El restaurante Les Grandes Buffets de Narbona acaba de presentar la que quiere ser la tabla de quesos más grande del mundo. Son 110 variedades de quesos de todo tipo, en una buena proporción de leche cruda y afinados para servirse en sus mejores condiciones los que conforman esta larga, larguísima sucesión de mesas, al final de las cuales se encuentra, además, todo el resto de los grandes bufets del nombre del establecimiento. Imposible hacérselo de una vez.
La tabla de quesos era el sueño del Luis Privat, gerente y propietario del ya veterano establecimiento, quien puso a cargo de la selección de la misma a Xavier Thuret, MOF (Meilleur Ouvrier de France, una distinción que Francia otorga a los mejores profesionales de oficios artesanales), lo que ya da una idea del nivel.
La tabla, que cuenta con 23 quesos del resto de Europa, está ordenada por tipos y se ha pensado para que el visitante que no conoce bien este producto no quede aturdido ante la amplitud de la muestra. Así, cada uno de los quesos cuenta con una pequeña etiqueta que el comensal puede llevarse a la mesa y que incluye el nombre, el tipo de leche y la intensidad.
Destacada la presencia de los quesos de la región, que, igual que ocurre con la selección de vinos del local, apuesta por los pequeños productores El bufet, que ya contaba con una variedad bastante impresionante de cuya selección y afinación se encarga un equipo de cuatro personas, es la excusa con la que Les Grandes Buffets ha querido celebrar el quinto aniversario de conexión vía AVE con España (Barcelona queda así a dos horas de Narbonne).
Se trata de una propuesta singular, pero totalmente acorde a un modelo de negocio bastante especial y que, ojalá, alguien copiara por estos andurriales. La idea es coger la cocina tradicional francesa y ofrecerla al gran público con gran fidelidad y calidad. Esto sólo puede hacerse, claro, mediante una economía de escala, que hubiera podido convertir a Les Grandes Buffets en otro restaurante de masas.
Pero el tiempo se ha encargado de demostrar que esta arriesgada jugada que nació en 1988 era ganadora. Por ella pasan anualmente la friolera de 342.000 personas al año, algo nada sencillo de combinar con una calidad más que correcta, y con una variedad que permite al visitante crearse su propia exploración de los clásicos, un viaje a tiempos escoffierianos que le supone una dura competencia a la propia tabla de quesos, y que cuenta con una rotisserie que ejecuta un milimetrado showcooking. Todo ello, además, rematado por un buffet de postres al que es muy fácil llegar desfondado y muy difícil resistirse.