¿Por qué nos gustan tanto los bares?

Ignoro si el cierre de la hostelería ayudará a combatir la pandemia, pero sí tengo la certeza de que tabernas y restaurantes son parte íntima de nuestras biografías.

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El bar es la celebración de la vida. Brindamos en la barra cuando nace un bebé y encadenamos tabernas tras los funerales como homenaje a quien se va. Recordamos aquel primer mosto con croqueta de la mano del abuelo, los recorridos salvajes por la Parte Vieja (cualquier ‘casco viejo’ de cualquier ciudad) en los ardores juveniles y la taberna de la primera cita con la chica de tus sueños. El bar de la facultad de las interminables partidas de mus, la cafetería del desayuno, el menú del día en el restaurante del barrio o el banquete de celebración en manteles con empaque. La merienda en la churrería, la cena en la sidrería, la penúltima copa nocturna.

Los bares y los restaurantes forman parte de nuestra biografía sentimental. Podrías contar tu vida como una sucesión de barras y tenedores. Son nuestra primera red social, esa que no necesita wifi. No es un elogio al alcohol, sino al espacio de encuentro. En los bares, además de vino, hay zumos, cafés, pintxos y, casi siempre, la mejor cara de cada cual.

Desde el pasado fin de semana cierra la hostelería en el País Vasco. Antes cerraron en otras zonas, y cerrarán pronto en más. Dicen quienes mandan que es una forma de combatir la pandemia. Espero que acierten. Cada país y cada comunidad autónoma elabora su estrategia. A ver quién gana. Salvaguardar la salud colectiva es la indiscutible prioridad. El problema es que nadie sabe cómo lograrlo.

Quiero recordar a los bareros, a los dueños de restaurantes, a los cocineros y a los camareros. Echan la persiana, no se sabe hasta cuándo, como víctimas de un virus que nos está devorando a todos. Pero también recuerdo a quienes somos sus clientes, porque les vamos a echar de menos.

Durante el confinamiento de primavera se congeló la vida en su conjunto: cerró casi todo y casi todos nos quedamos en casa. Ahora es distinto: la vida sigue, pero sin bares. Vamos a estudiar, a trabajar, a pasear o al cine, pero sin hostelería. Cuando quieras tomar el pintxo de la mañana, quedar con los amigos o celebrar con tu pareja no tendrás la red social habitual. Está cerrada.

Sentimos los bares tan cercanos,vivimos tan contentos en ellos, que hay poderes que no los toman en serio. Si una fábrica de acero, un banco o una constructora tienen problemas se arbitran planes de salvación. La hostelería es un sector económico enorme. Cuidenla. Porque además, nos hace más felices que los bancos.