíclico. Cada año vuelve la nieve, la lluvia y después el calor. Vuelven a nacer, florecer, dar fruto y morir aquellos seres que nos alimentan con su vida. Pero la memoria no se reinicia. Las navidades vienen y las navidades se van y nos quedan las ausencias que nublan cada día, y más cada Navidad, y cada San Sebastián Gastronomika, y cada Festa Major de l’Arboç. También queda el dulzor matizado pero infinito del cariño, del sereno recuerdo que nos alimenta el alma.


Pau Arenós:

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Pau Albornà i Torras.

Pau fue una ausencia dolorosa en el Guildhall, el edificio neogótico que acoge la ceremonia de The World’s 50 Best Restaurants. Cuando Joan Roca lo convocó en su dedicatoria, fue saludado con lágrimas. Tenía a mi lado a Cristina; delante, a Roser. No quiero revelar intimidades, pero hablar de nudos es aproximarme con cortedad a aquellas emociones, naturales y libres. Hace un año me sentaba junto a Pau, nuestros zapatos sobre la moqueta roja. Lloro poco, no lloré en el Guildhall. Por Pau, querría aprender a llorar

 

Lluís Ariza:

A  Roser, Jaume, Marc  y Julia

Querido Pau. Ya hace un año que nos dejaste victima  de uno de los accidentes más in comprensibles que uno ha conocido.   Siempre recordaré siempre nuestra última conversación por teléfono acerca de un artículo, también  cuando presencio  una fiesta de castellers o veo un  partido del Barça.  Pau, nosotros envejeceremos, pero tú siempre tendrás 25 años.


Ferran Centelles:

Pau
Pau Albornà i Torras.

Querido Pau: leí una vez un pensamiento de Mauricio Wiesenthal que decía que el tiempo pasa muy deprisa pero que los días, a veces, se nos hacen largos. Así, casi sin darnos cuenta, ya ha pasado un año desde que nos dejaste, un año en que nos has estado acompañando en nuestros corazones. Otro escritor israelí contaba que el corazón está lleno de pequeños cajones en los que guardamos, en cada uno de ellos, recuerdos de personas, momentos, lugares y emociones compartidas. Creo que en el mío tengo, sin duda, uno muy especial que lleva tu nombre.

Pau, ya debes saber cómo te echamos de menos y no por los grandes proyectos, los grandes eventos o los logros que compartimos (que también) sino porque añoramos las pequeñas cosas aparentemente delicadas que nos regalabas día a día como el comentario confidente sobre nuestro trabajo, el apunte técnico, el avant-match y el post-partido, las planificaciones, el derroche diario de energía, la generosidad sin límites que desprendías.

Te fuiste joven pero la libreta que cuenta los días buenos que viviste, esa de la que habla otro escritor argentino, Jorge Bucay, está a rebosar y aún hoy, en tu ausencia, seguimos anotando en ella recuerdos, risas y complicidades.

Pau te tenemos muy presente, nos acompañas en cada artículo, en cada congreso y en cada comida gastronómica, simplemente porque eres eterno.

 

Cristina Alcalá:

Dicen que la primera impresión es la que queda, con Pau se confirma el dicho. Su recuerdo es presente y futuro. «Hola, soy Pau Alborná, de siete caníbales», fue lo que escuché cuando descolgué el teléfono. No nos conocíamos, era la primera vez que hablábamos, la conversación fluía intensa, cálida y amistosa desde el primer momento. Su deseo era dar formar a De Narices, la sección de vinos que tenía bien trazada en su cabeza. ¡Qué cabeza!. Desde el primer momento hubo conexión sonora, más tarde llegaría la personal. Porque Pau, quizá sin saberlo, se hacía querer. Expresivo, agudo, creativo, emocional, receptivo, apasionado. Una primera impresión cautivadora repetida en encuentros breves pero de intensos diálogos reflexivos. Una imagen, una idea, una personalidad que perdura en el recuerdo.

 

Juan Mari Arzak:

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Pau, con Juan Mari Arzak y Roser Torras.

Pau… Lo vi nacer, casi… Y desde entonces fue siempre “mi hermano pequeño”, tal era la estrecha relación que teníamos. Pau siempre estaba conmigo, a mi lado, en todos los congresos, en todos los eventos. Me ayudaba, me organizaba, me traía y me llevaba. Yo lo llamaba “mi escudero”.

Y entonces empezó a escribir: me quedé impresionado. ¡Qué personalidad tenían sus textos! Y qué legal, qué recto, qué honesto era siempre, en todas las circunstancias.

Pau: entrañable; maravilloso.

 

Jordi Bort i Ferrando:

Pau, seguro que estás al corriente de todo, pero como buen catalán que eres, ara nos dicen que en la Franja no se habla nuestra lengua. Como Periodista, te estoy redactando los datos de exportaciones del vino catalán y son buenísimos. Pauet, qué Liga !!! Pero tranquilo Culé, este año también se ha ganado. Y Londres se rindió a tu olfato Gastrónomo y tenemos el mejor restaurante del mundo en casa otra vez. Pau, signifiques més del que les paraules poden expressar.

 

Fernando Huidobro:

Tempus Fugit. El tiempo se escapa y la vida se va. Digamos que son bienes o males, depende,  fugitivos y fungibles. ¿Quién consume a quién? A pau, ¡maldita sea!, se le consumió el tiempo; a nosotros, que somos el que nos queda, se nos fue su vida a destiempo. A los que le añoramos se nos confunden en él ambos conceptos. ¿Por qué?

Porque Pau fue atemporal. Maduro para su edad física, joven para su edad mental. Viajaba en el tiempo mientras aprovechaba la vida. Estaba y recorría este mundillo de la gastronomía de cap a pota con gentes curtidas en mil batallas de cocina y de vida: de aquí y allá, incluso de acuyá o del más allá, cada loco con su tema. Veía, oía, mamaba como un bebé de todas las tetas; mil leches le alimentaban que le hicieron crecer muy rápidamente. A toda galleta.Tal era su capacidad de empape y asimilación que apenas le emborrachaba tal ingesta de conocimientos y personalidades culinarias. Sereno, llevaba su ebria profesión por dentro. Cociéndose. Apenas pudo apurar el primer vuelco, destilarla ni devolvérnosla como hubiera querido, con cariño y palabras, con objetividad, respeto y rigor, como le hubiera gustado, como debiera haber sido su destino.

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El pan Pau de Triticum.

Se escapa la vida, se va el tiempo. Ya sabemos que no espera a nadie, pero esta vez, debió hacer una excepción el muy cabrón. Recibe, Pau, nuestro beso, ¡ay!, sin retorno.


Xevi Ramon:

En Triticum le hemos dado el nombre de Pau a uno de nuestros panes. Harina integral (eco) de molino de piedra, (una harina integral, tradicional y pura) y sal atlántica no refinada 100% ecológica. Un pan solidario con el que busqué la pureza. Porque Pau también era puro, auténtico. Era sano y no estaba influenciado. Era él mismo y fiel a sus ideas.

Por eso quisimos que fuera nuestro pan más puro, el único 100% ecológico, y un pan solidario (seguramente como Pau habría querido). Este año, el 100% de las ventas del pan Pau fue destinado a la Marató de TV3.

 

 

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El regalo de Andoni Luis Aduriz, un mosaico de fotos con la imagen de Pau.