“Habrá un periodo transitorio donde no saldrán los números, pero los bares volverán a llenarse de gente”. “Si se acabara con los bares se declararía el botellón universal, y millones de personas saldrían a la calle a beber”. Sergio Gil, antropólogo social e ingeniero de Gastropología, y Manuel Delgado, catedrático de Antropología de la Universitat de Barcelona, razonan sobre el presente y el futuro próximo de la restauración, centrando el foco del debate en el bar, “el espacio ideal para la sociabilización en España”, explica Gil. “Porque vamos a seguir sociabilizándonos, eso está claro”, coinciden. Y, en España, eso se hace en el bar.

Empecemos por la tendencia primaria a compartir, a hablar. Delgado explica: “Existe una necesidad imperiosa e innegociable de practicar la sociabilidad, y ésta por definición no se puede practicar a distancia. Podemos pensar que el tipo de comunicación que ahora tenemos vaya a durar para siempre, pero es muy poco probable. Sin ir más lejos, esto que hacemos de salir a aplaudir cada día a las 20h es una forma pálida de advertir hasta qué punto necesitamos vernos con los demás”.
“Lo primero que van a abrir serán las terrazas, por la distancia entre mesas. Con un periodo de paranoia y preocupación inicial, después todo volverá a ser como antes, porque hay inercias sociales que no se pueden vencer. La sociedad tiene lógicas que son capaces de restaurar las heridas y las fragmentaciones”, enfatiza el catedrático. Gil apoya: “En términos de antropología se podría decir que la sangre pesa mucho más que la leche, y la leche más que el agua. A nivel cultural, nuestra necesidad de relacionarnos va a pesar mucho más que el momento acuoso que nos quieren vender”. “Lo cultural es lo inercial, lo que se hace por inercia, y eso un decreto y un virus no lo pueden parar”. “Ha habido pandemias peores, como la gripe española de finales de los años 10, y después vinieron los felices años 20”.

“Si el 15-M no cambió nada, esto tampoco lo hará”
“Lo que nos pasa ahora, los miedos, se olvidarán. Si esta conversación lo hubiéramos tenido durante el 15M, estaríamos discutiendo hasta qué punto ese movimiento iba a transformar la realidad, y no ha sido así. Si una cosa que sale desde dentro de la vida social no consigue cambiarla, algo que viene de fuera o que se ve como un castigo divino tampoco lo va a hacer”, explica Delgado. “La calle nos llama, los bares también, y a ellos volveremos. Bares que, por cierto, no son solo sitio donde tomarte copas y comer algo. En cada mesa de un bar hay una negociación al más alto nivel. Es un lugar donde se negocia, donde se pacta, donde se celebra la vida por encima de todo”.
“Ayer luchábamos contra el plástico, y hoy es la solución”
Gil va más allá y se cuestiona el todo. Creador de la Gastropología, disciplina inspirada en la antropología sociocultural que analiza las relaciones socioculturales y económicas que se dan en el espacio bar-restaurante, el también presidente de Restaurantes Sostenibles cree firmemente que “todo esto es un intento más del sistema de intentar higienizarnos, plastificarnos, de intentar romper la socialización. Y no hablo del virus, que es muy malo, si no de la desproporción de los recursos utilizados”.
“Nos han dicho que, a partir de ahora, tendremos que relacionarnos de una manera más fría, como en los países más nórdicos. Es un proceso de higienización social que vivimos desde hace muchísimos años”. Lo que llama la “plastificación”. “Fíjate que 2019 fue el año contra el plástico y qué curiosidad que en 2020 nos vendan la plastificación como única alternativa para luchar contra el virus”.

“El tema de la vuelta al plástico –le sigue su colega- no es algo de ahora. El miedo al contacto se empezó a instaurar con el tema del Sida hace unos 30 años. Y tampoco el temor que nos quieren hacer creer que el que está contigo puede ser tu enemigo. También pasó con el Sida. Y no duró en el tiempo, como tampoco durará esto, porque nuestra lógica social es exogámica. De hecho, si esto se llevara hasta las últimas consecuencias acabaríamos practicando el incesto generalizado”, concluye Delgado.
Gil, que también gestiona varias locales en Barcelona en el Grupo Taberna y Cafetín, sabe “que lo vamos a pasar mal al principio”, pero es positivo a largo plazo: “El usuario de Tinder es un usuario que tiene miedo al contacto de verdad porque va directamente a lo definitivo, va directamente al plástico. No se la va a jugar en las distancias medias de un bar. Y eso exactamente es lo que se va a potenciar. Por lo que el que debería estar nervioso es el propietario de Tinder, no los bares. La ansiedad que se está generando por seguir encontrándonos con el otro, la necesidad de celebrar la vida cuando todo acabe va ser un sentimiento categórico, que nos va a mover. Y eso se hace en un bar. Por eso, los bares no van a caer, porque trascienden a lo cultural. Son una necesidad”.