El aterrizaje en Maiquetía fue cautivador. A la derecha solo montañas, hacia la izquierda el océano Atlántico: al fin estaba en Venezuela. Tomamos camino rumbo a la capital, Caracas. Unos 30 kilómetros por una autopista amplia. La impresión inicial me llenó de verde; montañas y vegetación invadieron mi horizonte. El primer restaurante que visitamos estaba justo en Los Palos Grandes, un vecindario ubicado a los pies de El Ávila, símbolo caraqueño del que tanto había oído hablar. Desde el solar de la casa que alberga Bocca di Lupo pude apreciar la parte baja de las laderas e intuir la cima, entonces cubierta de nubes.

Era martes, pasaban ya las 2 de la tarde y el lugar estaba a reventar. Borrando prejuicios desde el primer almuerzo, no era la imagen de un país en desabastecimiento como el que hasta hace poco relataban diversos medios. Unos días para caminar la ciudad, vivirla, degustarla. Aquí un recorrido por algunos restaurantes, cafés y luncherías de Caracas y alrededores. Apenas un bocado, uno sabroso que bien vale la pena repetir.
La Casa Bistró. El desayuno venezolano soñado. No falta producto ni detalle, la mesa es de una abundancia inusual. Se trata de la propuesta de Valentina Semtei y su socio el chef Francisco Abenante, soportada en los productos de la huerta urbana de Valentina y su esposo Omar Sharam, localizado en el techo de una fábrica de su propiedad, en una zona industrial de Caracas. Hay arepas de maíz pilado al horno o fritas, arepas rellenas de chicharrón y la reina pepiada; hallaquitas de ají dulce y de chicharrón, cachapas. Empanadas de queso, dominó, cazón, lengua de res, plátano con queso, carne desmechada y más. Es difícil elegir qué llevarse a la boca.
Ubicado en Los Palos Grandes y con un centro de producción y cocina ajustados como un reloj suizo, si alguno de los comensales no se siente muy criollo también hay panes de masa madre y hasta financier. Pero la verdad, las arepitas dulces con queso y nata le roban el protagonismo a cualquier producto de repostería francés. Es Venezuela en su esplendor.
Cordero. La apuesta por una proteína única, proveniente de la finca Proyecto Ubre, es la columna vertebral de Cordero, a partir de ovejas de la raza assaf, caracterizada por su sabor suave. Al frente de la cocina está el chef Issam Koteich, quien aceptó la propuesta de su amigo Pedro Khalil, el criador, y regresó a Venezuela tras años fuera. Su nuevo local es otro homenaje al animal que les da vida, aprovechando sus pieles para la decoración.

De la cocina abierta salen los platos de la carta o los pasos del menú degustación, en ambos casos a partir de lechales (45 días), recentales (tres meses) y pascuales (seis meses). La variación viene también de los métodos de elaboración y de una amplia gama de guarniciones. Acierto. De hecho, tienen menú degustación vegetal. La leche que usan también proviene de la finca, de cabra y de oveja, con ella elaboran mantequilla, quesos, dulce de leche, ponche. Para la memoria, el soufflé de ocumo (ñame) inflado, la chistorra con alioli y puré de manzana ahumado, la paletilla de lechal deshuesada, gravy de calabaza y milhoja de papa. Y, sí, el dulce de leche.
Bocca di Lupo. Simplificado, este es un lugar dedicado a la cocina italiana con ingredientes locales, un sitio casual con platos para compartir, ideal para reuniones. Muchos caraqueños van por su pizza siciliana, gruesa y sabrosa, pero los crudos de pescado resultan un motivo tan cautivador como aquella. Hay carta, y también una pizarra que cambia según la disponibilidad de producto.
Probamos un crudo de atún rojo con emulsión de ají, medregal madurado siete días —el plato de la casa diría el chef Juan Hernández— y un carite con emulsión y brotes de cilantro. Abierto el apetito llegó la clásica pizza napolitana y unos fedelini de erizo margariteño, antojo de la pizarra. De postre el helado de mango verde me regresó a mi infancia, el de pistacho fue un paso delicioso por un clásico y el chocolate venezolano nos llenó de texturas y amargos diversos.
El Bosque Bistró. La propuesta del cocinero Iván García, fundador además del proyecto Kilómetro 0 en Venezuela, cumple ocho años. Ubicado en una casa de Los Palos Grandes, cuenta con una amplia terraza en la que ofrecen desayuno y almuerzo a la carta en un ambiente relajado. En la noche, a media luz, se sirve, además, un menú degustación de siete tiempos armonizado con cervezas, vinos, hidromieles, rones y cafés venezolanos. Tanto la carta, como el menú cuentan con productos de distintas regiones del país, fruto de la búsqueda que constituye Kilómetro Cero.

Hay opciones como crudo de pescado, camarones y pulpo en salsa rosada de kimchi con aguacate, el muy local asado negro con pasta y espuma de queso venezolano madurado y los mejillones con crema ahumada de ajo blanco y cono de erizo margariteño. Para los amantes de los cocteles resulta un lugar interesante para probar nuevos sabores.
Toro. Abierto a principios del 2024, este steak house es liderado por el cocinero José Antonio Casanova, quien estaba antes al frente de la cocina de Atrio. Si bien la proteína animal soporta su propuesta, una de sus virtudes es contar con una amplia oferta de guarniciones vegetales y del reino fungi. Sabroso el bavarois de agua de tomate ahumada y vainilla sobre tomates asados en leña, crujiente de pan con ajo y flor de hinojo; también está la cachapa, allí elaborada a modo de milhoja, que funcionaría igual como postre. Para compartir llegan a punto un chuletón de vaca o de cerdo, un pargo a la talla o una costilla de res.
Un local de estética cuidada, al igual que sus vajillas y preparaciones, acompañadas por una completa carta de bebidas, en la que no faltan destilados locales como el cocuy y cocteles elaborados a base de este.
Atrio. Abierto en el 2021, se ubica en el segundo piso de una casona del municipio de El Hatillo, vecino de Caracas. Un restaurante de factura clásica con mantel blanco y un aire de elegancia de otro tiempo, con toques de decoración y arte contemporáneos, como una obra del artista ecuatoriano Oswaldo Guayasamín. Hay carta y menú degustación. Su cocina, a cargo del chef Santiago Fernández, está basada en producto venezolano y sustentada en diversas técnicas, logrando preparaciones interesantes.

Colorido y delicioso el taco de ñame morado relleno de morcilla, pico de gallo y gel de piña asada y para la memoria de los venezolanos la ensalada tropical con tomate, aguacate y palmitos. Usan el pez león con regularidad, un producto sabroso, cuya pesca contribuye a mermar su presencia invasiva en el Océano Atlántico. De postre cacao en cinco texturas y su caja con dulces tradicionales: papitas de leche, recuerdo de las piñatas; besitos de coco; bocadillos de guayaba y plátano y bombón de chocolate relleno de ají dulce.
Lunchería Yusmila. Una sola empanada de este lugar constituye una comida completa, el problema es elegir entre sus cerca de 70 sabores. Incluso más, porque van atendiendo los antojos de sus clientes y ampliando la oferta. Ubicada en un pequeño local en Chacao, su vitrina resulta un deleite. A su llegada podrá ver a los clientes hincando el diente en su empanada en el aire, pues en la acera apenas hay un par de mesas altas para apoyarse y, debido a la alta rotación y demanda, las sillas no están en la oferta.
Tienen cuatro salsas para elegir, con una picante muy sabrosa. Para beber, jugos de fruta envasados en un recipiente en forma de piña, café y, que no falte una malta bien fría. Pabellón, dominó, jamón y queso, pernil, cazón y siga la cuenta.

Casa Veroes. Un paseo por el centro de Caracas, sus plazas, calles peatonales, museos y negocios tradicionales, encuentra una pausa en Casa Veroes. Ubicado en la Casa de Estudios de la Historia de Venezuela Lorenzo Mendoza Quintero, en el Bulevar Panteón Nacional, abre durante el día para tomar un café acompañado de unos ricos tequeños o unas empanaditas, o si el calor es fuerte, refrescar con un raspao de tamarindo. El restaurante está al fondo del lugar, junto a un solar bien arborizado, es de cocina abierta y muy acogedor. También puede quedarse a almorzar con un lechón confitado y cerrar con el quesillo, de una cremosidad memorable.
Quiero 1 café. Otro lugar en Los Palos Grandes, ideal para hacer una pausa después de un desayuno o almuerzo generosos. Especializados en servir café venezolano, también se encuentran algunos de otros países. Los baristas y el personal del lugar le ofrecerán su bebida de acuerdo con su perfil de sabor y se lo llevarán a la mesa con una ficha en la cual se lee el nombre del agricultor, el origen, la hacienda, la variedad, especie, altitud, fecha de tostado y perfil de tasa.
Robusto. Este bar de habanos tiene 24 de las 27 marcas de la empresa cubana. Ubicado en el primer piso de un edificio corporativo, resulta una suerte de speak easy al que se accede de forma reservada. El lugar tiene una arquitectura y diseño interior muy cuidados. El humidor, centro de la propuesta, está justamente allí, en medio del local, donde se mantienen los habanos en las condiciones de humedad y temperatura requeridas. Los hay cortos y largos de 12 a 82 dólares, para principiantes o expertos.

Los clientes eligen con la guía del sommelier y máster Habano Jorge Scholz, y luego pasan al salón a disfrutar de su habano. Hay una carta de bocados bien elaborados, desde perritos calientes hasta ensalada César, además de una amplia oferta de destilados, con muy buenos rones; vinos y coctelería clásica y de autor. Robusto parece detenido en el tiempo, tan contemporáneo como instalado en la década de 1920, en la prohibición del licor en Estados Unidos. Su público es principalmente masculino y su música pensada para que la conversación no sea accesoria, sino tan central como el humidor y sus habanos.
Tienen varios métodos de preparación y bebidas frías y calientes a base de café, un par de cervezas artesanales, opciones de repostería y brunch sábados y domingos. Café preparado con amor en un lugar con vistas al pico oriental de El Ávila.