Nos enamoramos de las chistorras Arbizu en un viaje a Pamplona, así que nos trajimos unas cuantas a nuestra sede de Barcelona para que nuestro comité de cata las sometiera a examen. El veredicto fue unánime. ¿Quieres conocer nuestra opinión? Sigue leyendo.
Uno de los primeros atractivos que nos ha conquistado de las navarras chistorras Arbizu es su proceso de elaboración: tradicional, artesanal y con una buena selección de ingredientes. Hemos de confesar que tenemos debilidad por los productos que buscan la autenticidad y que utilizan ingredientes naturales, sin aditivos.
La carne picada que se emplea en la elaboración de estas chistorras es de cerdo –se escogen solo las piezas más magras para que haya el mínimo de grasa- y a ésta se le añade pimentón dulce, sal, ajo –del que nos dicen que se somete a un proceso especial para que no repita- y extracto de romero. La mezcla, una vez amasada, se introduce en una tripa natural, o de cordero o de colágeno. Una vez se han secado durante cuatro o cinco días, se envasan al vacío y se comercializan.
Hay que destacar que Arbizu empezó como una discreta carnicería familiar que ha ido creciendo gracias a la buena fama de sus embutidos y patés. Este crecimiento les ha permitido llegar a otros puntos de España y hacer sus primeras incursiones a países como Filipinas, Suecia, Grecia, Francia, Irlanda, Reino Unido o Noruega.
A modo de curiosidad, resaltar que aunque su producto estrella es la chistorra cuentan con panceta, patés -el de campaña se elabora con hígado de cerdo- y chorizos.
En la cata…
El aspecto visual de la chistorra es fresco, apetecible y cuenta con el tradicional color del pimentón. En boca es suave, sin apenas picante, sabrosa, con un posgusto largo que permanece tras la degustación, fácil de masticar –sin nervios que molesten en el paladar-, y nada pesada. Personalmente, a nosotros como más nos gusta es pasada por la sartén con un buen aceite de oliva virgen extra y un buen pan. Sin más.
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