Dani Redondo era ante todo cocinero. Lo fue y lo será para siempre. Murió el viernes en accidente de tráfico cuando apenas tenía 46 años. Ya no se ocupará del siguiente servicio en Can Roca, el restaurante familiar de los Roca en el barrio de Taialá, donde ejercía como jefe de cocina desde su vuelta de Brasil.
Nos conocimos en su primera época en la cocina del Celler de Can Roca, donde cumplió nueve años como jefe de cocina. No hace tanto, pero de pronto siento que fue hace ya mucho tiempo. Creo que ya andaban por allí Nacho Baucells y Hernán Viva. También Helena Rizzo, con la que marchó a Brasil para fundar Maní, uno de los restaurantes desde los que se marcó el despertar de la modernidad culinaria en Sao Paulo.

La cocina de Dani Redondo y Helena Rizzo destacó por su compromiso con la despensa local y el trabajo con las técnicas culinarias más avanzadas. El tiempo y el trabajo llevarían el restaurante a tener una estrella Michelin desde la primera edición de la guía en Brasil, en el año 2015, y a ocupar un lugar destacado en las listas de restaurantes regionales.
El tiempo y la vida alejaron a Dani de Maní y lo devolvieron a Gerona. Volví a encontrarlo junto a la barra de Can Roca, el restaurante de la familia, al que había pedido incorporarse. “Esto es lo que me gusta”, me dijo aquel día. Era el escenario ideal para un cocinero cargado de talento, pasional e intuitivo; un profesional de avanzada y también un guisandero primoroso. A mí también me gustaba que estuviera allí, haciendo lo que hacía.
Visitaba Can Roca y su cocina casi en cada visita a Girona. A veces nos veíamos, otras nos encontrábamos directamente en un plato de lentejas, unos fideos o unas sepias con albóndigas. Un viernes, almorzando en el Celler de Can Roca incorporaron uno de sus canelones a mi menú; compartíamos muchas visiones de la cocina. La cocina y muchos de nosotros le echaremos de menos.