La promoción institucional se refiere a ellos como los Vinos del Descubrimiento, pero los blancos, naranjas, tintos y generosos del Condado de Huelva son todavía unos grandes desconocidos para los consumidores españoles
La copla de Jorge Manrique que decía que cualquier tiempo pasado fue mejor aún resuena entre muchos productores de vino onubenses. Si a las bodegas de zonas de prestigio como Rioja, Ribera del Duero o Jerez les cuesta vender su producto, para la treintena de elaboradores de la Denominación de Origen Condado de Huelva la promoción de sus vinos es tarea hercúlea.
Pero no siempre fue así. Tras la Reconquista en el siglo XIV, el Condado de Niebla, en el entorno del parque de Doñana, era conocido por el volumen y la calidad de sus vinos que se exportaban a Inglaterra y al norte de Europa desde el puerto de Moguer. El descubrimiento de América, a donde se dirigió buena parte de la producción, propició la plantación de viñedos y consolidó este floreciente comercio hasta llegar a contar con 10.000 hectáreas en el año 1900, fecha en la que la filoxera diezmó la producción y acabó con un buen número de variedades autóctonas.

Hoy en día el viñedo onubense ronda las 6.000 Ha y está plantado mayoritariamente con la variedad zalema, que resistió mejor a la enfermedad y con la que se elaboran blancos jóvenes y afrutados muy populares en la zona, vinos generosos y vinagre, un producto de esta comarca tan interesante como desconocido. El que se lleva la fama es el de Jerez, pero la Denominación de Origen más veterana —data de 2002— es la del Condado de Huelva, recuerda su presidente Manuel Infante, quien reconoce la necesidad de trabajar en su comercialización.

En Bodegas Oliveros y Bodegas Juncales, dos empresas familiares ubicadas en Bollullos Par del Condado, el vinagre —que hoy en día cotiza a unos 30 €/litro— es su particular oro negro. Pablo Benjumea, uno de los dos hermanos al frente de Juncales, cuenta que fue la cabezonería de su padre la que hizo que se mantuvieran los bocoyes de roble americano con 30.000 litros de vinagre de más de 50 años de antigüedad que hoy guardan en una nave separada del resto de la bodega. Su elaboración es totalmente artesana y las soleras se rocían con vinagre de las criaderas y vinos generosos para mantener ese tesoro líquido que comenzarán a comercializar “en breve”, dice Pablo.
Vermut y vino naranja
No se vende a precio de oro negro, pero el vermut que se elabora en el Condado de Huelva es una joya en bruto a la espera de ocupar el lugar que se merece en las barras que han recuperado la buena y sana costumbre del aperitivo. Con una estética muy vintage y un toque amargo pero equilibrado, vermuts como Melquíades Sáenz (Bodegas del Diezmo Nuevo) o los de Oliveros y Juncales no tienen nada que envidiar a otros de más fama y precio.

También existe en la comarca una pequeña producción de tintos con Tempranillo, Syrah y variedades bordelesas, y otra más original, de vino naranja. Huele y sabe a naranja porque se elabora con una base de mistela macerada con cortezas de naranja deshidratada yse mantiene al menos dos años en botas de roble en un sistema de criaderas y soleras como el que se utiliza para los generosos en esta comarca y en el Marco de Jerez. Este vino dulce no es un producto reciente: Bodegas del Diezmo Nuevo, de Moguer, lo lanzó al mercado en 1864 pero ahora prácticamente todas las bodegas de la zona lo han incorporado a su gama.

Es el caso de Bodegas Sauci, que elabora S’ Naranja con las variedades Pedro Ximénez y palomino fino y lo vende en una botella de ese color que no pasa desapercibida. Montse y Begoña Sauci —tercera generación al frente de esta firma de Bollullos, una de las más veteranas del Condado de Huelva— son conscientes de que sin golpes de efecto como estos, sus vinos se difuminan entre la oferta mundial. Como la mayoría de las bodegas de crianza de la comarca, Sauci es una empresa familiar y no tiene viñedos sino que compra el mosto a productores de la zona. Las hermanas están orgullosas de la calidad de sus nueve vinos, que los crían con mimo en una coqueta bodega con techos de madera donde los bocoyes y botas de roble americano descansan en criaderas y soleras tradicionales.

De sus vinos destacan Espinapura y Riodiel, dos generosos elaborados con Palomino Fino 100% que legalmente no pueden ser etiquetados como fino y oloroso. En esta DO el nombre oficial es Condado Pálido y Condado Viejo, respectivamente, desde que Jerez ganó la batalla terminológica en el Supremo. Otro obstáculo para la comercialización y la visibilidad de producto, especialmente en mercados internacionales, que se suma a la sensación periférica de Huelva respecto al resto de la península.
Objetivo: enoturismo
Conscientes de que para superar estas dificultades y dar a conocer sus productos convenía unir esfuerzos, las hermanas Sauci y otras ocho bodegas formaron el Club de Producto Ruta del Vino del Condado de Huelva con el apoyo de instituciones de la provincia y empresas turísticas.
La idea es sencilla: potenciar el enoturismo en una zona que cuenta con todos los ingredientes para abandonarse al hedonismo más absoluto: 120 kilómetros de playas tranquilas (incluso en plena temporada alta) y 3.200 horas de sol anuales, el espacio natural de Doñana, con más de 100.000 hectáreas protegidas, sierra, gastronomía (ese jamón de Jabugo o las gambas y las coquinas de Isla Cristina o el humilde choco…), historia, cultura y hasta campos de golf.

El punto de partida de las 11 rutas disponibles es el Centro de Interpretación del Vino en Bollullos, que aloja una exposición interactiva sobre los vinos del Condado. Todas combinan visitas a bodegas con paseos a caballo, visita al Muelle de las Carabelas con reproducciones de los barcos que partieron con la expedición de Colón a las Indias, e incluso una marcha nórdica por Doñana.
Mientras los extranjeros pasan el invierno en los campos de golf de la costa, las bodegas acondicionan sus instalaciones para recibir y convencer a esos turistas de que hay más que jamón, playa y greens en territorio onubense. Es hora de reeditar el Descubrimiento.